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Autor: Philip Nunn

¿Obra Dios en respuesta a nuestras oraciones? Lo seguro es que el Espíritu de Dios habla y guía a individuos, y siempre lo hace en armonía con la Palabra escrita de Dios. Veremos también que para Jesús, la oración era algo vital, una fuente de dirección y de energía para hacer la voluntad del Padre.


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PE2581 – Estudio Bíblico
Razones para creer (16ª parte)



Dios obra hoy en día

 

Amigo, antes de comenzar el estudio bíblico de hoy, quiero recordarle un punto importantísimo que hemos subrayado en el programa pasado: el tener una relación con Dios es nuestro más alto llamado. Escoger ignorarlo o rechazarlo es nuestra mayor pérdida. También recordemos que una relación requiere comunicación. Por lo tanto, ¡Dios quiere comunicarse con nosotros!

Muchos se preguntan: ¿obra Dios en respuesta a nuestras oraciones? Otros insisten en que, si la voluntad de Dios para este mundo, para su familia y para su vida es buena y perfecta, ¿por qué deberían intentar cambiarla a través de la oración? En la Biblia, es evidente que aquellos que oraban realmente esperaban que algo pasara. Jesús mismo animó a sus discípulos con la siguiente promesa en Juan 16:23 al 24: “De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”. Sin embargo, el hecho de que hoy en día, en África, haya cristianos que mueran de hambre a pesar de sus oraciones y otros sean brutalmente asesinados en Siria y Afganistán, es clara evidencia de que la oración es algo más complejo que “pide y recibe”. Es irrazonable esperar que un Dios sabio y todopoderoso cumpla al mismo tiempo los pedidos de oración muchas veces contradictorios de millones de hombres falibles, egoístas y con visiones limitadas.

Aun así, Jesús nos anima a orar. Él mismo oró con frecuencia. En los evangelios leemos que Jesús oraba, a veces solo, a veces con otros, y cuando lo hacía esperaba que algo pasara. Para Jesús, la oración era algo vital, una fuente de dirección y de energía para hacer la voluntad del Padre. Ya que Jesús necesitó y valoró la oración, yo también elijo orar. A veces me siento decepcionado con la oración. En algunos momentos críticos me he sentido muy frustrado. Pero aun en estas situaciones, la vida de oración de Jesús me ha sido de mucho aliento. No todas sus oraciones fueron contestadas de la manera que yo hubiera esperado. Jesús oró antes de escoger a sus doce discípulos y, aun así, un traidor se infiltró en el grupo. Jesús oró que la fe de Pedro no faltara y, aun así, en un momento crucial, este negó a Jesús tres veces. Jesús oró por la unidad entre todos los cristianos y, aun así, estamos divididos en muchos grupos, corrientes y denominaciones.

Además, Jesús a veces no pedía por cosas por las que yo probablemente hubiera pedido: Jesús no oró para que Juan el Bautista fuera liberado de la prisión, y aun así se entristeció mucho cuando oyó que Juan había sido decapitado. Él no multiplicaba el pan diariamente para alimentarse a sí mismo y a sus discípulos. Dependía de lo que le daban, por ejemplo, del apoyo económico de un grupo de mujeres adineradas (Lucas 8:3). Cuando Jesús estaba a punto de ser arrestado, le dijo a Pedro: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:53). Él podría haberlo hecho, pero escogió no hacerlo. Así que fue arrestado y crucificado. Concluyo que fácilmente puedo orar por las cosas equivocadas. No necesariamente cosas malas, pero sí cosas equivocadas.

Ahora, amigo, déjeme explicarle por si usted no lo tiene claro, que orar básicamente es hablar con el Dios creador y personal. Esto implica más que enumerar las necesidades y los deseos que sentimos. De la misma manera que la comunicación es la base de toda relación buena y sana, la oración es la base de nuestra relación con Dios. Necesitamos hablar si queremos ser amigos. Al Dios creador y personal, como a la mayoría de nosotros, le importa que le amemos, que le respetemos, que le creamos y que confiemos en él. El construir esta relación es la función principal de la oración.

Al final de un día muy ajetreado de enseñar y sanar, Jesús dijo a sus discípulos: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:37, 38). Animó a los discípulos a pedirle a Dios lo que ellos ya sabían que Dios quería hacer. ¿Qué nos enseña esto acerca de la oración, amigo? Que la oración cambia la actitud y las expectativas de la persona que ora. Y hay aún más. Nos muestra que Dios a veces se abstiene de hacer lo que él quiere o desea hacer en la tierra, esperando que alguien se lo pida en oración. A veces Dios elige hacer su voluntad solamente en respuesta a nuestras oraciones. En la Biblia encontramos muchos ejemplos de esto, por ejemplo, en Mateo 9:37-38, en Ezequiel 22:30 y en Santiago 4:2-3.

Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar en Mateo capítulo 6, Jesús les enseñó a pedir diciendo “hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (v. 10). La oración está claramente relacionada con la voluntad de Dios en el cielo. Jesús también les enseñó a «orar en su nombre” (Juan 15:16), y en Judas 1:20 se nos anima a que oremos “en el Espíritu Santo”.

El misterio de la oración está en que Dios ha determinado que la oración sea el medio por el cual su voluntad sea hecha en la tierra. Entre mejor aprendamos a orar en armonía con su voluntad, más resultados veremos y más efectivas serán nuestras oraciones. Para saber por qué cosas debemos orar, para descubrir lo que Dios quiere hacer, estudiemos la Biblia y pidamos a Dios discernimiento para poder comprobar “lo que es agradable al Señor”, como leemos en Efesios 5:10. A veces Dios comunica su voluntad específica de manera subjetiva a aquellos que están dispuestos a orar. El contacto con Dios por medio de la oración es un privilegio, es esencial para la vida cristiana, a veces es poderosamente efectivo, y aun así sigue siendo un misterio. Por ellos no me sorprende que los discípulos le rogaran a Jesús diciendo “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1). El hecho de que Dios actúe con base en la oración, a veces de maneras y en momentos que nunca hubiésemos esperado, sirve también como un recordatorio de que Dios sigue obrando en nuestro mundo hoy.

Ahora amigo, otro recordatorio de que Dios sigue obrando en el mundo hoy, son los evidentes cambios positivos que vemos en las personas que rinden sus vidas a Jesús. Cuando tenemos una “experiencia con Dios”, nuestras vidas normalmente cambian. “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viajas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”, leemos en 2ª Corintios 5:17. El orgullo y la arrogancia comienzan a dar paso a la humildad, el egoísmo al amor y a la generosidad, el engaño a la verdad y a la sinceridad. Las relaciones se benefician de ello y las familias se unen. Bueno, esto no quiere decir que los cristianos sean personas perfectas. Siguen siendo capaces de cometer los peores pecados. Pero el Espíritu de Dios, que mora en cada cristiano, obra con poder cambios muy positivos y a veces asombrosos, porque como dice Filipenses 2:13 “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

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