El futuro de Israel, las naciones y la Iglesia (2ª parte)

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Autor: Norbert Lieth

En ésta última parte del estudio sobre el futuro de Israel, las naciones y la Iglesia, nos centraremos en las naciones y la Iglesia. Los planes de los hombres, ¿tendrán algún efecto en los designios de Dios? Y también, cómo debe mirar la Iglesia hacia adelante.


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PE2999 – Estudio Bíblico
El futuro de Israel, las naciones y la Iglesia (2ª parte)



En nuestro encuentro anterior, estudiamos sobre el futuro de Israel y cómo las promesas de Dios han sido fieles con su pueblo a lo largo de la historia. Al afirmar esto, no hablamos únicamente del registro bíblico, sino en lo que podemos llamar historia reciente o contemporánea.

Hoy nos extenderemos pensando en el futuro de las naciones

Por más que las naciones se rebelen contra Dios, y a pesar de los planes que hagan los pueblos de esta tierra, se cumplirá el consejo de Dios. Leemos en Isaías 28:29, en la versión de La Biblia de Las Américas: “También esto procede del SEÑOR de los ejércitos, que ha hecho maravilloso su consejo y grande su sabiduría”.

Tenemos muchos ejemplos de esto en la Biblia, y lo vimos cumplirse en la historia.

  • La construcción de la torre de Babel introdujo a Abraham al escenario de la historia.  
  • El maltrato a José y su comercialización como esclavo se convirtió en la salvación de Jacob y su familia, y con ellos todo el mundo de aquel entonces.  
  • La servidumbre de Israel en Egipto preparó el camino para que posteriormente llegara a la Tierra Prometida.  
  • La orden de Augusto de censar a toda la población dentro del Imperio romano hizo que se cumpliera la profecía del nacimiento del Salvador en Belén.
  • La exclusión de Israel nos trajo salvación.
  • La Primera Guerra Mundial fomentó las compras de tierras en Palestina.
  • La Segunda Guerra Mundial llevó a la creación del Estado de Israel.
  • La Gran Tribulación, con sus dolores de parto, desembocará en el retorno de Jesús y la vida nueva en el Milenio.

De igual manera podemos estar seguros de que también todos los acontecimientos actuales servirán al cumplimiento del Plan de Dios. Esto debe ser para nosotros un motivo de consuelo y esperanza.

Echemos una mirada al futuro. Tenemos, por ejemplo, en Isaías capítulo 2, una perspectiva realmente esperanzadora. El profeta nos muestra allí que, al final de los días, Israel experimentará una restauración espiritual. Jerusalén será enaltecida sobre todas las naciones, y estas afluirán al monte del Señor para ser enseñadas acerca de Sus caminos y andar en Sus sendas. El Señor juzgará entre los pueblos y todas las naciones estarán unidas. Isaías 60:3 y Zacarías 8:2-23 leemos algunas descripciones como que las espadas serán convertidas en rejas de arado, por lo que habrá un gran desarme y se anulará toda acción bélica.

Según Isaías 60:3, las naciones acudirán a la luz del Señor junto al pueblo judío.

Isaías 32:15-20 prevé que por fin se habrá alcanzado la meta, una meta que las naciones nunca podrían alcanzar por sí mismas. Todos comprenderán que tan solo el Señor es capaz de dar sanidad y renovación. Reinarán la justicia, la paz, la tranquilidad y confianza para siempre.

En Romanos 8:18-25 el apóstol Pablo cuenta, que la creación será liberada e Isaías 49:10 que el clima se restaurará y también Isaías, en el capítulo 11 versos 7-9 se dice que los animales salvajes ya no serán peligrosos.

Pasemos ahora a leer al profeta Zacarías, quien vio la primera y segunda venida de Jesús, en una sola visión: “Alégrate mucho, hija de Sion, dice en el capítulo 9:9, “da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”. Aunque este pasaje habla de la primera venida, sabemos que, después de Su resurrección, ascensión y glorificación a la derecha del Padre, Jesucristo volverá. Y de esta segunda venida nos habla, claramente, versículo 10, dice del Rey que vendrá a Jerusalén: y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra”.

El Señor volverá a Israel. Es decir, el Plan de Dios concluirá en el mismo lugar en que llegó Jesucristo en Su primera venida. Zacarías pronunció esta profecía sin saber que se trataba de dos acontecimientos separados, y que entre los dos se interpondría la era de la Iglesia, la actual dispensación de la gracia.

