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Autor: Esteban Beitze

Estamos analizando lo que la Biblia dice acerca del engaño en el tiempo final. De hecho, tanto Jesucristo como varios de los escritores del NT hacen énfasis en esta realidad. Jesucristo, al enumerar los juicios de la Tribulación, hace una referencia enfática en el engaño.


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PE3001 – Estudio Bíblico
El engaño del tiempo final (2ª parte)



Estamos analizando lo que la Biblia dice acerca del engaño en el tiempo final. De hecho, tanto Jesucristo como varios de los escritores del NT hacen énfasis en esta realidad. Jesucristo, al enumerar los juicios de la Tribulación, hace una referencia enfática en el engaño.

Entre varios de los pasajes donde el apóstol Pablo advierte acerca del engaño en el tiempo final se destacan sus dichos sobre la aparición del anticristo: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Ts. 2:7-12).

Aparte de lo que ya analizamos, observamos la influencia solapada al principio, pero cada vez más evidente y directa del engaño. La expresión o la idea de “deconstrucción” (también llamada desmontaje) ha caracterizado gran parte de estas últimas décadas. Este término significa desmontar sistemáticamente algo que antes parecía claro y firme. Lo vemos sobre todo vinculado a los valores morales y el lenguaje, los cuales se deconstruyen con el supuesto fin de lograr equidad en cuanto al género. Se trata de una marcha inexorable que pretende socavar, distorsionar, ridiculizar y oponerse a los valores que caracterizaron nuestra sociedad durante siglos.

Las leyes básicas de los países de origen judeocristiano tenían principios similares a los establecidos por los Diez Mandamientos, por lo menos en lo concerniente a la protección del prójimo. No obstante, leemos acerca del Anticristo en 2 Tesalonicenses 2:8: “Y entonces se manifestará aquel inicuo […]”. La palabra “inicuo” significa de manera literal “sin ley”, o como traduce la versión NTV: “el hombre de anarquía”. Un anárquico es alguien que desprecia las leyes y hace lo que le conviene de manera autocrática.

Frente a este anticipo, hagamos un repaso de los Diez Mandamientos con el fin de analizar la deconstrucción de estos valores en la actualidad. Antes debemos aclarar que, aunque se trata de mandamientos dados al pueblo de Israel en el pasado, estos mismos principios son dados a la Iglesia en el Nuevo Testamento.

Los primeros mandamientos tienen que ver con reconocer, adorar y honrar el nombre de Dios. Debemos darle a Dios un lugar especial en nuestra vida cotidiana. En cambio, la realidad cotidiana es que se lo excluye cada vez más de todos los ámbitos de la sociedad. Al igual que sucedió con el antiguo Israel y la adoración al becerro de oro, otros dioses han ocupado el lugar que le corresponde al Señor. Algunos de estos “becerros de oro” de hoy los podríamos señalar como la teoría de la evolución, el materialismo, el consumismo, el medioambiente y, por encima de todas estas cosas, el humanismo.

Por ejemplo, en un colegio de Estados Unidos los niños debían llevar a clase su libro favorito. Un niño de seis años llevó su Biblia. Enseguida le dijeron que ese libro estaba prohibido en la institución. La Palabra de Dios no está permitida en el colegio. Pero seguramente, si alguien llevó a Harry Potter, nadie se hubiera opuesto.

Cuando llegamos a los mandamientos que garantizan el cuidado al prójimo, nos damos cuenta lo bajo que ha caído nuestra sociedad. El quinto mandamiento habla de honrar a los padres, un valor debilitado hace tiempo. Hoy en día, la estima y el respeto hacia los padres, y al padre propiamente dicho, se esfuma cada vez más. Por ejemplo, un padre fue a la cárcel en Canadá por oponerse al deseo de su hija de hacerse una cirugía de cambio de sexo y llamarla hija en lugar de hijo (como ella se “percibía”).

El poder judicial lo consideró un acto violento contra su descendiente. Por otro lado, los padres que llegan a la vejez son considerados un estorbo, por lo que sus hijos muchas veces buscan deslindarse de ellos.

El sexto mandamiento es “no matarás”. Aunque sigue vigente en nuestra sociedad, no se aplica a seres humanos considerados improductivos. Es así que vemos con tristeza cómo un país tras otro legaliza el aborto y la eutanasia. No solo eso, sino que algunos ven incluso la posibilidad de aprobar el asesinato de niños recién nacidos con enfermedades degenerativas. Según la revista médica Deutsches Ärzteblatt, son muchos los médicos en Bélgica, donde ya se aplica la ley de eutanasia, que abogan por ello.

