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Autor: Esteban Beitze

Una nueva entrega de Esteban Beitze que trata sobre la impureza sexual y qué es lo que produce en la vida del creyente. Toma a la inmoralidad como un tren que pasa por distintas estaciones llegando a tocar distintas áreas de la vida personal.


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PE2727- Estudio Bíblico
Luchando con la impureza (2ª parte)



Estamos llevando a cabo un estudio acerca de la inmoralidad, la impureza, la lucha contra la misma, donde estamos haciendo un enfoque principal en el flagelo de la pornografía, que abarca todas las áreas y lamentablemente también es un problema tremendo en las iglesias y entre los creyentes. Al estudiar este tema podríamos ir a observar una espiral de degradación. ¿Qué produce, realmente, la inmoralidad, y, sobre todo, la pornografía? Veamos primero esta realidad desde un punto de vista espiritual, bíblico. El pecado de la impureza puede atrapar a cualquiera. Habíamos dicho que el 55% de los pastores es adicto a la pornografía. Entonces podríamos decir que lo normal de la impureza es que la encontramos en un inconverso, pero como recién estábamos diciendo, muchas veces la inmoralidad y sus terribles efectos se hace visible también en la vida de los creyentes. La tentación a la impureza es como un tren que pasa por diferentes estaciones. La primera estación es la de la mirada, la de los ojos. Luego sigue la mente, esa imagen quedó prendida en la mente. La tercera estación es el corazón, se contamina, y, por último, entra la acción del cuerpo. Este es un tren carguero que en cada estación se le va agregando un vagón lleno de paso. Y cuanto más vagones tenga, más difícil va a ser frenarlo. Entonces hay que bloquear esa vía hacia la inmoralidad. Hay que hacer descarrilar ese tren, hay que salir de ese curso.

Vamos a leer un pasaje que ha escrito el apóstol Pedro en 2ª Pedro 2:20-22. Allí dice: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”. Lamentablemente muchos creyentes que habían salido del fango del pecado luego son atrapados otra vez en la inmoralidad, en la impureza, por ejemplo, la pornografía. Ahora, si queremos ver cómo esto afecta espiritualmente, podemos utilizar un pasaje que encontramos en Romanos 1. Romanos 1:18, 21-22, 24, 28, 32, tenemos la descripción de un espiral descendiente del pecado, en muchas áreas, por supuesto, pero nos estamos enfocando en el área de la inmoralidad. Aunque hace una reseña de la persona sin Dios, creo encontrar las mismas manifestaciones en un creyente que va cayendo en el pecado. Hay un libro que leí al respecto llamado El altar de la idolatría sexual, que justamente describe ese espiral. Me gustaron los conceptos que destacó, y quisiera repetirlos.

En primer lugar, dice en Romanos 1:21 “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido”. Quedémonos con la primera frase: “Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron”. La pérdida de un espíritu de adoración y de reverencia es el primer paso hacia abajo en ese espiral de degradación. Una vez que se establezca esto, cambiará la adoración a Dios por otra cosa. Por la perversidad, por ejemplo, la lujuria sexual. Otro aspecto es que el antiguo carácter arrogante, la vieja naturaleza, orgullosa, vuelve a resurgir. El honor y la reverencia que debería dársele a Dios es tragada por la vanagloria. La creencia en sí mismo supera todo lo demás, supera el creer en Dios. El amor que se daba a Dios se vuelve un amor en sí mismo, a sus placeres, como dice Pablo allí en 2ª Timoteo 3:2, características de las personas en el tiempo final: amadores de sí mismos, amadores de los deleites más que de Dios. Por no glorificar a Dios. Entonces otras cosas, otra persona, otras actitudes ocupan ese lugar. Entonces el primer paso descendente es no glorificar a Dios.

En segundo lugar, habíamos leído “y no le agradecieron”. No le dieron gracias. Si la sola presencia de Dios no nos impacta, no nos lleva a la devoción, no nos lleva a la gratitud, entonces ¿con qué podrán sentirse satisfechos? Siempre van a estar de un lado para el otro corriendo, buscando algo más, y lamentablemente esto muchas veces es en la adicción de la sexualidad, obviamente distorsionada. Esa clase de descontento, entonces, conduce a la gente a buscar cosas para satisfacer esas necesidades. La ingratitud produce eso.

El tercer paso es que su conciencia, su corazón fue entenebrecido. Al dejar de lado la adoración, la gratitud al Señor, entonces se buscará otra cosa que le de significado a la vida, que le ofrezca placer, satisfacción, y esto generalmente está asociado con el pecado. Cuanto más se peque, más grueso se hace el cayo espiritual. Al final se encontrará tan endurecido que ya no podrá discernir la verdad por sí mismo.

En cuarto lugar, el cuarto punto descendiente es la supresión de la verdad. Se deja de lado la verdad, cambiaron la gloria de Dios y pusieron una mentira en su lugar. O como decía la segunda parte del versículo 18: “detienen con injusticia la verdad”. Ya no se quiere escuchar la voz de Dios, porque saben que significaría renunciar a lo que se quiere. No solo la verdad es ignorada, sino que ahora el engaño entra en escena. Se empieza a autoengañar. Quizás piense: “bueno, yo camino con Dios, pero tengo un pequeño problemita, y cuando yo quiera puedo salir de esto”. Tal vez no se dé cuenta de que el pecado sexual es una bestia que crece en proporción directa a cómo se la alimente. Mientras más se entrega al pecado, el pecado más va a exigir. Entonces es fundamental que venga el arrepentimiento. Ahora es el tiempo aceptable, ahora es el día de la salvación. Hay que salir. Tomemos el tema, por ejemplo, de la masturbación, que viene como compañera inseparable de la pornografía. Aún dentro del ámbito cristiano son muchos los que creen que la masturbación es un desahogo aceptable mientras uno no esté casado. Pero Dios no perdona ni nunca perdonará la complacencia carnal, egoísta de la masturbación. Dios creó la sexualidad, pero para un disfrute mutuo. El sexo fuera de este contexto daña. ¿En qué piensa la persona que se masturba?

La masturbación gira en torno de la lujuria, de la fantasía con otras persona, ninguna de las cuales aprueba Dios. Además, es la masturbación la que abre la puerta para favorecer la esclavitud, intentar justificarla. Es engañarse a uno mismo. Ahí podemos poner el pasaje que decía el Señor Jesucristo: El que mira una mujer para codiciarla ya adulteró en su corazón. Y lo pone en paralelo con el mandamiento del antiguo testamento que encontramos en los 10 mandamientos: “No adulterarás”. Quizás dicen “Bueno, yo no estoy cometiendo un adulterio físico directo”. Pero muchas veces las imágenes ya quedaron en la mente, entonces uno las revive, y ¿qué está haciendo? Está fornicando, está adulterando. Tenemos que cortar con el pecado del adulterio. Vemos que es un espiral descendiente, como resalta el apóstol Pablo en Romanos 1. Esto no va a parar a no ser que se corte de cuajo. No podemos alimentar más y más a este monstruo. “Revestíos del Señor Jesucristo y no proveáis para los deseos de la carne”. O sea, no alimentes la carne, los deseos carnales. Alimentá el espíritu. La Palabra, la oración, la comunión, el servicio. Entonces podremos hacer frente, y obviamente, buscando al Señor. Que el Señor nos ayude en esta lucha diaria. Amén.

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