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Autor: Michael Kotsch

¿Será que las palabras de Jesús, en los evangelios, tienen mayor importancia para los cristianos que las palabras de Pablo? A menudo, sin embargo, la diferenciación entre las declaraciones de Jesús y las de Pablo no son usadas para comprender mejor la Biblia, o para seguir más honestamente a Dios, sino más bien para descartar instrucciones incómodas del Nuevo Testamento.


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PE2540 – Estudio Bíblico
¿Jesús más que Pablo?



¿Será que las palabras de Jesús, en los evangelios, tienen mayor importancia para los cristianos que las palabras de Pablo? Muchos dicen en la actualidad que: “¡Las afirmaciones bíblicas de Jesucristo son las más importantes! Después de todo, son citas literales de Dios mismo. Lo que Pablo, Pedro y Santiago, o Moisés, David y Jeremías han dicho, si bien también es Palabra de Dios, no se encuentran, sin embargo, al mismo nivel de importancia y autoridad.”

Hacer diferencias en el significado de las afirmaciones bíblicas es algo común. Y de alguna manera, casi todo cristiano estaría de acuerdo en que el Señor Jesús es más importante que Moisés o Pablo. A menudo, sin embargo, la diferenciación entre las declaraciones de Jesús y las de Pablo no son usadas para comprender mejor la Biblia, o para seguir más honestamente a Dios, sino más bien para descartar instrucciones incómodas del Nuevo Testamento. Como en los evangelios se pueden encontrar muy pocas indicaciones concretas de cómo un cristiano debe vivir con respecto al área de la familia, la iglesia y el estado, se abre un amplio margen de interpretación, y de cómo poder relativizar las instrucciones de las cartas.

Al mismo tiempo, también quedan de lado todas las doctrinas por las que los cristianos actualmente son criticados en el mundo secular, por ejemplo: la homosexualidad en Romanos 1:24-26, la sujeción de la mujer de la que se habla en Efesios 5:22, o la disciplina de los hijos en Proverbios 19:18 y Hebreos 12:6. Aun cuando suene muy piadoso, este tipo de diferenciaciones entre las palabras con autoridad de Jesús y las declaraciones “secundarias” de Pablo no están presentes en la Biblia.

El hecho de que las declaraciones de los profetas antiguotestamentarios y los apóstoles neotestamentarios estén por debajo de las Palabras de Jesús, según la auto-demanda de la Biblia y sus autores, casi no es posible. Por un lado, también en el Antiguo Testamento existen numerosas citas literales de la voz de Dios. Por ejemplo en Génesis 21:12 leemos “Entonces dijo Dios a Abraham” O en Jeremías 44:25 “Así ha hablado Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo”. De modo que también aquí se reproducen afirmaciones auténticas de Dios, al igual que en los evangelios cuando el Señor Jesús le habla a la gente.

Por otro lado, los autores del Nuevo Testamento reclaman para sí que ellos dicen exactamente lo mismo que Jesucristo, y no sus propias opiniones e interpretaciones. Tan sólo desean explicar las declaraciones de Jesús, aplicándolas a las nuevas preguntas de la iglesia, como dice Pablo en Gálatas 1:8: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”.

Además, los escritores de los libros neotestamentarios señalan claramente que ellos no han resumido sus propios pensamientos, sino que ellos transmiten lo que Dios, de manera sobrenatural, les ha dado para comunicar. Como consecuencia, también aquello que han escrito Pablo o Santiago, son comunicados inmediatos de Dios, y están al mismo nivel que las afirmaciones de Jesucristo mismo. De acuerdo con 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. El término “toda la Escritura”, por supuesto, en primer lugar, se refiere a los textos inspirados que fueron redactados antes de la segunda carta a Timoteo. Pero, es muy posible que esto se trate de una manifestación profética que también incluya los textos aún no redactados del Nuevo Testamento.

Pablo asegura repetidamente estar escribiendo en el Espíritu del Señor Jesús por ejemplo en Romanos 9:1 donde declara: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo”. Él también aclara que sus enseñanzas se encuentran en sintonía con las revelaciones de Dios en el Antiguo Testamento utilizando la expresión: “Como está escrito”.

También el Señor Jesús mismo advierte de no hacer diferencia entre los diversos comunicados de Dios en Mateo 5:17 – 19: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”. Aquí el Señor adjudica a los textos inspirados del Antiguo Testamento la misma autoridad y vigencia que a Sus propias palabras. “Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” dice en Mateo 24:35.

A veces las declaraciones de Pablo tienen aún más relevancia para el cristiano del siglo 21 que las palabras de Jesús, las cuales en parte, en realidad, se dirigían más a los judíos de Su tiempo, y no tanto a la iglesia neotestamentaria. Jesús cumplía todos los mandamientos del Antiguo Testamento: circuncisión, celebraciones de peregrinación, leyes de vestimenta, y comidas, en tanto los mismos no provinieran de los fariseos, y se refería a los mismos. Una y otra vez discutía con los eruditos judíos de Su tiempo acerca de interpretación y aplicación correctas de los mandamientos de Dios en Israel. Pablo, al contrario, daba instrucciones divinas casi exclusivamente para la iglesia cristiana, la de aquel tiempo y la de hoy.

Las afirmaciones de Dios son válidas, no importando si proceden de Moisés, Jesús o Pablo. El Salmo 119 versículos 89 al 93 dicen “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos. De generación en generación es tu fidelidad; tú afirmaste la tierra, y subsiste. Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy, pues todas ellas te sirven. Si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya en mi aflicción hubiera perecido. Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos, porque con ellos me has vivificado”.

La relevancia de las diversas afirmaciones bíblicas para el cristiano que vive hoy en día, naturalmente, es variada, aun cuando todas provienen, de la misma manera, de Dios, y por eso son eternamente válidas. Las instrucciones para la construcción y el funcionamiento del Tabernáculo, por ejemplo, le tocan menos, porque los cristianos actualmente no tienen nada que ver con los rituales y sacrificios allí prescritos. Por el contrario, las declaraciones sobre las tareas de los ancianos o el orden familiar óptimo, como las encontramos en las cartas de Pablo, continúan siendo de gran relevancia por dirigirse directamente a los cristianos neotestamentarios.

Algunas instrucciones divinas, en el texto bíblico correspondiente, se refieren claramente a un tiempo determinado, por ejemplo, los mandamientos para la peregrinación por el desierto de Israel, otras declaraciones son válidas para determinados grupos de personas: sacerdotes, mujeres, judíos, cristianos, y otras, a su vez, se dirigen a todas las personas de todos los tiempos por ejemplo en temas como el matrimonio y la idolatría. Sin lugar a dudas, las palabras de Jesús son válidas absoluta y eternamente. A menudo, sin embargo, tienen una relevancia menor para el cristiano del siglo 21, porque no se dirigen directamente a él como miembro de la iglesia neotestamentaria.

En ningún caso es legítimo querer anular o reinterpretar, con las palabras de Jesús, las claras declaraciones que escribió Pablo para la iglesia, estando inspirado por Dios.

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