El séptimo mandamiento, que nos ordena no cometer adulterio, se ha convertido en un chiste. La creciente inmoralidad, la pornografía y la ideología de género erosionan más que nunca la unidad matrimonial creada por Dios. No podemos sorprendernos de la pérdida de cohesión social una vez que apreciamos cómo la familia, precisamente la base de nuestra sociedad, es atacada. La acientífica ideología de género se impone en todas partes. Su adoctrinamiento comienza en el jardín y se extiende durante toda la infancia. En Argentina es obligatorio rendir un examen sobre estos asuntos en la universidad pública antes de solicitar el carné de conducir o comenzar una carrera universitaria. Las editoriales cristianas publican cada vez menos libros contra la homosexualidad, y Amazon retira regularmente de sus ofertas libros testimoniales de personas que se han librado de la inmoralidad.

El octavo mandamiento muestra que Dios también protege la propiedad privada. Sin embargo, el mandamiento “no robarás” es despiadadamente pisoteado, ya sea por el aumento de la delincuencia a pasos agigantados, la destrucción deliberada de puestos de trabajo y empresas, la inflación, las escandalosas subidas de impuestos a la propiedad privada o la corrupción política, entre otros.

¿Y qué hay del noveno mandamiento, el cual nos ordena no dar falso testimonio contra el prójimo? La credibilidad de cualquier persona puede ser destruida a través de las redes sociales y los medios de comunicación. Por otro lado, las voces críticas son silenciadas de manera sistemática. Google, YouTube, Twitter y Facebook se han convertido en el “Ministerio de la Verdad”. Todo lo que ellos consideren no conveniente es bloqueado, censurado, eliminado o hecho inaccesible por los algoritmos de búsqueda. Cada vez son más los cristianos que son censurados en las redes. Las personas que dan testimonio de su fe de manera pública, según ordena la Palabra de Dios, son atacadas. Si se trata de personajes conocidos, son expuestos por la prensa y demandados. Unos cuantos han tenido que disculparse por sus declaraciones, con el fin de evitar multas o complicaciones laborales. Los ataques a centros cristianos, iglesias e instituciones eclesiásticas aumentan constantemente. Una y otra vez nos llegan noticias de diferentes países, incluso europeos, con atentados contra las iglesias, las cuales son destruidas o incineradas.

Continuando con el tema del falso testimonio, podemos ver cómo, en tiempos de elecciones, parece no importar a nadie los valores y convicciones antibíblicas de los candidatos. El voto ha tomado un interés económico. De esta manera, se olvida o se tergiversa, incluso entre los cristianos, la enseñanza de la venida de Cristo: muchos viven con la esperanza puesta en el bienestar que puedan brindarle las personas en esta tierra.

Por otro lado, han hecho que la gente creyera todo un sistema de mentiras en los círculos políticos, económicos y sociales, alegando sobre la necesidad de un reinicio global. Dado que están en juego asuntos globales, los Gobiernos se ven presionados a dejar de lado su nacionalismo y doblegarse ante un Gobierno universal (al menos temporalmente). La solución propuesta está en llevar al hombre a una especie de reinicio y comenzar desde cero con nuevas normativas. Pero entonces, ¿con qué reglas funcionaría el mundo? ¿Quién las determinaría?

La crisis del coronavirus ha hecho que los Gobiernos se empeñen en vigilar y localizar a cada uno de sus ciudadanos a través de la tecnología, controlando así su identidad. En síntesis, la formación de un Gobierno global antidemocrático es cada vez más factible. Algunos observadores críticos incluso hablan de un mundo “posdemocrático”.

Como creyentes, no podemos dejar de lado que existen profecías bíblicas que predicen esta realidad, como es el caso de la visión de la estatua de Nabucodonosor con pies de hierro mezclados con arcilla (Daniel 2:40-43; compárese con Daniel 7:7, 24). También los hechos actuales coinciden con la profecía de los últimos tiempos de Apocalipsis 13 y 17, donde se revela la aparición de un orden mundial de gran poder que luego será entregado a la bestia. Así, pues, podríamos preguntarnos si no estamos ya en el umbral del tiempo del Anticristo y del control global.

Como era de esperar, el último mandamiento, el de no codiciar lo de los demás –ya sean bienes o familia– ha sido eliminado por completo. Una vez que el materialismo y el consumismo se convirtieron en los dioses de nuestra sociedad, la codicia pasó a ser el nuevo mandamiento. El egocentrismo humano desprecia las necesidades del prójimo.

En resumen, cuando Dios es excluido, la moral se diluye y es sustituida por valores que se amoldan a las ideas de un pequeño sector económico y político de gran poder. Bajo los mandamientos de Dios, la familia, la vida y la propiedad están protegidas. Pero todo esto se va perdiendo y es suplantado por ideologías humanistas. La anarquía es impuesta. La era de la apostasía contra el Dios vivo ya ha comenzado.

¿A qué nos lleva todo esto? ¿No será tiempo de vivir realmente para Dios, marcar una diferencia en un mundo cada vez más anticristiano? ¿No es tiempo de poner mucho énfasis en la predicación de la verdad del evangelio porque el fin y la condenación para millones de personas está a la puerta? Que Dios nos ayude con ello.

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