Cabe señalar un hecho del que poco se habla y es que habrá una maravillosa fiesta a la cual serán invitadas las naciones.

El Señor volverá a la tierra para sentarse en el trono Apocalipsis 19:6 dice que los santos exclamarán: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!”.

Las naciones, que según Hechos 15:17 son: “todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre”, participarán del Reino del Señor Jesucristo en la tierra, que durará mil años.

Serán invitadas a la “cena de las bodas del Cordero”, que según mi entendimiento se celebrarán en la tierra después del regreso de Cristo. Leemos en Apocalipsis 19:17: “Y el ángel me dijo: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Éstas son palabras verdaderas de Dios”.

Hablemos ahora del futuro de la Iglesia.

Dios tiene un Plan eterno, y lo llevará a cabo. También tiene un plan para tu futuro. Aférrate a él, pues si no estás en sintonía con el plan de Dios, tarde o temprano terminarás en un fracaso.

En una ocasión, un empresario mostraba con orgullo a unos visitantes su fábrica y los terrenos adyacentes. Subrayó que todo lo que podían ver en cualquiera de las cuatro direcciones le pertenecía, y que todo lo había conseguido con trabajo duro. A todo esto, uno de los invitados se dirigió a él y le dijo: “Es impresionante ver sus muchas propiedades en los cuatro puntos cardinales, pero con todo respeto, ¿me permite hacerle una pregunta?” –mientras señalaba hacia el cielo–, “¿qué le pertenece allí arriba?”. Debemos apropiarnos de la vida eterna y atesorar, lo que 1 Timoteo 6:19 llama un “buen fundamento para lo porvenir” (1 Ti. 6:19). El que carece de este fundamento, está falto de toda esperanza para el futuro.

Los acontecimientos trágicos e inesperados, nos hacen pensar y temer por los que viven sin Cristo. Su relación con Dios está rota, el pecado destruye sus vidas, pero buscan entretenerse y distraerse para no prestar atención a estas cosas. No se dan cuenta que su vida es frágil. Una simple chispa puede significar el final de toda esperanza.

También veo la gran diferencia que hay entre el sufrimiento del creyente y el del no creyente.  Los cristianos también sufren, y las pérdidas del pasado vuelven a surgir dolorosamente de vez en cuando. Sí, el cristiano también llora, sin embargo, mantiene su esperanza. Tiene como fundamento una paz que lo reconforta en su tristeza y más allá de ella.

La desesperanza es como aquella persona que, al dormirse sedienta, sueña que bebe agua, pero cuando despierta comprende que su sed no se ha ido y sigue sintiéndose decaída. En cambio, la esperanza de los cristianos se cumplirá, pues está dirigida hacia el más allá, hacia las bendiciones celestiales y espirituales en Cristo. Colosenses 1:5 dice: a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio”.

Nosotros no depositamos nuestra esperanza en lo perecedero de la tierra. Sabemos que “el mundo pasa, y sus deseos”, como dice en 1 Juan; “pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Como cristianos podemos mirar hacia el futuro con esperanza, sabiendo que la eternidad es nuestra.

Por eso podemos trabajar en cambiar el estrés por confianza. Y nuestra esperanza no es efímera, sino duradera, nos espera una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada para nosotros en los cielos.

Como cristianos, debemos contemplar nuestra vida desde el más allá, desde arriba, desde la perspectiva celestial y conforme a nuestra posición en Cristo. De esa manera, muchas cosas se harán más llevaderas.

La Iglesia será llevada al cielo, para luego volver desde allí con Cristo. Por eso podemos testificar con gran gozo lo que dice Filipenses 3:20: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo”. Y también se menciona en Colosenses 3:4: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”.

Jesús derramó Su sangre para darnos salvación, y siendo Él el primer fruto de una gran cosecha, resucitó de entre los muertos. Él es la garantía de nuestro futuro.

Contempla en la Palabra de Dios tu propio futuro. Su fundamento es Jesucristo. No te hundas en la duda o inseguridad. No te desanimes, dirige tu mirada a Jesús. Sigue adelante y no te rindas. Cristo es el autor y consumador de la fe. Mira este mundo desde tu posición celestial en Cristo.

Los profetas dijeron que Jesús vendría, y vino. Jesús, por su parte, dijo que moriría, y murió; que resucitaría, y se levantó de entre los muertos. La Biblia dice que Él volverá, y así será. Esperémosle con fe y esperanza.

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