Servir en pandemia
6 abril, 2021
Celebrando la recuperación
20 abril, 2021
Servir en pandemia
6 abril, 2021
Celebrando la recuperación
20 abril, 2021

Seguimos conversando con Analía Amaral y en esta ocasión nos enseña acerca de algunas metas de carácter en las que podemos trabajar en este año. ¿Cómo estamos con la humildad? ¿Con la misericordia? ¿Con el perdón? ¿Sentimos gozo? ¿Somos pacientes? Te invitamos a conocer más acerca cómo Dios quiere seguir trabajando en tu vida. ¡No te lo pierdas!


DESCARGARLO AQUÍ:
EA1022 – Entre Amigas –
Metas de carácter



Entrevista a Analía Amaral

Victoria: Amigas, es un gusto recibirlas en este espacio de la entrevista. Hoy nuevamente nos acompaña Analía Amaral, quien ya estuvo en el programa anterior conversando con nosotros acerca del servicio en la pandemia. En esta oportunidad vamos a estar hablando acerca de metas de carácter. Analía, es un gusto tenerte nuevamente, gracias por estar con nosotras.

Analía: Mucho gusto.

Victoria: Bueno, contanos un poco acerca de qué se trata esto de las metas de carácter.

Analía: Bueno, te cuento. Resulta que, en 2019, a fin de año, estaba hablando con algunas compañeras con las que nos conocemos hace mucho, y una de ellas nos preguntó que metas teníamos para el 2020. Algunas dijeron que querían viajar más, conocer distintos departamentos del país, encontrarnos más, hacer más ejercicio, adelgazar, cosas así. Ellas no son cristianas, pero saben que yo sí lo soy, y a mí me había pasado que el año 2019 había sido un año un poco difícil. Yo ya tenía mis metas pensadas, pero no tenían nada que ver con las de ellas. Una era ser más agradecida, la otra era ser más generosa, y la otra era ser más fuerte. Eran todas metas que tenían que ver con Dios y conmigo. Y bueno, fue pasando el 2020 y llegó la pandemia, y las metas que habían planteado no se podían hacer porque uno no podía viajar, no se podía encontrar con otras personas, cambiaron muchas cosas que nadie pensó que podían pasar. Fue una sorpresa para mí ver cómo Dios puede trabajar sobre las metas de carácter pase lo que pase, así haya una pandemia, una guerra, lo que sea, porque se trata de Él y de mí. Por eso es por lo que les quiero proponer ponerse metas, pero metas de carácter.

Entonces pensé en Gálatas 5:22-23, donde leemos acerca del fruto del Espíritu, y dice así: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. La verdad que Dios nos desafía mucho con el cambio de carácter. Pero estos eran los aspectos con los que comencé, y yo les quería traer una pregunta, que es si han crecido, cómo se encuentran en ellos. Por ejemplo, en el amor, uno sabe que primero tenemos que amar a Dios con toda nuestra fuerza, con toda nuestra mente, con toda nuestra alma. Y no sé a quienes nos están escuchando, pero para mí el desafío más grande es el de la mente, decir “amo a Dios con toda mi mente y mis pensamientos los llevo cautivos a la obediencia de Cristo”.

Pero también en cuanto a las demás personas, porque si no amo a los hermanos que veo, en realidad no estoy amando a Dios, a quien no veo. Entonces pensaba ¿cuánto pienso en mí? Como para darme cuenta de mi egoísmo. ¿Pienso mucho en mí? ¿Hablo mucho de mis problemas, de mis dolores, de mis anhelos, de mis frustraciones? ¿Me tengo que sacar del centro, tengo que crecer en esto del amor? Después viene el gozo. ¿Cómo es mi ánimo? ¿Mi animo es constante? Porque sabemos que el gozo no es estar contento siempre, sino que ante las situaciones y circunstancias diferentes de la vida no estoy un día súper bien y al otro día soy el peor gusano y nadie me quiere. Es poder lograr esa constancia de carácter, de estoy animada porque sé quién es Dios, porque descanso en sus promesas, porque sé que no me va a fallar, porque tengo una esperanza en los cielos. Después la paz. Hay una canción que dice “Esa paz que siento en mi alma no es porque todo me va bien” y después dice “no miro las circunstancias”. Me hace pensar mucho en Jesús cuando estaba en la barca, se durmió, vino la tormenta y ahí estaban los discípulos desesperados diciéndole “¿no tenés cuidado de que perecemos?”, o sea, ¿no te importa que nos estamos muriendo? Y bueno, ¿cómo reacciono yo ante las tormentas de la vida? ¿Me descontrolo? ¿O puedo dormir como Jesús en las tormentas? También en el querer controlar. A veces uno quiere controlar las situaciones.

