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Autor: Johannes Pflaum

La persecución y la tribulación son temas recurrentes en las cartas del Apóstol Pablo a las iglesias. Sin embargo, ¿cómo es nuestra respuesta como cristianos ante las adversidades?, ¿cuánto nos acordamos de nuestros hermanos que padecen persecución?, ¿somos conscientes de que vivir una fe auténtica lleva consigo, además de las bendiciones, una carga de sufrimiento?


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PE2719- Estudio Bíblico
Ser cristiano con un fuerte viento en contra (2ª parte)



Nos gusta leer en el libro de Hechos 2:47 que la iglesia primitiva gozaba del favor de todo el pueblo. Este beneficio, sin embargo, no evitó la persecución que comenzaría poco después. En este mismo contexto, leemos en Hechos 5:41 algo que no solo es contrario a nuestra naturaleza humana, sino también a nuestra actual actitud hacia la vida: “Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre”.

Visto desde afuera, podría haber parecido que la persecución había acabado con la vida de la iglesia primitiva. Sin embargo, el helado viento en contra hizo que su testimonio de Jesucristo fuera incluso más fuerte. Hechos 8:4 nos revela que aquellos que habían sido dispersos por la persecución seguían proclamando la Palabra de Dios. También resulta interesante lo que la iglesia oró una vez que los apóstoles se vieron bajo presión a causa de la persecución. En Hechos 4:29-31 No pidió para que mejorase la situación, sino por valentía para seguir testificando. Leemos en Hechos 12 que mientras Santiago moría por su Señor, Pedro era liberado. La congregación también había orado por esto. Aun así, la opresión no desaparecía.

En el capítulo 9 la historia comienza con Pablo. Lo primero que se le anuncia, en el versículo 16, luego de su conversión es cuánto tendría que sufrir por Cristo. A saber, no se trataba de un aspecto general del sufrimiento, que también puede ser severo, sino de opresión, tribulación, miedo y persecución por causa de Jesucristo. Esto sucede durante todo el libro de Hechos, con mayor o menor intensidad. En Hechos 14:22 leemos cómo Pablo y Bernabé, cuando regresaban de su primer viaje misionero, fortalecían a las nuevas congregaciones: Confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.

La persecución y la tribulación son temas recurrentes en las propias cartas del apóstol Pablo, ya sea de manera directa o indirecta. Romanos 8 nos resulta bien conocido a causa de que allí dice que nada ni nadie nos podrá separar del amor de Cristo”. Pero al leerlo, con facilidad pasamos por alto que el capítulo entero está relacionado con la tribulación sufrida por la causa de Cristo. Incluso en el versículo 36, Pablo se compara a sí mismo y a nosotros con ovejas que caminan hacia el matadero. Mientras seamos comparados con ovejas tiernas y felices, no tendremos nada en su contra, pero no nos place la comparación cuando se trata de ovejas que caminan hacia la muerte.

En 2 Corintios 11:16 en adelante, Pablo abre un poco más la puerta y nos permite tener una idea de sus múltiples sufrimientos por la causa de Cristo. Además, no debemos olvidar que el apóstol no escribió la Segunda carta a los corintios a final de su vida, sino unos tres años antes de su primer encarcelamiento, es decir, 9 o 10 años antes de su muerte. Y en una de sus primeras cartas, la Epístola a los gálatas 6:17, nos revela que, por su resoluta defensa de la gracia, lleva las marcas de Cristo en sí mismo. No se refiere a algo místico, como interpretan los católicos, sino que hace referencia a las torturas recibidas en su cuerpo por amor al evangelio.

En sus tres cartas escritas en cautiverio, que son: Efesios, Filipenses y Colosenses, compuestas juntamente con Filemón, el apóstol menciona también, de forma directa o indirecta, el tema del sufrimiento. Tomemos tan solo un pasaje de la Carta a los filipenses. En Filipenses 3:10 al 12, Pablo habla acerca del abrumador conocimiento de Cristo, a causa del cual ha considerado todo lo que una vez fue importante para él como basura. Su única preocupación es ganar a Cristo y ser hallado en él: A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.

¿Podemos decir lo mismo sin “espiritualizar” el padecimiento, sino de forma práctica, dispuestos a sufrir realmente? Acerca de esto puedo agregar algo: el bautismo es también un testimonio. Toda persona que se bautiza es bautizada en la muerte de Cristo antes de recibir la vida nueva. Esa muerte no solo tiene relación con nuestra anterior vida pecaminosa, sino también con el compromiso de sufrir por la causa de Cristo. En la actualidad, esta enseñanza no aparece en nuestras lecciones bautismales. En los países islámicos, por ejemplo, cada cristiano que se bautiza conoce bien el significado de este acto y lo que podría costarle.

Las dos cartas a los tesalonicenses fueron escritas a una iglesia joven que sufría persecución. Estas tratan principalmente del tema de la opresión y la tribulación. Además, vemos en ellas que una iglesia en persecución no se encuentra de forma automática inmune a la tentación. Lo cierto es que ambas pueden ir de la mano. La última carta de Pablo es 2 Timoteo, escrita antes de su ejecución. En ella, vuelve a enfatizar en varios pasajes la disposición al sufrimiento como condición importante para el servicio y el discipulado, en el capítulo 1 versículo 8 dice: Por tanto no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios.

En la Carta a los hebreos, la persecución tiene también un rol protagónico. Los hebreos incluso aceptaron con gozo la forzosa expropiación de sus bienes por causa de la fe, sufriendo también la encarcelación como leemos en Hebreos 10:34. También leemos en el 13:3, acerca de que no debemos olvidar a los hermanos que sufren persecución: Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismo estáis en el cuerpo”. La realidad es que descuidamos esto. No debería haber culto o reunión de oración alguna en la que no se ore por la iglesia perseguida. Se cuenta que esta intercesión era una rutina fija en los cultos celebrados por la Iglesia Confesante en el Tercer Reich. En contraste, a nosotros nos importan tan solo nuestros problemas y dolencias.

El apóstol Pedro también escribe a la iglesia dispersa y perseguida. Segunda de Pedro muestra nuevamente que la persecución no evita la tentación. Pedro anima a los creyentes a perseverar y mantenerse firmes bajo la opresión del exterior. Explica cuáles son las promesas relacionadas a este mandato, y cómo el Señor utiliza el sufrimiento y la opresión para purificar y transformar a sus hijos. Estos son dos temas en los cuales hemos perdido el enfoque en nuestros días. Vivimos en una sociedad que tiene como único objetivo evitar el sufrimiento en todos sus niveles. Además, el cristianismo actual piensa que el discipulado tiene que ver con un “éxtasis” celestial, teniendo como objetivo flotar por la vida en una bolsa de aire de bienestar espiritual.

Ninguno de nosotros desea sufrir. Existe la opción de orar para que Dios quite o alivie nuestro padecimiento. Sin embargo, la aversión al sufrimiento que caracteriza a estos tiempos nos hace reacios a padecer a causa del evangelio, pasando por alto las muchas promesas dadas a quienes sufren por amor a Jesucristo. Primera de Pedro 1:6-9 dice: En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas«.

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