Josafat, un héroe con pies de barro (2ª parte)

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Autor: Eduardo Cartea Millos

Una de las primeras características que encontramos sobre Josafat, es que “Jehová estaba con él”. En la segunda parte de éste estudio veremos qué significó ésta afirmación para su vida y lo que puede ser para nosotros.


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PE2542 – Estudio Bíblico
Josafat, un héroe con pies de barro (2ª parte)



Jehová estaba con él

Josafat reinó en lugar de su padre Asa. Veamos un poco acerca del progenitor de Josafat. Asa fue un buen rey, que al final de sus días cometió un error indigno de un hombre de fe. Leamos con mucho cuidado 2 Crónicas 16:12-14: “En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos”.

Obviamente, no es un error consultar a los médicos. El énfasis está en que no buscó, no consultó, no oró, no confió en el Señor, sino en ellos. Los médicos en aquel entonces usaban muchas veces métodos no siempre científicos, sino impregnados de supersticiones, de magia, de prácticas idolátricas. O bien, se consultaba a los ídolos a través de sus profetas o sacerdotes para ser sanos de enfermedades. De modo que el pecado de aquel hombre, que se suponía fiel, que había llevado al pueblo a la adoración del verdadero Dios, y que había logrado un reinado de más de veinte años de paz, fue confiar en los hombres, en lugar de confiar en Dios y usar la ciencia de los hombres pero guiada por el Señor, como sucedió con la medicina que Isaías, el profeta aplicó a Ezequías para sanar su llaga como leemos en 2 Reyes 20:7.

Pero esta referencia a los pies enfermos de Asa, –sin caer en una alegoría superficial– parecería hacernos pensar en la fragilidad de aquel reino. Parecería que la Palabra nos dijera: “es un buen rey, pero con pies de barro”. Querido amigo, es importante que cuidemos nuestros pies. Asegurémonos de que estén verdaderamente firmes, pues como dice 1 Corintios 10:12: “el que piensa estar firme, mire que no caiga”. Y el apóstol Pablo nos exhorta vez tras vez: “Estad, pues firmes”. Que nuestros pies estén afirmados, no en nuestra capacidad o en nuestro poder, sino en la Roca inconmovible de los siglos, en el Señor Jesús.

Que nuestros pies estén sanos, andando en el camino recto. Andar, en el Nuevo Testamento, encierra el concepto de desarrollar la conducta, de conducirse, en definitiva, de vivir. Pablo, en el capítulo 5 de la carta a los Efesios verso 2 nos exhorta a andar en amor; a andar como hijos de luz en el verso 8 y a andar sabiamente en el versículo 15. Oigamos al escritor a la carta a los Hebreos que en el capítulo 12:13 dice: «Haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado”.

Dejemos el tema de los pies de Asa y volvamos a su hijo Josafat que es quien nos convoca en éste estudio. 2 Crónicas 17:1 dice de éste, que “se hizo fuerte ante Israel”. Al referirse a Israel en éste contexto histórico, son las diez tribus del norte, cuya capital era Samaria y venían de una sucesión de siete reyes cada uno peor que su antecesor. Los dos últimos habían sido una verdadera calamidad: Omri y el actual, en tiempos de Josafat, Acab. Acab era un personaje siniestro, seguramente el peor rey que ocupó el trono de Israel. Casado con una mujer verdaderamente diabólica, Jezabel, aquella que recordamos se enfrentó con el gran profeta Elías. Pagana, perversa y poderosa, Jezabel era de origen fenicio, y tal era su crueldad, que según 2 Reyes 9:34 llegaron a llamarle “aquella maldita”.

En 1 Reyes 16:31 al 33 encontramos que: “Acab tomó por mujer a Jezabel, hija de Ethbaal, rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal y lo adoró. E hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo también Acab una imagen de Aserá, haciendo así más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él para provocar la ira de Jehová, Dios de Israel”. Josafat entonces, “se hizo fuerte contra Israel” porque tenía el secreto del éxito “a la manera de Dios”.

¿Cuál era ese secreto? En los versículos 3 y 4 de 2 Crónicas 17 encontramos la respuesta a este interrogante. Hay 4 cosas que la Biblia destaca en la experiencia de este rey de Judá: En primer lugar, el secreto de la presencia de Dios en la vida. El secreto de seguir las pisadas de hombres fieles. El secreto de abandonar la idolatría. El secreto de obedecer los mandamientos de Dios. Profundicemos sobre el secreto de la presencia de Dios en la vida. Leemos en 2 Crónicas 17:3 que Jehová estuvo con Josafat.

Es una frase preciosa que nos hace ver la cercanía del Señor hacia su siervo y la comunión que este gozaba con Dios. Es una frase que se repite en la Escritura. En Génesis 39, se menciona tres veces en la experiencia de aquel hombre ilustre que fue José, uno de los patriarcas de Israel. Dice allí en el versículo 2: “Mas Jehová estaba con José y fue varón próspero”. Egipto no era el mejor lugar para que estuviese un jovencito como él. Vendido, desterrado y en casa de un principal de la corte de la primera potencia del mundo en aquel entonces. En medio de un ambiente pagano y corrompido, José no estaba solo.  Había sido fiel a Dios. Dios estaba con él y todo lo que hizo fue prosperado.

A tal punto que su testimonio trascendió, pues dice el versículo 3 de Génesis 39 que: “Vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano”. En el versículo 21, vemos a José en la cárcel, puesto allí injustamente por ser fiel a Dios y a su superior, huyendo de las incitaciones de la perversa mujer de su jefe. No era un lugar placentero, pero dice la Biblia que “Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”. Finalmente en el versículo 23 dice: “No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba”.

¿Cuál es la importancia de la presencia real de Dios en nosotros? Puede ser que estemos en lugares dificultosos, atravesando experiencias ingratas, pasando por pruebas angustiosas, pero hay algo que no deberíamos perder: la presencia real del Señor con nosotros.

En 2 Reyes 18:7 se vuelve a repetir la frase, esta vez en la vida de ese gran rey que fue Ezequías. “Y Jehová estaba con él; y adondequiera que salía, prosperaba”. Una vez más, la presencia de Dios con aquellos que son fieles a Él produce bendición. La prosperidad de la que nos hablan estos pasajes no necesariamente es material. No siempre Dios premia a sus hijos fieles con riquezas o bienestar. Pero, sin duda, siempre es prosperidad espiritual. Es la seguridad de estar en el centro de la voluntad de Dios. La certeza de agradarle. La convicción de estar cumpliendo sus propósitos. Y esto produce gozo y paz en el alma. Asaf el célebre director de música del templo en tiempos del rey David lo expresa en su salmo 73 versos 23 al 25: “Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”.

Esta misma expresión “Jehová estaba con él” se repite en las vidas de otros grandes siervos de Dios: Samuel; David; Finees; Salomón y Esdras. Puede usted mismo realizar una búsqueda de lo que significó para la vida de éstas personas. No podríamos llegar a comprender la dimensión de esta frase en nuestra vida. Bendito el cristiano del que se puede decir que “el Señor está con él” en todo.

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