Victoria: Hasta que uno se da cuenta de que no puede controlar. Hay veces que le llega el tiempo a uno de dejar las cosas en las manos del Señor, pero hay veces que uno tiene que, como se dice comúnmente, darse la cabeza contra la pared para ver que en realidad no controlamos nada.

Analía: Sí, tal cual. Después está la paciencia, y pensaba en un niño cuando no le quieren dar algo que quiere y reacciona haciendo pataletas. ¿Cómo reacciono yo cuando no obtengo lo que quiero? ¿Puedo esperar porque no es el tiempo, porque Dios no quiere? A veces hasta en las cosas que nos salen mal diariamente. ¿Cómo reacciono? ¿Con paciencia? También en mis relaciones, ¿reacciono con paciencia hacia los demás o quiero todo “ya”? Pensaba también en la benignidad. Esto depende de la actitud que tengo hacia los demás. ¿Soy indiferente? ¿Soy implacable? ¿Soy afable, amable, amorosa? Luego viene la bondad, y me hace pensar en que solo hay uno bueno, el único bueno es Dios. Entonces ahí podemos pensar: ¿Me sale reaccionar como Jesús en las circunstancias de la vida? ¿O reacciona la carne? Lo primero que me sale, ¿qué es? Si me devuelven mal el cambio, ¿qué hago? ¿Lo devuelvo o me lo quedo? Si me hablan mal, ¿hablo mal? ¿O contesto bien? Si alguien viene y me cuenta algo malo de alguien ¿qué hago? ¿Cómo reacciono? ¿Quiero parar esa murmuración, o voy y la cuento? Entonces ahí puedo ver si en realidad estoy viviendo como Dios quiere. La fe. Sin fe es imposible agradar a Dios, y la fe es la certeza de lo que esperamos y la convicción de lo que no vemos. Qué importante que es poder crecer en fe. Dios dice que, si se lo pedimos, Él nos aumenta la fe. Pero yo pensaba acerca de mi vida, y quizás a alguna de las que está escuchando le pasa también, que hay cosas que quizás minaron tu fe. Quizás pasa que le pediste a Dios cosas y no se dio. Entonces es como que crees en Dios, pero tenés una duda.

Victoria: Como cierta reserva, ¿no?

Analía: Ahí está. Quizás pensás “ya le pedí tantas cosas y nada”, entonces frente a una situación difícil o lo que sea, ya no le pedís. Ahí hay algo que tiene que cambiar. En esa situación, lo mejor es decirle a Dios: “me está costando pedirte cosas porque en tal situación me dijiste que no, en tal otra esto otro”, y así ser sinceras con Dios.

Victoria: Sí, y pedir la fe también, ¿no? Como dice en Santiago, el que esté falto de fe que se la pida a Dios que Él va a dar en abundancia.

Analía: Sí. Qué lindo pensar eso, ¿no? Que te dice que te la va a dar en abundancia, qué lindo tener fe en abundancia. Y uno tiene que confiar en que Dios nos la va a dar. En realidad, todo el fruto del Espíritu, sólo Dios lo puede hacer en nosotros, porque si no es imposible. Después viene la mansedumbre. Cuando pienso en la mansedumbre pienso en Jesús. No hubo ni habrá en la Tierra una persona tan mansa como él. Y además esa mansedumbre por amor, porque si él no se hubiera callado cuando tuvo que callarse, porque fue varón de dolores, experimentado en quebranto. Y enmudeció su boca, porque cuando a él lo cuestionaban y le preguntaban si era el Rey de los judíos, él respondió “tú lo has dicho”. No se puso a discutir porque era un momento crucial. Él con una palabra sola los podría haber destruido porque, así como con solo decir “sea la luz”, fue la luz, con una palabra sola se hubiera terminado ese problema para él, pero para nosotros no. Y pienso en ese amor tan grande de Jesús, que estuvo dispuesto a ser tan manso y soportar tanta burla, tanto golpe para que nosotros fuéramos perdonados y librados.

