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Autor: Ernesto Kraft

Creer significa confiar completamente en el Señor y contar con Su ayuda, Su Palabra. No tenga miedo, aunque usted haya sido abandonado por sus hermanos y hermanas o hasta por sus propias fuerzas, hay alguien que jamás lo abandonará, y es suficiente: Jesucristo. Nuestra decisión debe ser creer a pesar de las circunstancias.


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PE2776- Estudio Bíblico
Héroes de la fe (21ª parte)



Amigos, hemos estado hablando de los conocidos como “Heroes de la fe” en Hebreos 11, y existe una característica compartida por todos ellos, una que llamaremos el “con todo, aún creo” Dice Hechos 27:25 “Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho”.

Todos los cristianos, sin excepción, independientemente de si han estado mucho o poco tiempo en la fe, son conducidos a situaciones en las cuales es necesario practicar el “con todo” de la fe, es decir, el “con todo, aún creo”. En 1 Pedro 1:6-7 leemos: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, la cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. Por eso no deberíamos rebelarnos cuando surgen dificultades, pues serán oportunidades para crecer en la fe.

Para Dios, lo más importante es nuestra confianza. No quiere nuestras conquistas y nuestro esfuerzo. Así, ese “con todo, aún creo” está al alcance de todos, inclusive de los débiles o necesitados. Veremos más adelante que aquellos que agotaron sus recursos son los verdaderos aspirantes a esa fe. “Con todo, aún creo” en vez de “ya no más”. En Lucas 5:5, vemos que hay situaciones en las cuales llegamos al fin de nuestras posibilidades, y la experiencia nos dice que no hay nada más que se pueda hacer. En verdad, esas situaciones son las que se transforman en oportunidades para practicar la fe. En el texto mencionado, Pedro se refiere a una noche en que todo su esfuerzo y toda su experiencia no ayudaron en nada; simplemente tuvo que admitir: “…toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado”.  Esto puede escucharse como un “Ya no más”.

Nosotros mismos lo decimos y también oímos esas palabras de otras personas. Esa no es solamente una experiencia de la vida diaria, sino también de la vida espiritual. Por ejemplo, cuando oramos durante mucho tiempo por alguien y seguimos sin ver cambios en él o ella puede pasar por nuestra mente que no vale la pena. Sin embargo, si Dios no nos aplicara a nosotros el “con todo, aun así voy amar y confiar,” tendría muchas razones para desistir de nosotros y decir: “De hecho, no vale la pena preocuparme con esta o aquella persona”. Pero el amor todo lo cree y Él nunca desiste.

En nuestra vida a veces hay frases como “Trabajamos toda la noche y nada cosechamos”. “Probamos de todo y nada funcionó”. A veces, puede ser fácil sentirse tentado a colocar un punto final en la situación y desistir de todo. Sin embargo, el texto citado sigue: “…toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red”. Hay un “mas” y un “con todo, aún creo,” a los cuales Jesús nos desafía en situaciones sin esperanza. A pesar de que la persona esté desilusionada y diga: “para mí acabó”.

En 1 Reyes 18:41-45 leemos que el profeta Elías recibió de Dios la certeza de que volvería a llover después de una larga sequía. Entonces dijo a su siervo algo así como: “Vaya y mire en la dirección del mar,” pues quería saber si la lluvia ya estaba en camino. El siervo regresó y dijo: “No hay nada allá”. Eso se repitió algunas veces, no solamente una o dos. En la sexta vez, la respuesta del siervo seguía la misma: “¡No hay nada allá!”. Con todo, Elías dijo: “Vuelva a ver”. Ni Elías ni el siervo desistieron después de la segunda, tercera o quinta vez. De esa forma, hicieron funcionar el “con todo” de la fe. Y entonces experimentaron el milagro. A partir de un cielo azul y de una nube del tamaño de la mano de un hombre surgió una gran lluvia.

