Señales de Su Venida (12ª parte)
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Autor: Norbert Lieth

Pocos días antes de su muerte, Jesús habló a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Este sermón contiene las más importantes declaraciones proféticas de la Biblia, que nos ayudan a ordenar cronológicamente los hechos futuros y nos desafían a alcanzar con el Evangelio a los que están afuera.


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PE2467- Estudio Bíblico
Señales de Su Venida (13ª parte)


 


Amigos, terminamos el programa anterior preguntándonos cuál es el estado de la Iglesia en la actualidad y se planteó la posibilidad de que podríamos estar sufriendo una invasión. Usted quizás se pregunte qué clase de invasión. Bien, para realizar este planteo nos basamos en el versículo de Mateo 24:43, donde leemos: “Pero sabed, esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa”.

Aquí se nos habla del “padre de familia” y de una “casa”, así como del peligro de que el padre de familia no esté velando sobre su casa, de modo que sea posible invadirla. La Iglesia es la “casa”, es decir, el “Templo” del Nuevo Testamento (1 Pedro 4:17; 1 Timoteo 3:15). “Sed edificados como casa espiritual”, leemos en 1 Pedro 2:5. Cuanto más avanzamos en el tiempo final, tanto más aumenta el peligro de que ocurran invasiones en la Iglesia de Jesús, porque los “padres de familia” no están velando correctamente.

Todo lo que contradice a la Biblia pertenece al espíritu anticristiano, y ese espíritu entra como ladrón en la Iglesia, para robar aquello sobre lo cual no se está velando. Los “padres de familia”, en una iglesia local, son los líderes y pastores de la congregación. Acerca de las características que ellos deben tener, Pablo escribe, entre otras cosas: “…es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios” (Ti. 1:7). Los líderes de las iglesias son, por lo tanto, los “administradores de Dios”, es decir, los administradores de los asuntos espirituales y de los dones de una iglesia. Ellos velan sobre el orden que el Espíritu Santo ha establecido para la iglesia. Por esta razón se instituían y se instituyen este tipo de líderes en las iglesias locales (vea por ejemplo: Hechos 20:28; Tito 1:5).

Con respecto a la invasión que afecta al orden de la iglesia, en este aspecto administrativo, menciono un ejemplo alarmante que se está dando en el último tiempo: hay iglesias en las cuales se permite a las mujeres servir el pan y el vino en la Cena del Señor. Esto no está de acuerdo con el orden bíblico. No se trata de discriminación, sino de respetar el orden espiritual dado por Dios. Para Dios, todas las personas tienen el mismo valor. Con respecto a la salvación, no hay diferencias; pero sí con respecto al orden en la iglesia.

Lo mismo pasa fuera de la Iglesia, donde también debemos respetar el orden establecido: todos los ciudadanos son iguales ante el Estado, pero a pesar de esto, no todos son policías. Un policía de tránsito, en uniforme oficial, está autorizado para dirigir el tránsito. Un ciudadano común no tiene esta autoridad. Con esto solamente quisiera demostrar una de las tendencias del tiempo final, que ya está alcanzando también a la Iglesia de Jesús.

La Cena del Señor fue instituida por el Señor Jesús como una modificación de la Pascua. Durante la fiesta de Pascua, el padre de familia, como sacerdote de la misma, debía sacrificar el cordero. En Éxodo 12:3 leemos: “Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia”. Aquí queda bien claro que era el padre quien presidía a toda la familia. Y ahora nos preguntamos: La Cena del Señor, ¿no es parte de la administración de una iglesia? ¡Naturalmente que sí! Porque durante la Cena, entre otras cosas, se administra lo que el Señor Jesús le encomendó a los apóstoles: “…haced esto en memoria de mí” dice en 1 Corintios 11. Esta administración es, exclusivamente, la tarea de los hermanos líderes de una iglesia.

Otro tipo de invasión que hallamos en la Iglesia, amigo, es la invasión en la santificación personal. Parte de la preparación de la Iglesia es la vigilancia personal de cada miembro y su santificación individual, para que el ladrón no pueda irrumpir en la casa para robar objetos santificados al Señor. Y nada promueve más la santificación personal que la expectativa viva de la venida de Jesucristo (comp. Romanos 13:11-12).