Esto es algo tan importante, y quizás hay alguna amiga que aún no ha creído en este Jesús. Pero es la única forma en la que poder vivir estas cosas, y uno sabe que el amor y la paz verdaderos no se pueden encontrar si no es a través de Jesucristo.

Victoria: Y qué cosa porque cuando hablamos de mansedumbre y todo lo que logró la mansedumbre de Jesús. Que es un testimonio para nosotros, también, de lo que Él quiere hacer en nosotros, con su mansedumbre en nuestra vida.

Analía: Sí. Y bueno, él es nuestro ejemplo. Yo pensaba también en si podemos controlar el enojo cuando se nos presenta una situación y aceptar nuestro destino. Porque en realidad fue eso lo que hizo Jesús, tuvo esa mansedumbre de aceptar el destino por amor a nosotros. En el caso nuestro, porque creemos en él, porque confiamos, porque creemos en que si nos toca pasar por valle de sombra de muerte va a estar ahí, o si está todo bien también va a estar ahí. Podemos descansar en esas promesas y descansar en la esperanza que tenemos.

Victoria: Qué importante la mansedumbre. ¿Qué sigue, Analía?

Analía: Sigue la templanza. La templanza es la cualidad de actuar de forma cautelosa, justa, moderada. Yo me preguntaba: ¿Sos impulsiva? ¿Estás pudiendo medir tus reacciones ante las situaciones que se te plantean? Podemos pedirle a Dios que nos ayude con lo que nos está faltando a cada uno. Uno sabe que siempre va a estar creciendo, porque mientras estemos en la Tierra Dios va a seguir trabajando en nosotros, nos va a seguir perfeccionando hasta el día de Jesucristo, pero quizás podemos ver en qué andamos medio flojas. También encontraba más metas de carácter en Colosenses 3: 12-16. Acá hay unas cuantas que se repiten y eso está bueno, pero también podemos encontrar otras, como la misericordia. La misericordia es extenderle una mano al que está en una situación más difícil que la mía. Me puedo preguntar: ¿Cómo soy cuando veo una situación difícil? ¿Soy como el buen samaritano, que ayudó a aquel hombre casi muerto en el camino? ¿O soy como el sacerdote que siguió de largo? Una se puede preguntar. Situaciones difíciles vemos, porque es imposible no verlas, y sabemos que en todo no podemos ayudar, pero en varias sí, podemos hacer algo. Esa sería la pregunta. ¿Cómo soy cuando veo situaciones difíciles? ¿Doy vuelta la cara para no ver, para que a mí misma no me duela? ¿O me pongo en las manos de Dios? Porque si Dios me permite verlas es porque también quiere algo de nosotras. Él nos tuvo misericordia, podemos agradecer eso también, la misericordia que nos tuvo Dios para perdonar nuestros pecados. Esa misericordia de venir a nacer como un pobre, siendo el Rey de Reyes. Pero claro, es ese abrir el corazón y querer ser como Cristo.

De esto destacaba también la humildad. Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Entonces me preguntaba: ¿Vivo con orgullo? ¿o con humildad? Quizás piensan “no, yo no vivo con orgullo”. Pero quizás somos autosuficientes, creemos que sabemos todo, que nosotros podemos hacer todo solos, y quizás no buscamos ayuda. No puede haber una persona que nunca necesite ayuda, y si nunca busco ayuda es porque en realidad no estoy siendo humilde, porque necesitamos de otro. Dios nos dio a la Iglesia justamente para que nos sobrellevemos las cargas los unos de los otros. Y hasta ese versículo dice: “y así cumplirás la ley de Cristo”. Es increíble, pero realmente estamos para eso, para apoyarnos unos a otros y para edificarnos, y uno sabe que así vamos a estar más cerca de Dios porque vamos a apoyarnos unos a otros. Otra pregunta en cuanto a la humildad: ¿Reconozco a los demás? ¿Me alegro cuando otro hace algo bueno? ¿O solo quiero exaltarme a mí? Eso también, es todo un desafío, pero es lindo ser de esas personas que están destacando a los demás. A veces cuando alguien nos dice “qué bien que hiciste tal cosa”, uno se anima, ¿verdad? Seamos de esas personas que destacan lo bueno de otros.

