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Analía Amaral nos cuenta acerca de cómo ha cambiado el servicio a Dios durante la pandemia. En medio de una situación de pandemia que fue difícil para todos pero que para algunos fue realmente terrible, la luz de Jesús llega a esos lugares donde tal vez las personas se sienten abandonadas. Te invitamos a conocer más acerca de la obra que Dios está haciendo en el barrio de Manga a través de los hermanos de la iglesia.


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EA1021 – Entre Amigas –
Servir en pandemia



Entrevista a Analía Amaral

Victoria: ¿Qué tal amigas? ¿Cómo están? Hemos llegado al momento de la entrevista y es un gusto recibir nuevamente en Entre Amigas a Analía Amaral. Analía, ¿cómo estás?

Analía: Hola, estoy muy contenta de estar acá de nuevo.

Victoria: Es un gusto para nosotras recibirte. Vamos a estar hablando acerca de este año que ha pasado, el 2020, que ha sido muy particular para todos, pero sobre todo para un trabajo que estás desarrollando que tuvo que cambiar de forma y del modo en el que se estaba haciendo. ¿Podrías contarnos un poco sobre eso?

Analía: Sí, es verdad. Bueno, lo que pasó fue que el año pasado me habían convocado para ser maestra de la escuelita, pero vino la pandemia y no se pudo arrancar. Yo estaba orando mucho porque para mí es muy importante el servicio a Dios como una forma de mostrarle amor a Él, y eso del encierro era muy complicado y quería saber qué es lo que quería hacer Dios conmigo en ese tiempo. La iglesia decidió llevar viandas con alimentos y también canastas los domingos a los niños de la escuelita y a sus familias. En mi clase éramos cuatro maestros, pero una no podía por la edad, la otra por enfermedad, y el otro no iba a estar, entonces quedé solo yo, y fue como si Dios me dijera claramente que eso era lo que Él quería que yo hiciera. Así arrancamos, íbamos con todos los protocolos y les levábamos la vianda. Había un grupo que preparaba la comida y hacía las viandas, y nosotros le llevábamos a los niños eso y un cursito que ellos tenía que preparar en la semana para verlo juntos al domingo siguiente. Fue muy interesante porque yo fui maestra de escuelita antes pero no del barrio Manga, que es donde estamos trabajando ahora, y para mí fue una muy linda oportunidad de conocer el terreno, el campo. Porque la realidad del niño era muy distinta a donde yo estaba trabajando antes. Fue bueno, fue interesante y también con el tiempo íbamos viendo más cosas para hacer. Fue bien como cuando uno empieza a hacer una obra y Dios te plantea otra, y así se va extendiendo.

Había algunas madres que incluso estaban en la prostitución, y eso fue como un shock, conocerlas y ver cómo los niños luchan con eso. Ahí se me dio por hablar con Sonja Maag, nuestra querida amiga, quien trabajó en zona roja, y ella me estuvo diciendo la forma de trabajar, y sobre todo la importancia de mostrarle amor a estas mujeres, realmente fue muy lindo, es lindo ver todas las conexiones que Dios hace para que uno pueda seguir adelante. También veíamos que los niños tenían muchas carencias en la lectura, porque además de llevarles el curso en el momento en el que los veíamos les hablábamos algo de la Palabra de Dios, y ahí vimos que a muchos de ellos les costaba bastante leer. Entonces estuvimos viendo cómo poder apoyarlos en eso, también. Encontramos varios campos en los que podemos seguir trabajando como iglesia y ayudando.

Victoria: Claro, en medio de una situación de aislamiento poder también llegar a las casas. Contame, Analía, ¿cómo fuiste recibida? Porque nos decías que habías estado trabajando en otros lugares. ¿Cómo te recibieron las familias o los propios niños? Porque para ellos era la primera vez que te conocían.

Analía: Sí, como éramos varios para mí era como una presentación, o les decía que iba a ser la maestra este año y todo eso, pero nos recibían muy bien y estaban muy agradecidas las personas porque realmente con todo esto de la pandemia tenían menos ingresos. Cuando se cerró todo y se le pidió a la población quedarse en casa, para estas familias fue muy difícil, así que quedaron muy agradecidos con la iglesia.

Victoria: Previamente a esto habías realizado un curso, ¿no?

