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Autor: Wim Malgo

El que ora tiene que sincerarse delante de Dios y permitir que Dios quite los obstáculos que impidan la contestación. Dios pone a prueba el corazón del que ora de verdad. Wim Malgo anima al oyente orar con entrega sacrificial. Aquellos que dejan que Dios les pruebe así, no temerán la última gran prueba, sino tendrán recompensa en el Tribunal de Cristo.


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PE2620 – Estudio Bíblico
Oración y Prueba (2ª parte)



Al hablar de la oración, produce un profundo desconsuelo, ver cuán pocas personas hay, también entre los oyentes, que han permitido que el Señor pruebe sus corazones a fondo. Sin embargo, ¡el Señor realmente está esperando hasta poder probarte, juzgarte a fondo y purificarte, para que puedas orar con autoridad espiritual! En Salmos 11:4-5, leemos al respecto: «Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres. Jehová prueba al justo«. Vivimos en la última etapa del tiempo final; por eso, todos nosotros experimentamos el ser probados, alumbrados y purificados cada vez más. Seguramente nunca hubo tantas enfermedades entre los creyentes como hoy, pero esto también es una señal de los tiempos postreros.

Pero no solamente los miembros de la Iglesia de Jesús, sino que también Israel, especialmente la tribu sacerdotal de Leví, está en o ante la última gran prueba, por ejemplo, a través del cada vez más fuerte aislamiento internacional, como el Señor lo dijo por boca del profeta Zacarías en el capítulo 13:9: «Y meteré el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios«. También aquí vemos otra vez: El Señor prueba primero el corazón, antes de poder oír. Malaquías 3:3 dice lo mismo: «Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia«. De los cinco sacrificios del Antiguo Testamento, la ofrenda era el único sacrificio sin sangre. Consistía en harina fina de trigo, sobre la cual echaban aceite y la presentaban al Señor junto con incienso como un sacrificio quemado. La ofrenda es una representación profética de la vida santa y perfecta de Jesucristo; nuestro Señor no necesitaba ningún sacrificio de reconciliación para El mismo. Solamente el que se dejó probar y purificar por el Señor, Le puede traer ofrendas.

¿No es sumamente notable, que serán en primer lugar los levitas y sacerdotes del pueblo de Israel, los que serán juzgados y purificados por Dios? ¿No es una muy clara representación de nosotros, del Nuevo Pacto? Sí, con toda seguridad, pues Pedro dice de los creyentes neotestamentarios en I Pedro 2:9: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable«. ¡Sí, hoy en día somos probados! Y lo digo con toda seriedad: Estamos delante de la última gran prueba.

Después del arrebatamiento de la Iglesia de Jesús en su totalidad, cada hijo de Dios será traído ante el tribunal de recompensa de Jesucristo. Entonces vendrá la última gran prueba, que se describe de la siguiente manera en I Corintios 3:13: «…la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará«. Los paralelos con Israel son evidentes. En consideración de esta última gran prueba, el Señor nos prueba cada vez más a fondo a través de grandes aflicciones o tormentas. Pero el Señor Jesús dice en Lucas 6:47 y 48: «Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca«. Pero ¡ay de aquél que no está fundado sobre la Roca; éste no resistirá la prueba. Según leemos en Mateo 7:27: «Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina«.

Israel fue puesto a prueba por el Señor durante 40 años en el desierto. En Deuteronomio 8:2 leemos: «Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos«. Muchos hoy no salen victoriosos de esta prueba. El Señor Jesús dice en Mateo 7:24: «Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca«. Para llegar a tener un fundamento debajo del castillo, debemos prestar atención a las Palabras de Jesucristo. Quizás las leemos y oímos sin saber por el momento qué hacer con ellas. Pero llegará el momento en que estaremos en una situación en la cual el Espíritu Santo nos recordará lo que Jesús dijo. ¿Obedeceremos entonces? Jesús dice que es a través de «oír la Palabra y hacerla» que se ponen fundamentos bajo los castillos espirituales. ¡Presta atención a Su Palabra, y toma tiempo para ello!

Nuestros castillos espirituales deben estar bien construidos. El valor de un edificio no es determinado por su belleza, sino por su fundamento. Existen hermosos edificios espirituales, que fueron construidos según el modelo de libros o de hombres, llenos de hermosísimas palabras y de actividades prácticas. Pero cuando son puestos a prueba, se derrumban en sí mismos. No estaban construidos sobre las Palabras de Jesucristo, sino totalmente en el aire, sin fundamento. «Construye tu carácter, parte por parte, según las instrucciones de Mis Palabras,» dice el Señor Jesús. Cuando venga luego la gran prueba, estarás firme como una roca. No estamos continuamente en un tiempo de crisis. Pero cuando la crisis viene, en uno o dos segundos todo ya ha pasado. No tienes la posibilidad de buscar evasivas. Eres desenmascarado en el momento. Si alguien se ha edificado interiormente por oír las Palabras de Jesús y obedecerlas, en el momento en que llega la crisis, no es su fuerza de voluntad la que lo mantiene firme, sino que es sustentado por el poder de Dios.

¡Continúa edificándote en la Palabra de Dios cuando nadie te observa! Entonces conocerás en el tiempo de la crisis que estás sobre un fundamento firme como la roca. Pero si no te has edificado sobre la Palabra de Dios, te derrumbarás, no importa cuán fuerte sea tu voluntad. Todo lo que edificas, acabará en una catástrofe, si no está edificado sobre las Palabras de Jesucristo. En cambio, si haces lo que Jesucristo te dijo y alimentas tu alma con Su Palabra, no tienes que temer ninguna crisis, sea cual fuere su aspecto, y tampoco la última gran crisis ante el tribunal de recompensa de Cristo. El que hace las Palabras del Señor, resiste la prueba del Señor. Por última vez: Las pruebas espirituales sirven para que podamos resistir la última gran prueba, porque la palabra de Dios dice en II Corintios 5:10: «…es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo«.

El Señor nos prueba de varias maneras, por ejemplo, exigiendo grandes sacrificios. En Génesis 22:1-2, leemos: «Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré«. Para Abraham, que tenía más de cien años, fue una prueba enorme. Dios, figuradamente hablando, derribó de un golpe toda la lógica de fe de Abraham, que había esperado 25 años a Isaac, el hijo de la promesa. ¿Y ahora que por fin lo había recibido, tenía que devolverlo a Dios? Pero lo maravilloso es: ¡Abraham resistió la prueba!

¡Que el Señor nos ayude a ponernos bajo su examen e igualmente podamos resistir!

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