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Autor: Wim Malgo

El que ora tiene que sincerarse delante de Dios y permitir que Dios quite los obstáculos que impidan la contestación. Dios pone a prueba el corazón del que ora de verdad. Wim Malgo anima al oyente orar con entrega sacrificial. Aquellos que dejan que Dios les pruebe así, no temerán la última gran prueba, sino tendrán recompensa en el Tribunal de Cristo.


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PE2619 – Estudio Bíblico
Oración y Prueba (1ª parte)



Los conceptos de oración y prueba, van necesariamente juntos. Pues la verdadera oración nace en el corazón de Dios, se trasmite mediante el Espíritu Santo a la persona que ora y a través de ella al objeto de oración, y luego vuelve a Dios. Por eso dice Romanos 8:26: «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles«. En otras palabras: Dios siente una carga por los hombres, por los perdidos, por los apóstatas. Por eso, El busca entre Sus hijos si alguien de ellos se interpone y quiere ser una persona de oración. Y cuando encuentra a alguien, el Espíritu Santo comienza a interceder a través del que ora con gemidos a favor del objeto de oración, hasta que la persona en cuestión sea tocada y guiada a Dios.

Cuando comenzamos a orar, al mismo tiempo un reflector divino alumbra profundamente nuestro corazón, exponiendo a la luz también sus más oscuros rincones. Y Dios el Espíritu Santo, quien me alumbra profundamente, dice «sí» a mi oración, o, donde encuentra oscuridad, dice «no». Puedo constatar esto en mí mismo, pero también en las personas que oran conmigo. Cuando estoy en una reunión de oración y escucho orar a las diferentes personas. Bien es verdad que las palabras usadas en la oración son bíblicamente correctas y se usa un lenguaje bíblico, pero muchas veces noto la falta de algo más. Por eso, no hay nada que más pruebe el corazón que la oración. También en una conversación de consejo espiritual, cuando no estoy seguro en cuanto a quién tengo delante de mí, digo a la persona: ¡Oremos! – y después tengo claridad. Por eso, ¡oremos, para que se revele lo que está en nuestro corazón y para que Dios pueda probarnos!

No hay nada que pueda sustituir la autoridad espiritual divina en la oración. Ni los gritos de aleluya, ni el clamor, ni los gemidos, ni los suspiros son una garantía para la contestación de la oración. La autoridad espiritual está allí donde adoramos al Señor «en verdad». Una de las señales de esto es la persistencia en la oración, pues Lucas 18:1 dice: «También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar«. En 1 Tesalonicenses 5:17, Pablo escribe: «Orad sin cesar«. En Romanos 12:12, nos invita a ser «…constantes en la oración«. También en Colosenses 4:2, nos exhorta: «Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias«.

Al no ser constantes en la oración, por un lado, nos alejamos del Santuario y de la maravillosa presencia del Señor, y de repente somos sorprendidos por tentaciones demoníacas nunca experimentadas. Por otro lado, la negligencia en la vida de oración tiene consecuencias fatales. Pues si tan sólo oramos ocasionalmente, tal vez en situaciones de necesidad, entonces tendremos la dolorosa experiencia de Santiago 4:2: «…no tenéis lo que deseáis, porque no pedís«. Si contestamos a esto que sí oramos, Santiago nos responde con la palabra del versículo 3: «Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites«. Santiago revela que esta incapacidad es creada por falsos motivos de corazón, por lo cual deberíamos aplicar, justamente cuando oramos, la oración de David en Salmos 139:23-24: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno«. Entonces el Señor sí lo hace, si nosotros queremos someternos a esta prueba de cuáles son los motivos de nuestro corazón, como lo dice, por ejemplo, el Salmo 17:3: «Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; me has puesto a prueba…«

Mientras oramos, el Señor al mismo tiempo alumbra y examina nuestro corazón. David era un varón conforme al corazón de Dios también porque se sometió a esta prueba y estaba completamente consciente de ella. Dice en 1 Crónicas 29:17: «Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada«. Pero la pregunta es cuál actitud tomas tú frente a ello. ¿Cuántos tienen el coraje de seguir orando, porque muchos se defienden contra ser probados personalmente y juzgados a fondo?

Pero también lo contrario es verdad: ¡Qué poderosa persona de oración era nuestro Señor durante Su vida terrenal, ya que Él mismo es la verdad! Siendo que adoraba al Padre en Espíritu y en verdad, tenía esta ilimitada autoridad espiritual en oración. Helo aquí, delante de la tumba de Lázaro, que está muerto ya desde hace cuatro días. El Señor manda a los que están alrededor. Leemos en Juan 11:39 al 44: «Quitad la piedra…Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto«. Ahora, pues, la tumba está abierta, el cadáver, que ya se está descomponiendo, está tendido delante de ellos. ¿Qué hace Jesús ahora? ¿Comienza a luchar en oración? ¿Implora a Su Padre diciendo: “Te pido mucho que hagas ahora un milagro”? No, sino que: «Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado«. Luego clama a gran voz: «¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió…«. ¡Él estaba en la verdad perfecta, en Él no había ni sombra de mentira! ¡Qué objetivo para el creyente es tener una vida de oración cuyo modelo sea Jesús! ¡Solamente así saldrá victorioso de cada prueba del Señor y tendrá poder en la oración!

Los resultados de la prueba divina de nuestros corazones en oración pueden resumirse en los siguientes puntos: En primer lugar, la humillación. En 2 Crónicas 7:14, el Señor dice: «Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.» El siguiente paso es la sinceridad. La promesa divina en Jeremías 29:13.14 dice: «Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová«. No puede faltar, por supuesto, la Fe. El Señor Jesús dice en Marcos 11:24 «…todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá«.

Como cuarto punto podemos encontrar la obediencia. En 1 Juan 3:22 leemos: «Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él«. Por último, podemos hablar de Seriedad y eficacia. Leemos en Santiago 5:16: «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho«. La oración eficaz debe ser tan seria como le corresponde a la seriedad del asunto. Pero frecuentemente, cuando oramos por un perdido, que se encuentra en camino hacia la condenación eterna, oramos muy superficialmente. ¿Por qué? ¡Porque nuestros corazones se han vuelto duros, y porque ya no nos dejamos conmover hasta las lágrimas a causa de nuestros familiares no creyentes, a causa de personas no creyentes en nuestro medio ambiente, que sin Jesús van efectivamente a la perdición eterna!

Pero si oramos con un sentir purificado, limpio, seriamente y con plena convicción de fe, entonces el Señor nos abrirá el cielo y contestará de la manera más maravillosa, mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos. Estimado oyente, mi deseo es que este mensaje bíblico le lleve a examinar su corazón delante del Señor, para que estos cinco puntos de oración eficaz también sean una realidad en su vida, porque el Señor está buscando personas que se interpongan y que quieran ser fieles hombres de oración.

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