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Autor: Esteban Beitze

El engaño es una forma de ataque disimulada y sutil que fue enunciada por el Señor Jesús. Esa profecía ya ha comenzado a cumplirse. ¿Será posible que seas influenciado o incluso arrastrado por el fraude más exitoso de la historia?


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El engaño del tiempo final (1ª parte)



El engaño y la apostasía de los últimos tiempos van en aumento. ¿Qué dice la profecía bíblica al respecto? ¿Hasta dónde hemos llegado y cómo podemos resistir a la tentación? A continuación, presentaremos un análisis referente a este tema.

Al final del sermón profético de Mateo 24, encontramos las siguientes palabras de Jesús: “Mirad que nadie os engañe”. Sin duda, el Señor se refería a la señal que indicaría la llegada del Anticristo.

Así como Satanás es el padre de la mentira, también lo será su siervo. Cuanto más cerca estemos de la Gran Tribulación, en donde la seducción satánica será plenamente revelada, más engaño encontraremos en todas las áreas.

El engaño profetizado

El Señor Jesús advirtió muchas veces que se desataría una gran ola de engaño en los últimos tiempos. En Mateo 24, el verbo “engañar” aparece cuatro veces en relación con las señales del fin de los tiempos: “Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.

[…] Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos [.] […] Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis” (vv. 4-5, 11, 23-26). Esta es la razón por la cual el Señor, siempre que hace referencia a las señales del fin, advierte una y otra vez acerca del engaño.

No obstante, debemos tener en cuenta que estas señales no fueron dadas a la Iglesia, sino a Israel. Su cumplimiento tendrá lugar en el período de la Tribulación, inmediatamente después del arrebatamiento de la Iglesia; esto se hace evidente si trazamos un paralelismo con los juicios de la Gran Tribulación descritos en Apocalipsis 6 al 19. Sin embargo, si estas señales, las que alcanzarán su plenitud en la Tribulación, comenzaron a manifestarse en nuestros días, ¡cuán cerca debemos estar del arrebatamiento!

La señal del engaño, advertida muchas veces por el Señor Jesús, alcanzará su clímax con el engaño del Anticristo. Encontramos las mismas advertencias contra el engaño en las epístolas de los apóstoles. Aunque el peligro del engaño siempre ha existido, los mensajes de los apóstoles enfatizan este hecho dentro del contexto de los últimos tiempos.

El apóstol Pablo advierte sobre la proximidad del tiempo del Anticristo y señala su principal característica: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Ts. 2:7-12).

El apóstol Juan es el único en utilizar el término anticristo, haciendo referencia, no solo a su opositor, sino a quien intentará usurpar su lugar (1 Juan 2:18, 22; 4:3; 2 Juan 1:17). Más allá de las acepciones, esta expresión está asociada siempre con el engaño. En 1 Juan 2:18 leemos: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo”. Además, dice en 4:3: “… y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo”.

La actividad anticristiana se centra en el engaño; algo que podemos evidenciar en la actualidad, donde la mentira se ha convertido en uno de los mayores peligros. Vivimos en la era de la posverdad. Cada uno dice tener su propia verdad, descartando así cualquier verdad absoluta. Los datos objetivos ya no cuentan, sino las opiniones y sentimientos que suscitan distintas ideologías.

El engaño actual

Una forma lamentable y diabólica de seducir es por medio de la apostasía. En 2 Tesalonicenses 2:3, el apóstol Pablo escribe a aquellos que pensaban que la venida del Señor ya había sucedido: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición”. Cuando el apóstol habla acerca del fin de los tiempos, menciona a personas con estas características: “… tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella […] y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Ti. 3:5, 7). Sin embargo, el pasaje más claro lo encontramos en 2 Timoteo 4:3-4: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”.

Estos versículos nos muestran que, a medida que avanza el tiempo final y nos acercamos a la aparición del anticristo, aumentará la apostasía, el abandono del temor de Dios. Si nos preguntamos qué elementos han formado a la sociedad actual, no podemos dejar de lado al cristianismo. No estamos hablando en este caso de los verdaderos creyentes en Jesucristo, sino de la cultura que se autodenomina cristiana, o del sistema occidental en general. Todo Occidente, además de otras partes del mundo, ha sido influenciado por el cristianismo y la Biblia. Esto ha quedado evidenciado en la historia, la literatura, las leyes, las costumbres, la educación, los valores, las tradiciones, el arte e incluso en el calendario: “antes de Cristo” y “después de Cristo”, entre otros.

Empero, resulta aterrador ver lo mucho que se ha perdido en las últimas décadas, sobre todo en los últimos años. Los valores cristianos escandalizan, son objeto de burla, desprecio y persecución. Por desgracia, muchos cristianos se dejan influenciar por estas tendencias mundanas.

En 2 Timoteo Pablo advierte que sobrevendría un tiempo muy peligroso. Para saber si la venida del Señor está cerca, basta con leer las últimas palabras de Pablo, donde el apóstol revela las cualidades que caracterizarán a las personas de los últimos tiempos. Comienza con una advertencia muy seria: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Ti. 3:1). Las características enumeradas a continuación no difieren en mucho con las mencionadas en Romanos 1, donde se describe a los incrédulos en general. ¿Por qué entonces Pablo decide hacer esta advertencia en 2 Timoteo? La respuesta está en que el peligro de los “postreros días” consiste especialmente en la apostasía, cuando esas mismas conductas impías se manifiesten también entre aquellos que se autodenominan “cristianos”.

Podemos decir que, hasta mediados del siglo XX, Occidente (lo que incluye Europa, el continente americano, Australia y partes de Asia y África) se caracterizaba por ser, en cierta medida, temeroso de Dios. La Palabra de Dios conformaba las leyes, los valores, los hábitos y toda la vida cotidiana –aunque no decimos con esto que todos los occidentales de aquella época fuesen verdaderos creyentes–. No obstante, a partir de los años 90, comenzaron a darse una serie de cambios drásticos, surgiendo por ejemplo la revolución sexual, el movimiento feminista radical, un giro hacia las filosofías orientales, una libertad y legalización de las drogas, una amplia aceptación del neodarwinismo y la abierta práctica del satanismo disfrazado de una supuesta ironización. Todo esto pervirtió al “cristianismo” como nunca.

Frente a esta realidad, tenemos un llamado repetitivo de no dejar influenciarnos, de dejar que estos principios y valores se vayan filtrando en nuestros pensamientos y hechos.  Pidamos a Dios continuamente que nos proteja y ayude a discernir en forma eficaz el error.

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