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Autor: Esteban Beitze

¿Quién fue la reina de Sabá? ¿Sabemos algo de ella además de su visita al rey Salomón? ¿Qué importancia tiene este pequeño relato dentro de la Biblia? ¿Qué puede enseñarnos a los cristianos del siglo XXI?


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PE2454- Estudio Bíblico
Verdadera búsqueda espiritual (12ª parte)


 


Antes de ver cómo termina la historia de este encuentro entre la reina de Sabá y el rey Salomón, quisiera que recordemos las características de esta mujer. Ya sabemos que no era una mujer común y corriente; era una reina. Pero aún así, en ella podemos observar rasgos que deberían encontrarse en cada mujer que quisiera agradar al “Rey de reyes”.

La primera característica fue su búsqueda de lo espiritual. Lo observamos en el hecho de ir a ver a un hombre que había recibido su sabiduría de Dios, y que había dedicado gran parte de su vida y de sus tesoros para edificar un templo a Dios. Aunque la reina de Sabá no se casó con Salomón, podemos trasladar este concepto a qué intereses o prioridades deberíamos tener en la búsqueda del futuro cónyuge.

Primeramente, no puede haber yugo desigual con el inconverso, pero también el enfoque debería ser a la excelencia en lo espiritual. Las uniones en yugo desigual de creyentes e inconversos han dado una gran cantidad de desastres matrimoniales, y sobre todo, espirituales. Pero estoy convencido de que también entre creyentes muchas veces se puede observar el yugo desigual cuando uno tiene interés en lo espiritual y el otro no. Esto siempre será un freno, una limitación para el que quiere vivir para lo espiritual. Por lo tanto, busquemos crecer cada día más en la cercanía, conocimiento y servicio al Señor, y que esta sea nuestra oración también para nuestro cónyuge si lo tenemos o pensamos tener.

En segundo lugar, vemos en la reina de Sabá una mujer dispuesta a enfrentar retos. Estaba dispuesta a realizar un larguísimo viaje que seguramente le consumió varias semanas por el desierto con todos los peligros que esto conllevaba. Era una mujer valiente que no se desanimaba frente a los obstáculos que le presentaba la vida. También era organizada. Tuvo que planificar el viaje con todo lo que ello implicaba y tenía que llevar. Tuvo que dejar todo en orden en su reino durante el tiempo de su larga ausencia.

Ya de antemano tenía preparadas las preguntas que le iba a presentar a Salomón. Aunque probablemente no hubo nada en lo emocional entre ellos, en nuestro caso sí es bueno poner a prueba al futuro cónyuge respecto a lo que piensa, siente, los planes que tiene, si es trabajador, y, sobre todo, cómo es en lo espiritual. Además, la reina también era honesta. No fue falsa en su hablar con Salomón; podría haberle adulado para conseguir algún favor. Aunque lo alabó, también dio a conocer las dudas que tuvo respecto de él. Le dio a conocer “todo lo que había en su corazón”.

A su vez demostró que era observadora. No era de aquellas que se dejan encandilar por un físico lindo, las posesiones o palabras impactantes de un hombre. Es evidente que todo esto se encontraba representado en Salomón. Pero ella tuvo una mirada objetiva sobre el entorno de Salomón, el estado de los que le rodeaban, y sobre todo, la sabiduría espiritual que él trasmitía.

La reina de Sába también reconoce y alaba aquello que otros hacen bien; se puede alegrar con el éxito de otros. Al estar con alguien que es poderoso, rico, lindo, inteligente o que tenga otra habilidad o característica destacable, es muy común observar los celos, la envidia o la adulación para sacar algún provecho de parte de los que entran en relación con esta persona. La reina de Sabá no era así. Podía alegrarse de corazón con aquellos que estaban bien, se destacaban o podían disfrutar de ello.

Asimismo, era una mujer dadivosa. Sin siquiera imaginar que Salomón le iba dar más de lo que ella misma le había llevado, fue preparada para dar. Hoy en día, en un mundo tan materialista y hedonista, el hecho de ser dadivoso se ha vuelto una rareza. Pero justamente esta es una característica del creyente espiritual.

Podemos terminar esta lista diciendo que no era orgullosa. Ella reconoce la sabiduría y la gloria de otro como superior. No intenta ponerse en una posición más elevada que Salomón. A su vez, cuando Salomón le hizo regalos, estuvo dispuesta a recibirlos. Muchos son demasiado orgullosos como para que alguien más le dé algo que pueden conseguir por sus propios medios. La reina de Sabá era rica, pero aun así aceptó lo que Salomón le regalaba.

Simplemente observando esta lista, ya tenemos una serie de parámetros que una persona soltera debería estar practicando y buscando en el que podría convertirse en su cónyuge. Deseo, querido amigo, que Dios nos ilumine en este sentido para tener la escala de valores y las prioridades adecuadas.

Ahora, en el versículo 12 de 2º Crónicas 9 dice acerca de Salomón: “Y el rey Salomón dio a la reina de Sabá todo lo que ella quiso y le pidió, más de lo que ella había traído al rey”. Realmente es impresionante ver que a pesar de todo lo que ella le había traído a Salomón, al final la reina regresa con mucho más. Si una vez más trazamos el paralelo con el Señor Jesús, en Juan 15:7 encontramos la promesa más amplia dada por el Señor a los suyos: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”.

Permaneciendo en el Señor, todo lo que le pidamos nos será hecho. Cuando le amamos de corazón y buscamos servirle con toda fidelidad, podemos estar seguros de que recibiremos muchísimo más. Quizás esto no sea tanto en lo material, lo cual, sin lugar a dudas, es secundario. No quiero caer en lo que hacen y dicen en algunos lugares, generalmente, con el fin de enriquecer a los líderes de las congregaciones. Se incita a que los miembros ofrenden más y más con la promesa de que van a tener el doble o más de parte del Señor.

En el Nuevo Testamento las bendiciones están asociadas usualmente con lo espiritual y se acreditan en valores eternos. Cuando Cristo es el Rey en nuestras vidas, esto siempre redundará en ganancia. Y cuando vivimos con Cristo en el centro, oraremos también de acuerdo a Su voluntad. Allí podremos pedir con confianza y veremos como Dios obra más allá de lo que imaginamos, como lo experimentó y escribió el apóstol Pablo en Efesios 3: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Ef. 3:20).

La mejor inversión que podemos realizar es una vida dedicada a Cristo. Cuando uno quiere invertir en algo siempre analiza qué seguridad hay para el capital que se quiere invertir y las ganancias que uno pueda sacar de ello. Si lo miramos desde esta perspectiva, ninguna inversión resulta tan provechosa como invertir en las cosas de nuestro Señor. El capital está absolutamente asegurado porque, como dice en 2ª Timoteo “él guardará nuestro depósito para aquel día” (2Ti. 1:12).

En cuanto a las ganancias, estas superan por muchísimo nuestras imaginaciones más expectantes. Según el Señor, los que estuvieron dispuestos a dejar sus hogares por amor a Cristo, encontrarán muchos hogares que se abren para recibirlos. A aquellos que están dispuestos a dejar familiares por amor al Señor, se les promete una familia mundial, que en algunos casos, hasta resulta ser más cercana que los familiares según la sangre. Los que estuvieron dispuestos a dejar tierras por amor a la obra del Señor, estos recibirán territorios ganados para Cristo.

A esto se le añaden las persecuciones. A primera vista esto no parece muy apetecible y pareciera desentonar en esta lista de bendiciones. Pero las persecuciones o la oposición por la causa del Señor, nos acercan más a Él, hacen mayor nuestra búsqueda de Su Palabra y la dependencia de Él. Ni qué hablar de lo que significará en el cielo en el momento de las recompensas. La Biblia nos enseña que hasta hay una corona especialmente preparada para los que sufrieron (Stg. 1:12; Ap. 2:10).

A esto se le añade la recompensa de la vida eterna. Esto es una vida en plenitud aquí, y una vida de disfrute muy superior en la eternidad. Vemos que el rey Salomón le dio a la reina de Sabá “más de lo que ella había traído al rey” (v.12). Esto es justamente lo que el creyente experimenta con el Rey Jesucristo. Es Jesús mismo que nos llena de bendiciones, aquí en la tierra, y mucho más en la eternidad. Nos regala el cielo entero. Cuando se analiza esta lista de ventajas y ganancias, uno se pregunta, por qué no habrá más creyentes dispuestos a invertir en la excelencia para recibir en plenitud.

Bien, amigos: lo último que sabemos de la reina de Sabá de este pasaje es que (v.12): “se volvió y se fue a su tierra con sus siervos”. Personalmente, creo que la reina de Sabá se volvió con el Dios de Salomón, como su Dios personal. ¿Con qué expectativas había salido de su tierra? ¿Cómo volvía? Sus palabras resuenan gozosas: “He aquí que ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría me había sido dicha; porque tú superas la fama que yo había oído” (v.6).

Estas seguramente también van a ser nuestras palabras cuando finalmente estemos frente al Señor Jesucristo. ¡Nunca ha existido un rey tan majestuoso, poderoso, sabio y rico! ¡Qué será cuando estemos al fin en la gloria! ¡Cómo será ver nuestro Señor, con las marcas que lleva en su cuerpo por nuestro pecado y Su entrega para salvarnos! Cuando asimilemos plenamente el actuar del Señor a nuestro favor, cuando comprendamos por completo Sus planes para nuestra vida, cuando lleguemos a entender aún aquellos sucesos que no comprendíamos, ¿no estallará todo nuestro ser de gozo, de asombro, de gratitud y adoración? Nuevamente, de seguro diremos como dijo la reina de Sabá: “Ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría me había sido dicha”. ¡Ni la mitad había entendido! ¡En todas las predicaciones que escuché en mi vida, ni la mitad se me ha dicho! ¡Ni la mitad me había imaginado! ¡Ni la mitad esperaba recibir! ¡El Señor, mi Rey, lo supera todo! ¡Todo es gloria!


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