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Autor: Wilhem Busch

La pregunta “¿vale la pena ser cristiano?” se responde rápidamente al ver la obra de Cristo en la cruz, y el gozo, la paz, el consuelo y la esperanza que vienen con ella.


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PE2379 – Estudio Bíblico
¿Vale la pena ser cristiano? (1ª parte)



¡Amigo, qué gusto reencontrarnos! En el programa de hoy me gustaría proponerte una pregunta que quizá tú te la hayas hecho alguna vez: “¿Vale la pena ser cristiano?”. Y para responder esta pregunta rápidamente, antes de desarrollar algunas idea, compartiré contigo un versículo que está en la Biblia, en el libro de Efesios: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.” Estas palabras hablan maravillosamente de la rica bendición que poseen los creyentes en Cristo. Amigo, es necesario que entiendas que la vida con Dios no es una fantasía. Eso quiero dejarlo bien claro.

Siendo pastor en una gran ciudad, tengo cantidad de encuentros interesantes, y en una oportunidad me encontré con un joven y le dije: “¡Ay, chico! ¡Qué podría ser de ti, si tu vida perteneciera a Dios!” – “Ah, pastor” me explicó, “¡bájese de la nube!” Con esta expresión quiso darme a entender que yo debía ser sensato, puesto que Dios ni siquiera existía, según él. A lo cual contesté: “¡Esto sí que es una noticia de última hora!” Entonces me dijo: “Mire, los hombres antiguamente se sentían muy desvalidos frente a las potencias de la naturaleza, y entonces imaginaron fuerzas mayores que pudieran ayudarlos. Unos lo llamaron Alá, los otros Dios, otros Jehová, otros Buda y otros ¡qué se yo! Pero, hoy en día, se ha comprobado que todo eso eran meras fantasías y que el cielo está vacío.” Así me dio todo un discurso este joven. Cuando hubo terminado le respondí: “Pero muchacho, ¡tú no conoces a Jesús!” – “¿Jesús? – Él es uno de entre los fundadores de las distintas religiones.” – “Amigo, eso es una terrible equivocación. Te voy a decir quién es Jesús, porque desde que lo conozco a él sé que Dios vive. Sin Jesús no sabríamos nada de Dios.”

¿Quién es Jesús? O ¿por qué e tan importante? Me gustaría explicártelo como lo hizo el pastor Wilhem Busch hace ya muchos años. Él dijo lo siguiente:

“Varias veces en mi vida he estado preso de los nazis a causa de mi fe. Un arresto lo pasé en una carcel especialmente repugnante. El edificio era todo de hormigón y las paredes eran tan finas que se oía cuando tosía alguien en el piso de abajo o alguien del tercer piso se había caído del camastro. Yo estaba en una celda estrechísima, cuando oí que en la celda vecina entraba uno nuevo, también un prisionero de la policía secreta. Este hombre estaba terriblemente desesperado y destrozado. A través de la pared tan fina lo oía llorar por las noches. Oía cómo se echaba de un lado para otro en su catre. A menudo oía sus sollozos reprimidos. Es terrible cuando un hombre llora. Durante el día no nos era permitido echarnos en el catre, entonces oía como andaba de aquí para allá, dos pasos y medio hacia un lado y dos pasos y medio para el otro – como un animal en la jaula recorría él su estrecha celda de un lado para otro. A veces oía como gemía. ¡Y yo tenía la paz de Dios en mi celda! ¿Sabes? Jesús había entrado en mi celda. Y cuando oía cómo el hombre de al lado se desesperaba, mi pensamiento era: “¡Tengo que ir a verlo, tengo que hablar con él, pues soy pastor!”. Le pregunté a la guardía si podía ir a su celda a asistirlo, explicándoles que yo era pastor y que el hombre estaba desesperado, pero no me fue permitido. Así que seguí sin ver al hombre vecino, a pesar de que estaba a un palmo de distancia. No sé como era, si joven o mayor, pero sentía su horrible desesperación. ¿Se imagina la situación? Y más de una vez me paré delante de esa pared pensando: “¡Ah, si pudiera derrumbar esta pared y pasar al otro lado donde estaba ese hombre!” Pero yo no podía derribarla, por muchos golpes que diera”.

