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Autor: Philip Nunn

¿Transgreden los milagros las leyes de la naturaleza? ¿Cuán relacionados están con la oración? ¡Lo seguro es que ocurren con el fin de indicar algo más!


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PE2580 – Estudio Bíblico
Razones para creer (15ª parte)



Dios obra hoy en día

Amigo, le propongo comenzar el estudio de hoy conversando sobre los milagros y las leyes de la naturaleza. ¿Transgreden los milagros las leyes de la naturaleza? En su libro titulado “Milagros”, C.S. Lewis usa algunas comparaciones que ayudan a mostrar cómo se relacionan los milagros y las leyes de la naturaleza. Un físico puede predecir el movimiento de las bolas de billar si cuenta con datos tales como el peso de las bolas, su velocidad y el índice de fricción de la mesa, entre otras cosas. Y aun así sus predicciones pueden ser erróneas si en cierto momento la bola pasa por unas inesperadas micropartículas de mugre en la mesa o alguien golpea el codo del jugador. El hecho de que el resultado sea diferente a la predicción no invalida las leyes de la naturaleza. Simplemente muestra que había una información adicional que el físico no tuvo en cuenta: en este caso, la micropartícula de basura en la mesa o la intervención de una persona ajena. Por esta razón, los científicos hacen sus predicciones bajo la condición de “igualdad de circunstancias” y “salvo que haya interferencias”. Un milagro es uno de esos momentos especiales en los que Dios, sin suspender o alterar las leyes de la naturaleza, agrega un nuevo elemento a la ecuación. Los milagros son excepciones a lo que normalmente sucede.

Tenemos aquí otra interesante analogía que Lewis usa como explicación. Él dice: “Si esta semana pongo mil dólares en el cajón de mi escritorio y agrego dos mil la próxima semana y otros mil la semana que sigue, las leyes de la aritmética me permiten predecir que la próxima vez que abra mi cajón, encontraré cuatro mil dólares. Pero supongamos que cuando abro mi cajón solamente encuentro mil dólares. ¿Qué puedo concluir? ¿Que las leyes de la aritmética han sido quebrantadas? ¡Definitivamente no! Puedo más razonablemente concluir que algún ladrón transgredió las leyes del Estado y robó tres mil dólares de mi cajón. Pero sería ridículo decir que las leyes de la aritmética hacen imposible creer en la existencia del ladrón o en la posibilidad de su intervención. Por el contrario, es justamente el normal funcionamiento de estas leyes el que pone de manifiesto la existencia y actividad del ladrón”. Hasta allí va el razonamiento de Lewis, amigo.

Ahora, déjeme contarle acerca de una familia cristiana paquistaní que buscaba asilo y llegó a nuestra iglesia. El padre, ya anciano, acababa de ser internado en un hospital debido a un intenso dolor. Las ecografías confirmaron que tenía un cálculo biliar. Debido a su tamaño, los especialistas decidieron removerlo quirúrgicamente. Al mismo tiempo, muchos cristianos estaban orando por él. Cuando fue operado, el cirujano constató con asombro que ¡el cálculo biliar ya no estaba allí! ¿Qué hacemos con historias como estas, amigo? Personalmente me inclino a ser precavido y desconfiado. Pero conozco a las personas involucradas en esta historia. ¿Fue esta una respuesta sobrenatural a la oración? ¿Disolvió Dios el cálculo biliar de un modo acelerado pero natural? ¿O es simplemente una interesante coincidencia?

La mayoría de los milagros también dan lugar a explicaciones alternativas. Muchas “obras de Dios” pueden ser descritas como eventos naturales. Lo que a menudo las hace especiales es que ocurren “accidentalmente” en el momento oportuno, y a menudo se relacionan de alguna manera con la oración. Esto me recuerda el dicho del arzobispo anglicano William Temple (1555-1627), con el cual resumió su experiencia de vida. Temple dijo: “Cuando oro, ocurren coincidencias. Cuando no lo hago, no ocurren”.

Cuando oí por primera vez la historia sobre el cálculo biliar, me pregunté por qué el cálculo no desapareció antes del último examen, ya que así se hubiera evitado la cirugía. Esto ilustra algo más que he aprendido acerca de los milagros: por lo general, no son eventos sencillos. Cuando ocurren son expresiones del amor y cuidado de Dios, pero normalmente no encajan en una fórmula sencilla. No hay nada predecible o automático en ellos. Jesús y Pedro caminaron sobre el agua, pero este milagro no se convirtió en una herramienta habitual en viajes misioneros por el mar. Jesús multiplicó el pan, pero este milagro no es hoy una herramienta para solucionar la escasez de alimentos en el África. Jesús y los apóstoles sanaron a muchas personas, pero estos milagros nunca se hicieron con la intención de detener la investigación médica o de cerrar los hospitales. De hecho, Jesús mismo recomendó recurrir a los médicos, cuando dijo en Lucas 5:31: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”.

Los milagros en la Biblia, y también hoy en día, son “señales”. Ocurren con el fin de indicar algo más. Raramente están aislados, más bien son parte de una historia más amplia y contribuyen a una meta mayor. Amigo, ¿podría ser que Dios hubiera querido no solamente alentar a una familia paquistaní, sino también tocar el corazón de un cirujano muy seguro de sí mismo? Podemos ver en todo esto, que el Dios creador y personal revelado en la Biblia tiene un profundo deseo de relacionarse con su creación, de redimirnos y de entablar una amistad con nosotros como individuos. Recuerde, amigo, que el tener una relación con Dios es nuestro más alto llamado. Escoger ignorarlo o rechazarlo es nuestra mayor pérdida. Una relación requiere comunicación. Por lo tanto, Dios quiere comunicarse. Lo hace al poner pensamientos o ideas en nuestras mentes. Muchos cristianos afirman oír a Dios hablándoles, algunos mientras pasan tiempo en oración y otros a través de un sueño o de otra experiencia. ¿Son falsas todas estas experiencias? Quizás algunas. Quizás muchas. Pero la existencia de lo falso no debe ser usada para rechazar o desacreditar lo genuino.

A los cristianos se les anima a buscar la guía de Dios y a escucharle hablar. Jesús lo dijo de este modo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). El apóstol Pablo afirmó que Dios, a través del Espíritu Santo, mora en todo cristiano “nacido de nuevo” y que cada uno puede ser “guiado por el Espíritu de Dios” (Romanos 8:9-16). Cuando experimenta este tipo de cosas, le hacen detenerse, maravillarse y adorar a Dios. Pero ¿no son bastante subjetivas estas experiencias y revelaciones personales? La respuesta es que sí, son subjetivas.

Entonces, ¿cómo podemos saber si es el Espíritu de Dios el que nos guía, dirige y mueve? Una prueba es comparar “ese pensamiento” con otras palabras y obras de Dios registradas en la Biblia. Se nos insta a estudiar la Biblia para poder pensar de la misma manera que piensa Dios y para educar, transformar y renovar nuestras mentes, “para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). También hoy en día, el Espíritu de Dios habla y guía a individuos. Lo que dice y su guía siempre estarán en armonía con la Palabra escrita de Dios.

Las enseñanzas y los principios que encontramos en la Biblia proveen el marco que nos permite poner a prueba toda comunicación futura. Dentro de este marco, Dios ocasionalmente guía a una persona a emprender un ministerio o a dejar de hacer cierta actividad, a viajar, a visitar o a llamar a cierta persona, a comunicar cierto mensaje, a cantar una canción o a orar por algo en particular. ¡Qué maravilloso es saber que Dios sigue obrando en el mundo de hoy! ¿No le parece, amigo?

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