Después viene el perdón. ¡Qué desafío el perdón! ¿Verdad? Y es un ancla. Si nosotros no queremos perdonar, o llevamos rencores guardados, en realidad los que estamos presos somos nosotros. A mi me enseñaron que perdonar es una decisión. De repente hay cosas muy difíciles que alguna persona puede haber vivido, o uno mismo, pero cuando decidís perdonar, con la ayuda de Dios, oras por eso continuamente, le pedís a Dios ayuda para eso, para poder perdonar, orás por esta persona, y con el tiempo ves que el sentimiento se va achicando, ves que lográs perdonar. Pero es porque lo decidiste de forma diaria, continua.

Victoria: Claro, es un ejercicio.

Analía: Exacto. La verdad que es como una liberación poder sentir el perdón y no el rencor. Ser agradecidos, también. Ser agradecidos es lo contrario a la queja. Pienso que si hay algo que a Dios le molesta mucho es que seamos quejosos, así como lo fue el pueblo hebreo, que no tenían carne, y que veían todo lo que ya no tenían y no valoraban lo que sí tenían. Uno, a veces, creo que le pasa también, que deja de ver las cosas buenas que Dios le ha dado. Por ejemplo, si tenés una familia, si tenés la comida en la mesa, si tenés salud, y muchas más cosas que podemos tener cada una, pero estamos mirando el punto negro en la hoja.

Victoria: Sí, y volvemos a lo que decíamos al principio, ¿no? Tal vez uno no lo exprese, pero sí lo piensa, uno es desconforme en el pensamiento. No porque no lo quiera decir, sino porque simplemente es una manera de pensar, un sistema de pensamiento que lleva a que uno nunca está conforme o que no valora las cosas que tiene, o que es.

Analía: Sí, tal cual. Y es muy necesario ser agradecidas con Dios por todo lo que nos dio. A una misma le hace bien poder ver todas esas cosas buenas que pasan, que pasaron o que están pasando. También para los que nos rodean, yo tengo hijos y tengo que ser agradecida cuando hacen las cosas bien, les hace bien a ellos. También con la pareja, los compañeros de trabajo, esas cosas cambian el ambiente.

En Colosenses también dice que la palabra de Cristo more en abundancia en nosotros, y me preguntaba: ¿Crecí en la Palabra este tiempo? Quizás alguno me dice “no estuve leyendo mucho, no estuve creciendo mucho”. Quizás hice algo como un devocional, que está bueno, pero no me enfrenté a la Palabra de Dios, y eso es necesario y nos hace bien también. Si bien no es algo de carácter, es una buena práctica. Y después sigue diciendo “enseñándonos y exhortándonos unos a otros”. Eso también está bueno, poder mirar al otro, no queriendo enseñarle con orgullo, sino con esa humildad de compartir la vida, lo que uno ya hizo mal, pero de lo que aprendió algo, y lo que hizo bien también. Creo que está muy bueno y Dios también quiere eso. Y después anoté tres sin: sin quejas, sin murmuraciones, y sin contiendas.

De todas estas cosas, que está bueno que las volvamos a leer, les recuerdo que están en Gálatas 5:22-23, Colosenses 3:12-16, 1ª Timoteo 6:18 y Filipenses 2:14, les desafío a que puedan proponerse crecer en dos o tres de estas áreas. Sin duda que va a ser de bendición.

Victoria: Analía, ha sido un gusto conversar contigo acerca de estas metas de carácter y de este trabajo que, muchas veces esperamos que Dios obre y que cambie nuestra vida, pero también hay una parte que nos toca a nosotras y es ponernos de frente, o, como decías, enfrentarnos a la Palabra y dejar que la Palabra nos señale aquellas cosas en las que tenemos que trabajar. Amigas, las invitamos a continuar escuchando Entre Amigas porque la semana que viene les traeremos un nuevo programa. ¡Hasta la próxima!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo