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Autor: Ernesto Kraft

Continuamos estudiando a los Héroes de la fe. Samuel sirvió al Señor y experimentó muchas bendiciones de Dios, pero también conocía muy bien las dificultades relacionadas con ese servicio. Samuel siempre luchó al lado de su Señor. No pensaba en sí mismo, sino buscaba honrar y engrandecer a su Dios.


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PE2772- Estudio Bíblico
Héroes de la fe (17ª parte)


Samuel

Estimados oyentes, continuando con nuestro estudio sobre los héroes de la fe. Volvemos al pasaje que nos ha mantenido ocupados durante los últimos programas se encuentra en Hebreos 11:32 y dice: “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas”. Hoy nos enfocaremos en la vida de Samuel. Samuel significa “llamado por el Señor”. Samuel fue hijo de Elcana y Ana. La madre lo deseó ansiosamente e intercedió mucho por él. Su vida fue totalmente entregada a Dios.

Desde temprano, Samuel sirvió fielmente a Dios y se volvió un hombre de oración, como lo leemos en 1 Samuel 3:20: “Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová”. Era conocido en todo Israel como un siervo de Dios comprometido. Las personas a nuestro alrededor pronto perciben si nuestro cristianismo es verdadero y serio, o si consiste apenas en palabras vacías y apariencias.

¿Cómo nos conocen las personas y qué ven en nosotros? Jesús dijo en Mateo 7:16 que “Por sus frutos los conoceréis.” Es necesario seguir el ejemplo de Samuel y mantener la comunión con Dios en 1 Samuel 12:23 dice: “Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto”. Cuando mantenemos una vida constante de oración en privado, eso se revela en público. Tal vez la razón por la cual todo el pueblo de Israel reconoció a Samuel como un hombre fiel fue porque mantenía una relación de intimidad con Dios en secreto, y así el Señor lo aprobó en público.

Nos damos cuenta del mismo hábito de la “oración en secreto” en la vida de Daniel. Mateo 6:6 dice: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. La historia de Samuel no nos cuenta nada respecto de alguna caída en pecado. Probablemente eso es debido a las oraciones de su madre. En la vida de Samuel todo empezó con la oración, y Ana nunca se olvidó de esa poderosa herramienta que siguió siendo utilizada en su familia.

Durante su juventud, Samuel trabajó para Elí, sacerdote y padre de dos hijos impíos que no se comportaban bien delante Dios. A pesar de convivir con Elí y su familia, Samuel no se dejó influir por los pecados de los hijos de Elí. Leemos en 1 Samuel 3:19: “Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras”. ¿Posibilita nuestra conducta que Dios esté con nosotros en todos los lugares y situaciones? Samuel es ejemplo de una vida irreprensible y correcta delante de Dios.

Samuel sirvió al Señor y experimentó muchas bendiciones de Dios, pero también conocía muy bien las dificultades relacionadas con ese servicio. Durante muchos años, predicó al pueblo y se quedó a la espera de ver los frutos de su trabajo: arrepentimiento y conversión a Dios. Leemos también que los hijos de Samuel no tenían una buena conducta, lo que ciertamente debe haber causado mucha angustia a Samuel. Además de eso, Samuel todavía fue forzado a lidiar con la petición del pueblo por un rey.

Los israelitas ya no querían ser guiados por jueces designados por Dios, y pidieron un rey, como las naciones gentiles tenían. Entonces leemos en 1 Samuel 8:6: “Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová”. Aquí vemos que Samuel tenía el hábito de refugiarse en Dios y llevar todos los asuntos al Señor en oración.

¿Cómo actuamos nosotros cuando somos profundamente lastimados? Samuel podría haber contestado la petición del pueblo en forma amargada y molesta, pero no lo hizo porque, antes de cualquier cosa, buscaba la comunión con Dios. El Señor entonces lo consoló diciendo: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan”. Samuel, a pesar de ser de opinión contraria, estuvo de acuerdo, pues seguía las orientaciones de Dios. Samuel siempre luchó al lado de su Señor. No pensaba en sí mismo, sino buscaba honrar y engrandecer a su Dios.

El profeta hasta llegó a sentir lástima por Saúl que perdió su reinado por desobediencia. Entonces en 1 Samuel 16:1: “Dijo Jehová a Samuel: ¿hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey”. Samuel podría haber pensado: “Muy bien, eso es lo que se merece por haber desobedecido”. Pero reaccionó de forma completamente diferente. No se sintió feliz con el fracaso de Saúl y sentía lástima por él.

Solamente es posible actuar de esa manera si estamos en profunda comunión con Dios. Samuel entonces llevó el pueblo de regreso a Dios, y los israelitas experimentaron una gran victoria. Samuel no se vanaglorió, sino dio a Dios todo el mérito de la victoria, levantando un altar cuya fundación encontramos en 1 Samuel 7:12: “Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: hasta aquí nos ayudó Jehová”.

El ejemplo de Samuel enseña a servir con fidelidad y honrar a Dios en todas las situaciones: no solamente cuando experimentamos victorias, sino también en situaciones de grande tribulación. Cuando sufrimos, podemos aplicar la palabra de 1 Pedro 4:16: “Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello”. Que podamos entonces glorificar a Dios en todas las situaciones. Los hechos heroicos de Samuel fueron resultado de su caminar con Dios en todas las situaciones. En ningún lugar leemos que combatió ejércitos y venció a gigantes, pero agradó a Dios porque siempre permaneció con el Señor. Por ejemplo, leemos en 1 Samuel 12 que, después de haber dado a los israelitas el rey que habían pedido, con el fin de ser iguales a las naciones gentiles, Samuel pidió que Dios enviara truenos de lluvia, en el verso 18 leemos: “Y Samuel clamó a Jehová, y Jehová dio truenos y lluvias en aquel día; y todo el pueblo tuvo gran temor de Jehová y de Samuel”.

Samuel estaba unido con su Señor y por eso Dios actuaba a través de él. Cuando Dios perdonó y toleró las iniquidades del pueblo en su gracia y misericordia, Samuel dice en 1 Samuel 12:23: “Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto”. Samuel seguía al Señor con entusiasmo. El Apóstol Pablo también actuaba así y por eso dice en 1 Corintios 11:1: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. Nosotros también somos llamados a imitar los pasos de Jesús. ¿Hasta qué punto realmente seguimos el ejemplo de Jesús en lo que hacemos? Sabemos, por ejemplo, que Jesús, a pesar de ser tratado injustamente, no devolvió ofensas, como nosotros lo hacemos muchas veces. Dice 2 Pedro 2:23 hablando de Jesús: “Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”.

Samuel no actuó conforme a los patrones humanos; antes, por estar cerca de Dios, pudo decir: también quiero actuar como Dios y no dejaré de orar por ustedes. ¿Nos mantenemos muy cerca a Jesús cuando las personas nos desafían y nos provocan a la ira? ¿Actuamos como Samuel, que antes de actuar o expresar sus emociones buscaba primero a Dios, evitando así contestar de forma precipitada y equivocada? En Samuel tenemos un buen ejemplo para seguir, pues enseña cómo eso funciona en la práctica. Como dice la letra de un famoso himno. Que esa sea siempre nuestra oración a Dios. “Más cerca quiero estar, mi Dios, de Ti, mismo ¡Que sea el dolor que me una a Ti! Siempre he de Suplicar: ¡más cerca quiero estar, más cerca quiero estar, mi Dios, de Ti!”

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