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Autor: Eduardo Cartea Millos

¿Ha tenido usted algún héroe en su vida? Estudiaremos la vida de Josafat, uno de los grandes reyes de Judá e integrante en la línea genealógica de Jesús. ¿Qué tiene de especial y de común su vida que pueda ser de enseñanza para nosotros?


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PE2541 – Estudio Bíblico
Josafat, un héroe con pies de barro (1ª parte)



Para comenzar esta serie de estudios, en el programa de hoy veremos el por qué de estudiar una figura como la de Josafat. A lo largo de los próximos programas iremos conociendo datos de su vida. Esto no pretende ser una biografía, sino un recorrido por su historia. Es uno de los personajes bíblicos de los que no se habla mucho, pero tiene fuertes enseñanzas para nuestras vidas.

La pregunta con la que podemos dar inicio es: ¿Quién no tiene o ha tenido héroes? Seguramente sentimos admiración por algunas personas que son para nosotros modelos y paradigmas. Personas que, en distintos órdenes de la vida, son parámetros de conducta, de disciplina, de éxito. El mundo les llama “ídolos”. Son hombres y mujeres a los que se quiere imitar. En el deporte, en el arte, en las ciencias, y diversos ámbitos. Aun en el campo evangélico, todos hemos tenido y tenemos modelos para imitar. Personas que nos atraen por su personalidad, por su conocimiento, por su forma de ser. Referentes.

Seguramente estarás pensando en alguna mujer o algún hombre que tiene cualidades destacadas y a quien te gustaría parecerte. Tal vez una mujer prudente, sobria, templada, cálida. Tal vez un predicador, un pastor, un misionero, un líder. ¡Qué bueno que tengamos referentes, en medio de una sociedad que carece de líderes, de verdaderos modelos de vida!

Yo los he tenido cuando era joven, en esa edad llena de ideales. Recuerdo la visita de un célebre predicador. Conseguí una fotografía de él, la pegué en mi Biblia, regalo de mi bautismo, que aún conservo, y escribí abajo: “Sigue siempre su ejemplo”. O recuerdo también a Jim Elliot y sus compañeros, que tanto admiramos, fueron los héroes en la fe de muchos. Como misioneros, se dirijieron a los pueblos Huaoranis del Ecuador, y acabaron siendo asesinados por ellos, al llevarles el evangelio. Más adelante sus familias retomarían el desafío y regresarían a predicar al mismo lugar.

En nuestro recorrido de estudio, hablaremos de uno de los grandes reyes de Judá, que puede destacarse como lo que llamaríamos, un héroe nacional. Se trata de Josafat. Un hombre destacado y singular. Un hombre a imitar, que dejó una huella, una impronta ejemplar en su pueblo y cuya historia ha quedado en la Biblia, por inspiración divina, para nuestra bendición.

Su nombre puede tener varios significados, aproximándonos al original encontramos que quiere decir: “Juzgado por Jehová”, “Jehová es el que juzga”, “El Señor gobierna”, o también, “Gobernado por el Señor”. Tal vez ese nombre haya sido puesto por sus piadosos padres pensando en la importancia que, sobre los reyes humanos, estuviera el Dios de los cielos, juzgando, gobernando, controlando todas las cosas. Fue el sexto rey de la casa de David y el cuarto después de la ruptura del reino en dos, luego de la muerte de Salomón. Sobre él leemos en 1 Reyes 22:43 que: “Josafat siguió siempre el buen ejemplo de Asa, su padre, e hizo lo recto a los ojos del Señor…

Perteneció a la estirpe de los reyes de Judá, por lo tanto, pertenece a la genealogía de Jesús, es mencionado en Mateo 1:8. Fue uno de los pocos y buenos reyes que pertenecieron al reino del sur, el reino de Judá, junto a Asa, su padre, Uzías, Jotam, y sobre todo, Ezequías y Josías. Subió al trono a los 35 años de edad y reinó 25 años aproximadamente del 871 al 846 a.C., incluyendo un tiempo de cogobierno con su padre según encontramos en 1 Reyes 22:41 y 42. Fue contemporáneo de los reyes de Israel Acab, Ocozías y Joram, en el reino del norte, todos ellos paganos e idólatras.