Analía: Sí, se llama Orientador Familiar Cristiano y se hace en Radio Trans Mundial. Fue muy interesante porque aborda distintas áreas de conflicto familiar: drogas, suicidio, violencia a la niñez, que es algo que hay mucho en Uruguay, y realmente lo pude aplicar. Mismo en los niños, cuando volvimos a la presencialidad hallamos algunos casos de violencia. Por ejemplo, había una niña que siempre estaba feliz y sonriente, y un día estaba mal. Así que me aparté con ella para hablar y como que no quería porque pensaba que la iba a mandar con el director de la escuelita, y cuando le dije que solo quería hablar con ella y saber cómo estaba, porque la veía distinta, estaba como tensa, ahí me dijo que la mamá había recibido un cedulón porque tenía una denuncia de violencia, hacia esta niña y hacia sus hermanos. Entonces bueno, esta niña tenía miedo de que la separaran de su mamá. Después de eso nos pusimos a orar, que fue todo un tema porque en ese momento no nos podíamos abrazar, pero ese día no hubo otra, el abrazo era tan necesario que se me prendió, y lloramos y oramos abrazadas jutas.

Pero bueno, ayudó a identificar algunos casos, a veces entre primos también, una niña que recibía violencia ejercía violencia hacia otra, que era su prima. Hay una hermana de la iglesia que es psicóloga y yo, además de haber hecho el curso de orientador, trataba de hablar con ella cada caso. Después trataba de llegar a las mamás también, que fue otra forma. Cuando llevamos las viandas hicimos como un banco de datos con muchos celulares y así empezamos a mandarle devocionales y tuvimos más contacto con las mamás. Algunas fueron a la iglesia, pudimos hablar con ellas y bueno, hay casos muy duros, de drogas, incluso hay una mamá que asesinaron al hijo el año pasado, es muy dura la situación a veces.

Victoria: Muy dura la realidad que tal vez para muchas de nuestras amigas que nos están escuchando puede ser parecida, que la zona en la que se encuentran sea una realidad similar a esta. Qué bueno el trabajo que pudiste realizar para el Señor, llevando un poco de esperanza a corazones que están quebrantados y quebrados de tantas formas.

Analía: Sí, y viven mucho silencio. Muchas veces la violencia lleva a que no digan nada. Había una madre que la pareja, con la que estaba hace 16 años, ni siquiera la dejaba anotar a los hijos, no la dejó registrar su nacimiento. Ella tuvo que ponerle el nombre y el padre no figuraba, no la dejaba ir a control médico, no tenían cédula de identidad, cosas así.

Victoria: Una vida en paralelo a lo que es lo común socialmente, niños y una madre que sobreviven al margen de la sociedad.

Analía: Sí, exactamente. Muchas veces uno ve eso, que están al margen de la sociedad.

Victoria: Nos contabas entonces sobre tus encuentros con los niños. ¿En qué consistían tus encuentros con estos niños, con la familia? ¿Cómo se daba el pasar del hijo a hablar con alguna mamá o enterarse de las situaciones que vivían?

Analía: Bueno, la iglesia tiene un ómnibus, entonces después de que los hermanos cocinaban cargábamos todas las viandas y a veces también algunas donaciones que había. Éramos un grupo de 7 personas más o menos y tratábamos de que fuera algún maestro por edad, uno para los chiquitos, para los medianos, para los preadolescentes y para los adolescentes. Entonces bajaba el maestro, tenía algún contacto con el niño, o si no, con la mamá. Hay lugares en donde hay muchos niños juntos y muchas familias y tenían que hacer fila, hablábamos con ellos, nos daban los datos, los números de celular y eso. Al principio llevábamos, además de las viandas, un cursito de 5 semanas para ir haciendo. Se lo íbamos cambiando semana a semana y los que completaban el curso se ganaban un premio. Después fuimos viendo que quizás sería lindo tener más relación con ellos e irles preguntando cómo les fue en las preguntas, así que hacíamos eso, y después fuimos creciendo en eso llevando algún recurso visual y les íbamos preguntando cosas, les pedíamos que explicaran un versículo, les predicábamos, a veces salía toda la familia y con la excusa de predicarles a los niños escuchaban también los padres.

Algunos también estuvimos repartiendo Biblias, algunas mamás querían conocer más, y varios decían que necesitaban esto, que necesitaban la iglesia. Estaba bueno el hecho de que estábamos ahí y cada domingo podían hablar con nosotros. Cuando se levantó la cuarentena, empezó la escuela y se podía ir a la iglesia con protocolo, tuvimos que hacer la escuela dominical en dos turnos porque eran muchos niños. Fue una maratón porque teníamos que dar la clase dos veces. El ómnibus salía para una zona, los traía durante una hora exactamente, llegaban, se sentaban por clase, desayunaban, cantábamos 2 o 3 canciones e iban a la clase. Mientras estaba terminando esa clase el ómnibus ya salía a la otra zona y traía a los niños de allí. Cuando entraba la segunda tanda de niños salía la primera tanda. Así que bueno, hubo días en los que era una maratón. Por ejemplo, el día del niño, que siempre es un desafío, también lo hicimos de esta manera, pero fue muy lindo. Lo que se hizo después de que empezó la escuelita fue que en vez de llevarse las viandas se llevaban canastas que se conseguían.