El apóstol Pablo, exhortó a Timoteo: “Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:14-15). De Martín Lutero, se cuenta la siguiente anécdota: una noche, el reformador fue visitado por el diablo, quien lo despertó y le preguntó: “¿Es aquí donde vive Lutero?”. A esto, se dice que Lutero contestó: “No. ¡Aquí vive Cristo!”. E inmediatamente el diablo huyó. Este es un ejemplo de la guerra espiritual en la que vivimos.

Por eso, amigo, es necesario que todos nos preguntemos: ¿Cómo debemos comportarnos entonces en la Iglesia de Jesucristo? El Señor Jesús nos dice en Mateo 24:42: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor”. Pero ¿qué quiere decir exactamente con “velar”? ¿Cómo podemos llevar este concepto a la vida práctica?

Bueno, velar significa en primer lugar, “quitar la levadura”. La levadura es una imagen del pecado y de la devastadora proliferación del mismo. Cada año, antes de la fiesta de la Pascua, había que quitar toda la levadura de las casas de los israelitas (Ex. 12:15). Las mujeres lo hacían con mucha atención y cuidado, buscando a la luz de velas y lámparas en toda la casa, hasta en los últimos rincones, para encontrar cada grumito de levadura, por más pequeño que fuera, y barrerlo.

En 1 Corintios 5:6-8 leemos: “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y verdad”. Un poco de levadura, es decir el tolerar solamente un poquito de pecado, ya sea la maldad, la perversidad, la envidia, los celos, la maledicencia, la mentira etc., puede leudar toda la persona, e incluso una iglesia entera.

Cada cristiano nacido de nuevo, cuando se convirtió, ha sido lavado por la sangre de Jesús, pero debe cuidarse, de ahí en más, de no mezclarse nuevamente con la “levadura”. Si no velamos, el pecado invade nuestra casa y nos roba la paz, el gozo y el poder del Espíritu Santo. La Biblia, no obstante, nos dice en 1 Juan que todo aquel que tiene la esperanza puesta en la venida de Jesús, se purifica a sí mismo, así como también Él es puro (1 Juan 3:3). Entre otras cosas, barrer la levadura también significa cuidar la unidad dentro de la Iglesia de Jesús. El apóstol Pablo les recomienda a los efesios de esta manera: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4:1-3).

En segundo lugar, amigo, velar significa andar en la luz. ¿Qué guardia nocturno haría su tarea sin una buena linterna? ¿Qué minero bajaría a la mina sin su lámpara? En las casas más iluminadas es donde menos se entra para robar. La Biblia, a menudo, nos exhorta a que velemos y que andemos en la luz: “Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas” dice Juan 12:35. Los ladrones, generalmente, aprovechan la oscuridad para irrumpir en una casa. Si nuestro corazón está oscuro, será mucho más fácil para el ladrón entrar y robar.

Pero, si nuestro corazón está lleno de la luz de Jesús, si estamos llenos del Espíritu Santo, el ladrón no se atreverá a entrar, ya que entonces sería descubierto y echado de inmediato. El significado de una vida en la luz, nos es mostrado en Romanos 13:11-14: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación [el arrebatamiento] que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”.

En tercer lugar, velar también significa permanecer en Jesús. El Hijo de Dios es el que protege nuestra vida. Por eso la Palabra en Ro. 13:14 nos dice que nos vistamos de Él. En Jesucristo estamos completamente a salvo de todo pecado. En y a través de Jesús, tenemos y mantenemos la victoria. Cuando el Señor Jesús gobierna nuestra vida por medio de Su Espíritu, llegamos a ser vencedores; podemos resistir al diablo y rechazar el pecado, y entonces esperamos con anhelo la venida del Señor.

Si no permanecemos en Jesús, vendrá el ladrón y nos robará la seguridad de la salvación y la victoria. Por eso, 1 Juan 2:28 nos exhorta, diciendo: “Y ahora, hijitos, permaneced en Él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”. Por lo tanto, amigo: ¿estamos en preparación o en invasión? La Iglesia de Jesucristo se encuentra en el proceso de preparación para el regreso del Señor. Pero, precisamente por eso, el peligro de que sea invadida para robarla, es muy grande. ¡Velemos, avivemos la esperanza del regreso de Jesús, y ajustemos nuestra vida a esta meta!


Si desea puede adquirir el libro sobre el que está basada esta serie de programas.


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