Josafat fue un hombre fiel. El significado de su nombre es un mensaje en sí mismo, y sin duda proviene de unos padres que vivían en el temor de Dios. “El Señor gobierna”, o “Gobernado por Dios”, es una preciosa verdad, y a la vez, un excelente propósito. No hay duda alguna para el creyente que el Señor es el que gobierna el universo, el mundo, la vida. Todo está bajo Su excelso poder. Todo responde a Sus eternos propósitos. Todo depende de Su inalterable providencia. Pero no siempre esa verdad se ajusta a nuestra vida. No siempre el Señor de todo es el Señor de nuestra vida y nuestras circunstancias. El nombre de este ilustre rey le recordaría permanentemente cuál era su privilegio y al mismo tiempo su responsabilidad.

Cada creyente en Cristo, cada hijo de Dios tiene también esa misma necesidad en su vida: ser gobernado por Dios. Eso tiene que ver con aquella expresión que el apóstol Pablo presenta en Efesios 5:18: “Sed llenos del Espíritu”. Ser llenos, o mejor, llenados por el Espíritu, no es otra cosa que ser gobernados, conducidos, dirigidos permanentemente por el Espíritu Santo de Dios, para una vida que le honre y sea de bendición para otros. Y esto no es una opción para el cristiano. Es una necesidad que responde a una demanda en modo imperativo: “Sed llenos”.

Para ir dejando el plano teórico podemos preguntarnos: ¿Es esto una realidad en mi vida? Antes de responder, debemos tener en cuenta que Josafat también fue un hombre frágil, con un carácter débil que lo hizo claudicar ante la presión y casi sucumbir a consecuencia de sus errores. La Biblia no duda en relatar sus bondades, pero tampoco vacila en comentar sus grandes defectos, sus fracasos y las consecuencias de ellos.

Esta característica es habitual en aquellos que pertenecemos a la era de la Iglesia. Sin duda, como creyentes, tenemos tiempos de triunfos y tiempos de derrotas. A veces nos sorprenden las cimas de los montes espirituales y respiramos esa atmósfera pura de santidad y temor de Dios. Nuestra alma canta sus alabanzas y parece que todo el infierno está bajo nuestros pies. La carne no presiona, el mundo no atrae, Satanás es vencido y se aleja. Pero hay otros momentos en los cuales parece que nos hundimos en el cieno. Nos falta la fe, nos embarga un sentimiento de apatía por las cosas espirituales, el corazón se enfría, la mente se perturba ante el influjo de la corriente de la época y nos parece que lo que creemos se diluye en una teoría sin realidad, en una doctrina sin testimonio.

En esos momentos, la Biblia parece cerrarse, los cielos son como de plomo, la oración cesa, la alabanza no brota, el culto se vuelve rutina, la comunión hermanable irrita y decimos como el Salmo 55: 6-8: “¿Quién me diera alas como de paloma? Volaría yo y descansaría. Ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto, me apresuraría a escapar del viento borrascoso, de la tempestad”.

Todos hemos estado, estamos o muy probablemente estaremos en estas dos estancias del péndulo de nuestra vida. Por eso, las lecciones que nos deja la Palabra de Dios es que, aun aquellos grandes hombres que nos impactan por su fidelidad, dedicación, obediencia y victorias tienen la impronta de la humanidad caída que hemos heredado de Adán. En Romanos 5:12 encontramos que: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.

Josafat no es la excepción. Estaremos estudiando el tramo de la Escritura que relata su vida, podemos encontrarlo en 1 Reyes 22 versos 1 al 50 y en 2 Crónicas, capítulos 17:1 al 20:37. Será alentador ver sus pros y sus contras, sus éxitos y sus fracasos, sus altos y bajos. Es nuestro deseo que sus distintos procesos sean de inspiración para nuestras vidas a lo largo de éstos programas, en el marco de aquella preciosa verdad de 1 Corintios 10:11: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”.

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