Victoria: ¿Cómo fue con los padres el hecho de volver a la iglesia? Porque lo que estamos viendo es que la iglesia fue a ellos. Qué importante esto a la hora de evangelizar, parece algo básico, pero muchas personas, sabiendo que necesitan a Dios, no dan ese paso de ir a la iglesia. Sin embargo, cuando hay una iniciativa de parte de la iglesia que se acerca a ellos, ya sea con una vianda con algún curso bíblico o simplemente a escucharlos, es diferente. ¿Qué pasó con esas familias?

Analía: En realidad sabían que podían contar con la iglesia. Algunos fueron a hablar por necesidad. Me acuerdo de una mamá que estaba pasando por mucha depresión, por muchos problemas, entonces se acercó y pudimos hablar. Después hubo otra mamá que también, estaba viviendo una situación muy complicada, y cuando veíamos que eran mujeres que estaban viviendo situaciones muy complicadas, junto con Marina, que es psicóloga, charlábamos. Yo hacía la parte más evangelística y ella más bien veía si había violencia, cómo poder ayudarla, todo eso. Entre las dos tratábamos de llevarlo. Ella daba la parte más clínica, más de apoyo. Surgieron, también, personas que nos mandaban motivos de oración para que estuviéramos orando por ellos. Ahora ya me están escribiendo para ver cuándo arranca la escuelita, me mandan audios de los niños cantando las canciones, todo eso. Es muy lindo.

Victoria: Qué lindo, qué bueno tener ese contacto. Pienso en esta mamá que nos comentabas, Analía, que su hijo fue asesinado. ¡Qué realidades de las que estamos hablando! ¿no? De violencia y en este caso de pérdida. ¿Qué es lo que se le dice a una persona que perdió a un hijo? El duelo sin duda debe ser terrible. ¿Es con palabras? ¿Es acompañando? ¿Es presentándole al Señor? ¿Cómo es?

Analía: Bueno, lo que hicimos fue acompañar. Fue extraña la situación que se dio porque como 10 días antes ella ya estaba tocando fondo porque la pareja se había ido, tenía 5 hijos chicos además de dos más grandes de otra pareja, y se habían quedado sin nada, no tenían para comer, era una realidad muy dura. Yo estuve hablando con ella y le dije “Ya tocaste fondo, tenés que agarrarte de Dios, lo necesitás realmente. Él puede darte una vida diferente”. Él nos saca del peor lugar y hace habitar en familia a los desamparados. Ella se desahogó ese día y a los 10 días más o menos pasó esto. Hasta para mí fue un shock, porque estábamos trabajando con ella. Pero este muchacho estaba yendo al grupo de adolescentes, y hablando con algunos líderes él había aceptado a Cristo en su corazón, le entregó su vida a Dios y le pidió perdón a Dios por sus pecados. Después de eso no llegamos a ver el cambio, pero yo le pude decir a esta mamá que él aceptó a Cristo.

Victoria: Es totalmente diferente.

Analía: Claro.

Victoria: Es un consuelo.

Analía: Sí, es así. Y bueno, nos agarramos de eso. Además, fue él el que quiso hacerlo, no es que simplemente repitió una oración, sino que realmente lo decidió hacer. Entonces lo dejamos en las manos de Dios y creo que fue el consuelo más lindo que le pude dar. Creo que mostrar el amor de Dios de distintas formas es lo que uno puede hacer en ese momento.

Victoria: Y al final, dentro de todo lo que hemos hablado, me quedo con esta esperanza. En medio de una situación de pandemia que fue difícil para todos pero que para algunos fue realmente terrible, la luz de Jesús llega a esos lugares donde tal vez las personas se sienten abandonadas o crecen acostumbradas a estar al margen de la sociedad, como decíamos hoy, pero qué lindo, en medio de la situación más difícil, tener esa palabra de aliento de poder decir que Jesús salva. Es un mensaje que es duradero y cierto. Analía, ha sido un gusto conversar contigo en estos minutos, hay mucho más para hablar, pero vamos a terminar por aquí. Te agradecemos por este tiempo y gracias también por ese trabajo que estás realizando porque es algo muy valioso para todo el cuerpo de Cristo y realmente se ven los resultados. Gracias por estar con nosotras. Amigas, las invitamos a que nos sigan escuchando la semana que viene porque hay mucho más Entre Amigas. ¡Hasta la próxima!

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