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Autor: Ernesto Kraft

El reconocido como mayor monarca de Israel, es sin dudas el Rey David, que con sus aciertos y errores, demostró una fe genuina que lo hace estar entre los “Héroes de la fe” que estamos estudiando en esta serie de programas.


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PE2771- Estudio Bíblico
Héroes de la fe (16ª parte)



David

Amigos, hemos comenzado los últimos programas haciendo referencia al pasaje de Hebreos 11:32 que dice: “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas”. Hoy hablaremos del gran monarca del Antiguo Testamento. David recibió el elogio de ser un hombre que agradó el corazón de Dios. Hechos 13:22 dice: “Quitado este, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: he hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero”.

Sabemos que David no fue perfecto ni sin pecado, pues cometió adulterio con Betsabé y asesinó a Urías. Sin embargo, a pesar de todos sus errores y debilidades, David recibió un elogio de Dios que Saúl no obtuvo, a pesar de que a los ojos humanos Saúl no haya cometido tantos pecados con consecuencias graves como David. Juzgamos a las personas de manera equivocada porque no vemos lo que hay en el corazón.

En 1 Samuel 16:7, leemos como Dios nos evalúa: “Y Jehová respondió a Samuel: no mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. Y Pablo escribe en 2 Corintios 10:18: “Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba”.

El elogio de las personas muchas veces no tiene valor. Hay un dicho popular que dice: “quien me conoce no me elogia, y quien me elogia es porque no me conoce”. Los fariseos buscaban elogios y reconocimiento de las personas. En Marcos 12:38 y 39 encontramos: “Y les decía en su doctrina: guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas”. Saúl, que fue reprobado por Dios, también buscaba ese reconocimiento humano. En 1 Samuel 15:30 leemos cómo le suplica a Samuel: “Y él dijo: yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios”. Esa era la gran ambición de Saúl.

Ya David tenía una postura completamente diferente, como lo leemos en 1 Samuel 26:24: “Y he aquí, como tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción”. Cuando decimos que estamos en comunión con Dios debe haber una señal visible en nuestra vida, como lo leemos en Juan 5:44: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?”. David recibió el elogio de Dios porque buscaba ser reconocido por el Señor y fue fiel en su actuar. Salmos 101:6 dice: “Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; el que ande en el camino de la perfección, este me servirá”.

¿Seguimos fieles en oración aun cuando nadie nos ve o nos elogia? ¿Todavía somos fieles en las reuniones y celebraciones a Dios, en generosidad y en las tareas que nos son confiadas? Los héroes de la fe no eran superhombres, sino tenían la marca de la lealtad. Acerca de Saúl leemos en 1 Crónicas 10:13: “Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina”. Que podamos actuar con lealtad y buscar en primer lugar el reconocimiento de Dios. Así nuestra fe se fortalecerá para vivir como Dios desea y como le agrada, y seremos un gran ejemplo para que nuestros amigos también deseen tener a Dios en sus vidas.

David no solamente buscaba reconocimiento de parte de Dios, sino también actuaba con lealtad, y eso fue así toda su vida, haciendo todo con todo su corazón. El Señor bendecía a David por esa causa, a pesar de los errores y pecados que también cometía. David compartió ese secreto con su hijo Salomón como leemos en 1 Crónicas 28:9: “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre”.

Hacer las cosas con un corazón dividido provoca muchas dificultades. Cuando Pedro siguió a Jesús de lejos, esto es, sin que su corazón estuviera en sintonía total con Dios, cayó en tentación. Lo que hizo a David volverse un hombre según el corazón de Dios fue su actitud de entrega total y humildad. El orgullo apunta hacia el diablo, y la humildad indica el carácter de Dios. Cuando hay humildad, Dios actúa y promete más gracia, pero cuando hay orgullo, Dios se opone. David buscó esa humildad. Encontramos en 2 Samuel 6:22 que dijo: “Y aun me haré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado”.

David no dijo esas palabras solamente de boca, sino realmente las cumplió en la práctica. David fue un hombre que se hizo uno con su Dios, y, a pesar de sus fallas y de los grandes errores que cometió, siempre regresaba a su Señor con humildad y arrepentimiento. Eso hizo de él un hombre que agradó al corazón de Dios, y por ello, fue incluido en la lista de los héroes de la fe. David amaba a su Señor, y eso es lo que cuenta delante de Dios. ¿Es nuestro corazón también humilde y amoroso? ¿O nos parecemos más a Saúl, quien se perdió en su orgullo?

Practique el tipo de fe que brota de un corazón totalmente entregado, leal y humilde. Sabemos que David enfrentó y venció a Goliat por la fe. El valor y la audacia del joven David venían de su fidelidad en las cosas pequeñas. En 1 Samuel 17:37 dice: “Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: ve, y Jehová esté contigo”. Para crecer en la fe, debemos recordar siempre lo que ya experimentamos con Dios, y lo que Él ya hizo por nosotros, y así tendremos la certeza de que puede hacer mucho más en nuestra vida. Para crecer en la fe no es necesario solamente confiar, sino también actuar con una conciencia limpia.

Pablo recomienda en 1 Timoteo 3:9 “que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia”. La fe opera cuando el hombre lleva una vida temerosa de Dios. Es un engaño pensar que basta frecuentar la iglesia los domingos para que nuestra fe se vuelva madura y que podemos vivir de cualquier forma durante la semana. Vea lo que dice 1 Timoteo 1:19: “Manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos”.

Los héroes de la fe son las personas que viven constantemente una vida íntegra. David, por ejemplo, no dejó que las personas próximas lo convencieran de asesinar a Saúl, a pesar de que eso significaría la solución inmediata de varios problemas para David. Respetó al ungido del Señor y no quiso intervenir en el trabajo de Dios. David buscaba la paz y actuaba con compasión. Todo eso hizo de él un héroe de la fe, y su ejemplo y su disposición indicaban a Jesús. Es en secreto, donde solamente Dios nos ve, que comienza una vida de fe ejemplar para los demás. Busque la voluntad de Dios en fidelidad y humildad.

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