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Autor: Norbert Lieth

Pocos días antes de su muerte, Jesús habló a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Este sermón contiene las más importantes declaraciones proféticas de la Biblia, que nos ayudan a ordenar cronológicamente los hechos futuros y nos desafían a alcanzar con el Evangelio a los que están afuera.


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PE2469- Estudio Bíblico
Señales de Su Venida (15ª parte)


 


Amigos, en el capítulo anterior señalamos que la expresión “dar el alimento a tiempo” de Mateo 24:45 se está refiriendo al hecho de anunciar la Palabra profética de Dios y de señalar incansablemente el regreso de Jesús. Hoy quisiera que nos preguntáramos cuáles son los efectos de este “alimento a tiempo.

En primer lugar, el “alimento a tiempo” hace que estemos conscientes de la esperanza viva que tenemos y que esta se mantenga viva en nosotros. Pablo, escribe acerca del arrebatamiento en 1 Tesalonicenses de la siguiente manera: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza (…) Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts. 4:13,17-18).

Dicho en otras palabras: ahora ustedes experimentan tribulación, angustia y lágrimas, pero no se aflijan, esto no quedará así. ¡Jesús viene! Él enjugará cada lágrima de los rostros de Sus redimidos (Apocalipsis 7:17; 21:4). Entonces, ustedes se regocijarán con gozo inefable y glorioso en Él, como leemos en 1 Pedro “a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis…” (1 Pe. 1:8).

Ahora me pregunto, amigo, ¿cómo es en nuestra vida diaria? ¿No es cierto que hoy en día muchos cristianos ya no incluyen la posibilidad del arrebatamiento en su vida de fe? Se han distanciado de ella, bajo el lema: “Mi Señor tarda en venir”. Han olvidado o no saben que para el arrebatamiento de la Iglesia no hay ningún tipo de señales; estas aparecerán únicamente antes del regreso de Jesucristo con poder y gran gloria. Pero, si ahora ya podemos ver los primeros indicios de que pronto comenzarán a ocurrir estas señales, el arrebatamiento debe estar muy cerca, pues sucederá antes de la Gran Tribulación.

¿Qué importancia tiene para nuestras iglesias la venida del Señor para el arrebatamiento? Ya casi no se escucha hablar del tema. Se habla, se filosofa y se predica acerca de muchos temas, pero muy pocas veces se escucha acerca de esta pregunta vital: “¿Está usted listo si viene Jesús?” Martín Lutero, en una predicación sobre el consuelo, dijo que la espera del regreso de Cristo era una necesidad absoluta para un cristiano: “Si no está lleno de un ardiente anhelo por ese día, nunca podrá orar el ‘Padre nuestro’. … Si lo cree, también lo debe desear de todo corazón y anhelar ese día con toda su fuerza. Pero, si no siente ese anhelo, aún no es un cristiano, y no puede sentirse orgulloso de su fe”.

Un comentario de estas palabras de Lutero, titulado “Cuando suene la trompeta”, dice: “En todo el Nuevo Testamento, encontramos reiteradas exhortaciones a mantener en pie la esperanza del regreso de nuestro Señor, como el centro de nuestra vida espiritual. La gozosa esperanza del arrebatamiento de ninguna manera debería ser un tema secundario, interesante solamente para el estudio de la Palabra profética, sino un pilar de nuestra vida espiritual” (When the Trumpet Sounds).

En segundo lugar, debemos saber que el “alimento a tiempo” es el recurso más poderoso para la santificación. Acerca de Enoc, leemos: “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Gn. 5:24). ¿Por qué Enoc vivió en una relación tan estrecha con su Dios? Encontramos la respuesta en la epístola de Judas, donde leemos: “De esto también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares” (Judas 1:14). Hace miles de años, Enoc ya sabía y proclamaba: ¡El Señor viene! Esta certeza lo transformó en una persona diferente.

Una característica sobresaliente de un verdadero cristiano, es la de ser un siervo fiel, que espera y que vela. Esta ardiente espera del retorno de Jesús tiene consecuencias directas en nuestra vida cotidiana. En la Segunda Carta de Pedro leemos: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios!… Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2 Pe. 3:11-12.14).

Le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”, expresa 1 Juan 3:2-3. El que piensa poder santificarse sin la esperanza viva del regreso de Jesús está tremendamente equivocado, pues la verdadera santificación proviene del Espíritu de Dios. Y Juan 16:13 nos dice lo que Él hace: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”.

