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Autor: Johannes Pflaum

El crecimiento en el conocimiento de Dios hace que aumente nuestra confianza en él. Esto nos prepara para las adversidades que están previstas en la Palabra de Dios para aquellos que siguen a Jesucristo.


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PE2720- Estudio Bíblico
Ser cristiano con un fuerte viento en contra (3ª parte)



Ninguno de nosotros desea sufrir. Sin embargo, la aversión al sufrimiento que caracteriza a estos tiempos nos hace reacios a padecer a causa del evangelio, pasando por alto las muchas promesas dadas a quienes sufren por amor a Jesucristo. De forma independiente a lo que creemos acerca del rapto, si antes, durante o después de la Tribulación, el libro del Apocalipsis nos enseña que confesar a Cristo está relacionado de manera directa con el sufrimiento. El último libro de la Biblia siempre ha sido de consuelo para la iglesia perseguida. En las siete cartas a las iglesias leemos acerca de los padecimientos, incluso el martirio, que muchas de estas sufrían. A pesar de todo sufrimiento y aflicción, este libro dirige una y otra vez la mirada a la grandeza de Dios. Como fue antes mencionado, incluso la postura del arrebatamiento antes de la Tribulación no debe ser de obstáculo para una visión acerca de las aflicciones sufridas por la causa de Cristo.

Un hermano me contó lo siguiente sobre los cristianos en China: un avivamiento había ocurrido antes de la Revolución Cultural. Tres personas que sin duda el Señor utilizó, siendo hasta el día de hoy grandes ejemplos espirituales, pusieron mucho énfasis en que el arrebatamiento sucedería antes que la Tribulación. Luego, al estallar la Revolución Cultural, surgió la persecución. Algunos cristianos se sintieron engañados, puesto que ahora debían sufrir de forma intensa por la fe. Además, opinaban que la Gran Tribulación nunca podía ser peor que lo que vivían en aquel momento. Algunos incluso llegaron a renunciar a la fe. De esta historia podemos aprender cuánto cuidado debemos tener de no enfatizar conceptos erróneos o combinar nuestra creencia respecto al rapto con nuestra renuencia a sufrir.

Cuando vemos que el viento en contra comienza a ser más intenso, nos preguntamos qué hacer. Por un lado, nuestro Señor nos alentó en Marcos 13:11 a no temer a los que nos interrogan, pues él mismo nos dirá lo que debemos decir. Por otro lado, Jesús habla en Marcos 13:23, en el mismo capítulo, acerca del tormento, la tentación y la persecución: Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes. El Señor nos enseña estas cosas con la intención de que estemos atentos, más allá del hecho de cuándo ocurrirá el Arrebatamiento. La Primera carta a los tesalonicenses y la Primera carta de Pedro enseñan con claridad que los períodos de aflicción no nos garantizan victorias espirituales. Por esta razón, es justo que nos preparemos de manera correcta para esos tiempos.

Por ende, debemos hacer hoy lo que no será posible efectuar bajo persecución. Este es el mismo ímpetu que el autor Werner Stoy expresa en su libro. Deberíamos practicar mucho más el evangelismo, ya sea personal o como iglesia. Nuestra libertad religiosa debería acelerar este asunto, pero de forma lamentable, sucede lo contrario. Nos hemos vuelto perezosos y despreocupados. Es posible que algún día, al mirar al pasado, lo lamentemos con gran amargura. Lo mismo se aplica a la preocupación por la misión mundial. La iglesia que sufre persecución no puede enviar ni apoyar a los misioneros, y se ve limitada en sus recursos financieros. Nosotros, que tenemos todas las posibilidades y recursos para hacerlo, a menudo damos vueltas alrededor de nuestras propias preocupaciones y nuestra iglesia local, abandonando la misión mundial que Dios nos encargó.

Hoy, como Iglesia de Cristo, podemos escuchar la Palabra de Dios y cultivar la comunión con total libertad. Pero a menudo, esto ha dejado de ser una prioridad, adaptándose a nuestros intereses y agendas. En este sentido, nos vemos fuertemente influenciados por el individualismo y el ocio. La persecución se hace muy cuesta arriba para los solitarios piadosos. Estos hermanos añoran la comunión de unos con otros bajo la Palabra de Dios. Esta precisamente fue la razón por la que los soviéticos estorbaron y prohibieron las reuniones en las iglesias. Puede que también en este sentido un día reflexionemos con tristeza sobre las erradas prioridades que gobiernan la sociedad actual.

Todo sistema que persiga al cristianismo prohibirá en primer lugar la lectura de la Biblia, porque la Palabra de Dios es poder divino. Hoy tenemos libre acceso a un trato personal con las Escrituras, sin embargo, no lo aprovechamos, pues existen otros asuntos mucho más importantes para nosotros. Cualquiera en Occidente puede leer la Biblia sin que esto tenga consecuencias, más que algún comentario fuera de lugar o algunas miradas desaprobatorias. Tenemos la libertad de leer la Biblia en nuestra casa, en el tren, sentados en el banco de una plaza, acomodados en una silla reclinable en la playa, y en todo lugar que se nos ocurra. Ahora, no digo con esto que lo único que debemos hacer es leer la Biblia en todas partes, pero es posible que llegue un tiempo donde tendremos que pagar un precio muy alto para poder leerla. Ese día tal vez recordemos con nostalgia el trato superficial que teníamos con la Palabra de Dios.

Durante mis días de estudio en el instituto bíblico pude escuchar los relatos de hermanos que habían tenido algunas experiencias en la Unión Soviética y en los campos de prisioneros. En aquel tiempo, la persecución era todavía parte de sus vidas. Por supuesto, la pregunta no se hizo esperar: ¿cómo podíamos nosotros prepararnos para algo así? Nunca olvidaré la respuesta: “Vive hoy con fidelidad y obediencia delante del Señor, entonces él también te guiará cuando todo sea diferente”.

El punto es que seamos fieles en el lugar donde el Señor nos haya colocado, que obedezcamos hoy su Palabra y vivamos en total dependencia de él. Aquel que en la actualidad vive haciendo concesiones, tomando todo con calma, no podrá mantenerse en pie cuando aumente la opresión. En la parábola del sembrador en Mateo 13:21 leemos acerca de la semilla que cayó en la roca, secándose luego: el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.

Esta es la persona que vive tan solo el momento, está llena de euforia, pero no tiene raíces profundas. Por esta razón se apartan cuando llega la aflicción. Parte de esta fidelidad está relacionada con la valentía de testificar, es decir, ser claros acerca de Cristo y el evangelio, incluso si esto no cae bien a los demás y experimentamos marginación y rechazo. ¿De qué otra manera queremos tener coraje en otras situaciones si hoy mismo lo estamos perdiendo? Esto incluye nuestra vida práctica, la manera en que tratamos a otras personas, en la que servimos y cómo nos involucramos con la iglesia.

Deberíamos anhelar, como un principio en nuestras vidas, crecer en el conocimiento de nuestro Señor. Este era un tema de preocupación, tanto para Pablo respecto a las iglesias por lo cual dice en Colosenses 1:9:no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”.

El crecimiento en el conocimiento de Dios hace que aumente nuestra confianza en él. No se trata tan solo de conocimiento teórico: las verdades bíblicas despliegan su poder cuando las llevamos a la práctica. Cuando confiamos en el Señor, considerando sus pensamientos, muchas cosas tendrán un final diferente al esperado. Pablo, al final de su vida, deja en claro cuán importante es el conocimiento de Dios ante la opresión y la persecución. Apresado como un criminal de Estado, en un calabozo húmedo, maloliente y frío de una cárcel, y a poco tiempo de su ejecución, el apóstol es capaz de escribir en 2Timoteo 1:12: “…porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

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