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Autor: William MacDonald

Otro atributo maravilloso de Dios es Su sabiduría. Éste está en cierto modo relacionado con Su omnisciencia, pero no es lo mismo. Su omnisciencia habla de Su vasta extensión de información y comprensión, mientras que Su sabiduría es la habilidad de usar ese conocimiento para producir los mejores resultados posibles con los mejores medios posibles.


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PE2267 – Estudio Bíblico
Sabiduría de Dios



¡Qué gusto poder saludarles! ¡Sean todos muy bienvenidos! Dios es Sabio Más Allá de Toda Descripción.

En Romanos 11:33 leemos: ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!

Uno de los atributos maravillosos de Dios es Su sabiduría. Éste está en cierto modo relacionado con Su omnisciencia, pero no es lo mismo. Su omnisciencia habla de Su vasta extensión de información y comprensión, mientras que Su sabiduría es la habilidad de usar ese conocimiento para producir los mejores resultados posibles con los mejores medios posibles. Es Su juicio perfecto y discernimiento infalible. Así dicen algunos pasajes de la Escritura:

Con Dios está la sabiduría y el poder;
Suyo es el consejo y la inteligencia….
Con él está el poder y la sabiduría;
Suyo es el que yerra, y el que hace errar (Job 12:13 y 16).

¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová!
Hiciste todas ellas con sabiduría;
La tierra está llena de tus beneficios (Sal. 104:24).

Jehová con sabiduría fundó la tierra;
Afirmó los cielos con inteligencia.
Con su ciencia los abismos fueron divididos,
Y destilan rocío los cielos (Pr. 3:19 y 20).

Los trazos de la sabiduría de Dios se dejan ver en la creación natural, pero la revelación completa se extenderá por toda la eternidad. Tomemos el universo como ejemplo. Un artículo científico reciente decía que está tan precisamente afinado, que las probabilidades de que se realizara al azar “sería lo mismo que tirar un dardo microscópico imaginario por el universo al objeto celeste más distante y dar en un blanco de un milímetro”.

El cuerpo humano es una obra maestra de la sabiduría e ingeniería divina. Por ejemplo, un escritor observó: “Se ha descrito el cerebro como un telar encantado. De alguna manera recibe las pulsaciones eléctricas de 252 puntos en los ojos humanos y, en tiempo real, transforma estos pequeños grupos de datos en un ‘tapiz’ que le enseña lo que está delante suyo”. De modo similar, el ADN, que es la base hereditaria, “es tan estrecho y tan compacto que todos los genes de todas las células de mi cuerpo cabrían en un cubito de hielo; pero si las cadenas de ADN fuesen desatadas y unidas entre sí de extremo a extremo, la hilera podría alargarse desde la tierra hasta el sol, y de nuevo más de cuatrocientas veces”.

Está el milagro de la mente, respecto a lo cual, Dios el Diseñador preguntó en Job 38:36:

¿Quién puso la sabiduría en el corazón?
¿O quién dio al espíritu inteligencia?

También está el milagro del espíritu, por el cual podemos tener comunión con Dios. En oración dejamos el planeta tierra, entramos en la sala del trono del universo, y conversamos con el Rey.
También vemos la sabiduría de Dios en la creación espiritual. El plan de salvación lo demuestra. Pablo nos recuerda en 1 Co. 1:21 que “ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”; y en el v. 24 nos dice que “Cristo [es] poder de Dios, y sabiduría de Dios”. En Su sabiduría, Él no escogió a los sabios, los poderosos o los nobles; escogió a los necios, débiles, viles y menospreciados –en una palabra, a los “don nadie”– para llevar gloria a Su Nombre (así leemos en 1 Co. 1:26 al 29).

Toda la creación está llena de la evidencia de la sabiduría divina. Todas Sus obras expresan Su sabiduría.
La sabiduría de Dios, perfecta y completa, significa que Él nunca puede equivocarse. Como decimos a veces, Él es tan amoroso que no puede ser rudo, y tan sabio que no puede cometer un error. ¡Qué confianza en nuestro Señor nos da esto! Sea lo que sea que nos acontezca, no es ni error ni accidente. Si tuviésemos Su sabiduría, planearíamos nuestras vidas exactamente de la misma manera en la que Él las ha planeado.

Esto significa que Su dirección es la mejor. Podemos confiar en Él como nuestro Guía. Demasiado a menudo tomamos el timón en nuestras propias manos. Si fuésemos sabios, en lugar de aconsejarle qué hacer en nuestras vidas, lo dejaríamos escoger por nosotros, porque Él sabe lo mejor. Él es el verdadero y sabio Consejero.

Es verdad, nunca vamos a poder ser tan sabios como Dios, pero esto no nos excusa para no aprovechar Sus recursos y mostrar sabiduría en nuestras vidas cotidianas. Debemos ser “prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (así leemos en Mt. 10:16). Debemos caracterizarnos por la sabiduría que viene de lo alto, una sabiduría que es pura, pacífica, amable, benigna, “llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (como dice Stg. 3:17). Somos sabios si oímos las enseñanzas de Jesús y las ponemos en práctica (Mt. 7:24). Y, debemos andar sabiamente para con los que están fuera de la fe (según Col. 4:5).

Los creyentes revelan otros rasgos de la verdadera sabiduría. No juzgamos por las apariencias externas. Valoramos la alabanza de Dios, no la de los hombres. Compartimos el pensar de Dios, de que las cosas que la mayoría de las personas estiman, son abominaciones. Aprendemos de la Palabra de Dios, y de este modo evitamos muchas lecciones amargas en la escuela de la experiencia. Encontramos seguridad en la multitud de consejeros. Hallamos paz al aceptar las cosas de la vida que no se pueden cambiar. De estas y muchas otras maneras, los creyentes nos manifestamos como personas de sabiduría y verdaderos hijos de
Aquel de quien Isaac Watts escribió:
Las estrellas Él formó, esas celestiales llamas
flameantes,
Su número cuenta Él, y por su nombre a cada
una llama:
No conoce límite alguno, pues es inmensa Su
sabiduría,
Sumergidos quedan nuestros pensamientos en su profundidad.

Sí, como dijimos al principio, la sabiduría de Dios es uno de Sus maravillosos atributos. Pero, queremos seguir enumerando esos atributos y es por eso que los invitamos a acompañarnos en el próximo programa para comenzar a hablar de otro de ellos. Y éste es que: Dios es Bueno.

Así lo leemos en el Salmo 119:68:
Bueno eres tú, y bienhechor.

Dios es bueno en el sentido de que es moralmente perfecto. Todo lo que hace es bueno, esto es, amable y benéfico. Él es excelente y completamente libre de todo lo que sea malicioso o indigno. Es misericordioso, lleno de gracia, generoso, amante, paciente, perdonador y digno de confianza –todos estos atributos y más, están incluidos en Su bondad.

Por eso, David, en el Sal. 27:13, habló de “la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes”. Los esperamos, entonces, para compartir este nuevo tema. ¡Hasta entonces, y qué Dios los bendiga!

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