Por lo tanto, mi amigo, el conocimiento de las profecías bíblicas trae muchas bendiciones al creyente: produce gozo en medio de la prueba (2 Corintios 4:17), fomenta la pureza y una vida santificada (1 Juan 3:3), como el resto de la Escritura, es provechosa para el andar cristiano (2 Timoteo 3:16-17), nos enseña sobre la vida después de la muerte (2 Corintios 5:8), nos instruye sobre el fin del mundo, comprueba la confiabilidad de toda la Escritura (pues las muchas profecías ya cumplidas al pie de la letra, no pueden ser producto de la casualidad), y guía nuestro corazón hacia la adoración a Dios, Quien tiene la historia en Sus manos y ejecutará Su voluntad. Lamento avisarle entonces, que menospreciar la profecía conduce a la pérdida de todas estas bendiciones.

Ahora, una pregunta muy práctica que debemos hacernos es: ¿Cuándo debemos alimentarnos? Bueno, lo debemos hacer cada día, y además hay que hacer los preparativos para este fin: hay que cocinar, poner la mesa, llamar a los comensales y servirles; y toda la casa se impregna del aroma de la buena comida. De la misma manera en que es importante alimentarnos bien diariamente, también lo es contar cada día con la venida de Jesús. El Señor nos hace entender que quisiera encontrar a Su siervo haciendo estas cosas cuando vuelva (v. 46).

El “alimento a tiempo” no se puede repartir al azar, no se puede entregar un día sí y un día no. ¡Es algo que se debe hacer todos los días! Por el contrario, el siervo malo que figura en Mateo 24:48-49, si bien también piensa en la comida, él lo hace de manera muy distinta. Mientras que el siervo prudente tiene en mente el alimento para el futuro, el siervo malo se concentra únicamente en el aquí y ahora, tal como lo hacían las personas en el tiempo anterior al diluvio: “…estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca”, leemos en Mateo 24:38.

Mi amigo, aparte de todo lo necesario que hay que hacer todos los días, ¿con qué ocupa usted mayormente su mente? ¿Piensa en el futuro, en el Reino de Dios, en su preparación para el día del arrebatamiento? ¿Hace todo lo posible para aprender a amar la venida de Cristo? ¿Es esto una carga espiritual para usted, por la que ora al Señor? ¿Es el profundo anhelo de su corazón el compartir con su prójimo acerca del regreso del Señor Jesús y del cumplimiento de la profecía, cuando habla con alguien o le escribe a alguien? ¿O por lo general está ocupado consigo mismo? ¿Gira todo alrededor de su persona, alrededor de lo terrenal, de su propia carrera o de la de sus hijos? ¿Tiene constantemente algo que criticarle a tu prójimo? ¿Trata de quedar siempre bien, dejando a otros mal parados? ¿Golpea a tu prójimo con palabras negativas, lo difama, hace comentarios a sus espaldas?

Respecto a esto muchos se excusan con la lapidaria constatación de que la palabra profética dice sobre sí misma que nadie sabe el día ni la hora del regreso de Jesús (Mateo 24:26). Esto es cierto, pero el Señor no quiere que este conocimiento se transforme para nosotros en una cómoda almohada donde recostar la cabeza para dormir. Uno, incluso, puede saber mucho, en teoría, acerca del regreso de Jesús, sin que necesariamente Lo esté esperando.

El siervo malo no piensa que el Señor ya no regrese. Él también cuenta con Su venida. Pero, para su propia perdición, cree que tardará en venir. No lo dice abiertamente, o a lo sumo, alguna vez, en su círculo íntimo. Le parece que aún tienen que suceder muchas cosas antes que el Señor pueda venir. Tal vez, hasta intente fundamentar la supuesta demora del Señor con ciertos textos bíblicos. Si una persona piensa así, ha sido engañada por el enemigo. ¿Por qué? Porque precisamente para ella el Señor llegará de manera repentina e inesperada. Como dice Mateo 24:50: “…vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe”.

Amigo, su actitud de corazón es la que demuestra cuán santificada es su vida en realidad: ¿espera a Jesús con corazón ardiente, o es algo que le da igual? No hable de santificación si no lo espera fervorosamente. Wim Malgo, el fundador de la Obra Llamada de Medianoche, escribió: “Si realmente se ha apartado de los ídolos para servir al Señor, entonces no puede ser que no Lo esté esperando”. El propio Señor Jesús se regocija en aquellos siervos y siervas que esperan ansiosamente Su venida, y dan a su prójimo el alimento correcto a la hora conveniente. “Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así”, dice Mateo 24:46. ¡Ya es tiempo de que nos pongamos en marcha, y lo hagamos!


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