¿Por qué le cuento esta experiencia del pastor Busch? Porque en semejante situación se encuentra el Dios vivo, Creador del cielo y de la tierra. Nosotros estamos encerrados en nuestro mundo visible de tres dimensiones. Dios está muy cerca. La Biblia dice: “Detrás y delante me rodeaste.” Dios está a un palmo de nosotros. Pero entre Él y nosotros está el muro de otra dimensión. Dios oye todas las penas de este mundo. Oye las maldiciones de los que están en amargura, los sollozos de los corazones solitarios, el dolor de aquellos que han perdido seres queridos, los gemidos de los que sufren injusticias. Todo esto le llega a Dios al corazón, como la desesperación de aquel hombre vecino le llegaba al pastor. Pero fíjate, amigo: Dios pudo hacer lo que lo que el pastor no pudo: un día Dios derribó el muro que nos separaba de él, y entró en nuestro mundo visible en la persona de Su Hijo Jesús. ¿Entiendes? En Jesús Dios vino a nosotros, a toda esta suciedad y miseria de nuestro mundo. Y desde que conozco a Jesús, sé que Dios está vivo. Siempre suelo decir que desde que Jesús vino, negar a Dios es mera ignorancia.

¿Quién fue este Jesús? Bueno, él nació en Belén y creció hasta hacerse un hombre. Exteriormente no se apreciaba en él la gloria divina, pero la gente se sentía atraída por él; notaban que en él venían a nosotros el amor y la gracia de Dios. Habitó de judea y Samaria, enseñó con sabiduría y autoridad, y realizó muchos milagros, por ejemplo sanando gente y alimentando multitudes con muy poco. Pero Jesucristo no vino al mundo solamente para enseñar y sanar gente, manifestando y haciendo patente que Dios existe. No, él quería más. Él vino para ofrecernos la paz con Dios.

Lo que ocurre, amigo, es que aparte del muro de la otra dimensión, hay otro muro entre Dios y nosotros: Es el muro de nuestra culpa. ¿Has mentido alguna vez? Pues eso ya es un ladrillo entre Dios y tu persona. ¿Has vivido sin Dios, un día sin oración? Otro ladrillo más. Impureza, adulterio, robar, profanar el domingo y mil cosas más, todo ello son violaciones de los Diez Mandamientos. Y todas las veces que pecamos añadimos un ladrillo más. Todos nosotros hemos estado edificando el muro que separa a los hombres de Dios, porque ¡Dios es un Dios santo! En el momento en que pronuncio la palabra “Dios” aparece inevitablemente la cuestión de mi pecado y culpa. ¡Esta cuestión hay que resolverla! Dios toma muy en serio todo pecado. Conozco a gente que piensa así: “¡Dios debe estar muy contento de que aún crea en Él!” ¡Qué barbaridad! ¡Como si eso bastara! “El diablo también cree en Dios!” No es un ateo, ni mucho menos. Sabe muy bien que Dios vive, pero no tiene paz con Dios. La paz con Dios la obtengo cuando ese muro de mi pecado que me separa de Él ha sido destruido. ¡Y para eso vino Jesús! Él derribó el muro de nuestras culpas. ¡Para ello se dejó clavar en la cruz! Él sabía: Uno tiene que llevar el juicio del Dios santo sobre el pecado, los hombres o yo. ¿Comprendes? Tú o Jesús. Y Él entonces, el Inocente, siendo el Hijo del Dios vivo, ¡sufrió el juicio que yú y yo merecíamos!

Ahora quiero dibujarte al Señor Jesucristo en la cruz. Es el cuadro que más amo de todos los que hay en el mundo. Allí está colgado Aquel por medio del cual Dios ha derribado el muro y ha entrado en la calamidad de este mundo. Allí está colgado Aquel del cual la Biblia dice: “Dios cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). Allí está colgado Aquel que lleva sobre Sus hombros todos los ladrillos de nuestra culpa, los ladrillos de nuestros pecados. Allí está colgado el que hace lo que ninguno de nosotros puede hacer: el que quita de en medio todos los ladrillos de nuestros pecados. Tiene que leerlo usted mismo en la Biblia. En la cruz se ha hecho realidad lo que dice en Isaías 53:5: “El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El”. ¡Alguien tiene que pagar por nuestros pecados y transgresiones! O bien cree en Jesús, que Él ya ha pagado por usted – o bien lo pagará usted mismo un día. Y es por ello que Jesús es tan importante para mí. A él me aferro, porque Él lo pagó ya todo por mí.

¡Pero este Jesús no permaneció muerto! En la Biblia se registra cómo tres días después de su muerte en la cruz, su cuerpo no fue encontrado en la tumba, y luego se les apareció a varios de sus seguidores. ¿No te parece maravilloso, amigo?

Quizá ahora puedas comprender un poco más por qué digo que una vida con Dios no es una ilusión. Una vida con Dios no es fantasía ni nada incierto. Algunas personas dicen: “Dios estará por alguna parte, pero no podemos saber cómo es”. ¡No! La base para conocer a Dios y vivir cerca de él es que Jesús, su hijo, vino al mundo, murió por ti y por mí y resucitó de los muertos. Por eso ahora puedo saber a ciencia cierta cómo es Dios y ver que él no es una mera imaginación.

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