Muchas personas desisten delante del “no hay nada allá” y no logran ir adelante. Por eso, no experimentan los milagros del “con todo, aún creo”. Leemos en Lucas 5:5, que cuando Pedro aplicó el “con todo, aún creo,” las redes se llenaron tanto que comenzaron a romperse. Fue necesario que otros compañeros ayudaran, y, por fin, los dos barcos se llenaron. Quien aplica el “con todo, aún creo,” a su fe, experimenta milagros y bendice con eso a otras personas también. Pablo dice en Romanos 1:11-12: “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí”. ¿Será que nuestra fe consuela al prójimo?

¡Decir que una situación no tiene ya solución, o hasta recomendar que no se moleste más al Maestro con el tema, ciertamente no será consuelo! Quien vive el “con todo, aún creo,” dice: “con la palabra del Señor podemos tener esperanza y vamos actuar”. Otro relato de los evangelios en Marcos 5:28 habla de una mujer que sufría de hemorragia hacía 12 años y había gastado todo su dinero con médicos, sin encontrar solución, y estaba empeorando. Podría haber abandonado las esperanzas y dicho con razón: “¡Ya no vale más la pena luchar, me entrego, desisto!”. Sin embargo, esa mujer adoptó la actitud del “con todo, aún creo”, “Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva”. Al pensar “con todo, aún creo”, experimentó un milagro y fue sana.

No siga diciendo que ya no vale la pena, sino crea en la Palabra y siga orando. ¡Aun cuando no parezca haber esperanza alguna, un cambio total puede suceder!

Muchas veces nuestra fe descansa apenas en nuestra fuerza y capacidad, esto es, la medida de nuestra fe equivale a aquello que logramos creer. Pero ese tipo de fe también está en aquellos que no creen en Dios, como dice el Salmo 20:7: “Estos confían en carros, y aquellos en caballos”. Es en eso en lo que ellos confían o creen. Isaías 31:1 dice lo mismo: “Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su esperanza ponen en carros, porque son muchos, y en jinetes, porque son valientes”. En esas cosas creían ellos. Pero la Palabra dice: “y no miran al Santo de Israel, ni buscan a Jehová”. La continuación del versículo en el Salmo 20 también apunta a esa fe que es diferente: “…mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria”.

Creer significa confiar completamente en el Señor y contar con Su ayuda, sabiendo que tiene medios y caminos para cumplir Su Palabra. No tenga miedo, aunque usted haya sido abandonado por sus hermanos y hermanas o hasta por sus propias fuerzas. Hay alguien que jamás lo abandonará, y es suficiente: Jesucristo. Hasta hoy, nuestra decisión debe ser creer a pesar de las circunstancias. Solamente con Dios podremos realizar nuestras tareas. Dios hollará a los enemigos en medio a nuestra debilidad. En 1 Samuel 14:6 leemos que Jonatán practicó el “con todo, aún creo,” cuando dijo a su escudero: “…pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos”. No puso la confianza en sí mismo o en su fuerza, sino confió completamente en el Señor y experimentó, en su debilidad, la fuerza y la victoria de Dios.

Dos personas que se conocían bien conversaban sobre cuestiones espirituales. En cierto momento, una de ellas tomó un lápiz y lo equilibró entre los dedos índice y medio de la mano izquierda. “Puedo impedir que ese lápiz caiga al suelo si abro los dos dedos,” afirmó. “Negativo,” contestó la otra persona. “Claro que sí.” Entonces abrió los dos dedos. Cuando el lápiz se iba a caer, rápidamente lo cogió con la otra mano. “Ah, pero eso no es ningún milagro. Yo también podría haberlo hecho,” dijo el otro. “Cualquier niño podría haberlo hecho: coger el lápiz con la otra mano…” “¡Ah, la otra mano! Aquí está el secreto. Ya contaba con esa otra mano desde el inicio, pero usted no.” ¿Será que nosotros también conocemos el secreto de la otra mano? De forma muy clara, Dios nos extiende Su mano en Jesucristo.

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