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Autor: Wim Malgo

La gratitud profunda lleva a la alabanza, y con esto a cumplir con el propósito de Dios con tu vida. A la vez es el mejor antídoto contra el egocentrismo, te ayuda a no compararte con otros, te abre los ojos a la salvación de Dios y abre el camino a la contestación de Dios.


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PE2617 – Estudio Bíblico
Los efectos del agradecimiento y la alabanza (2ª parte)



Queridos amigos hoy continuaremos con el estudio de los efectos del agradecimiento y la alabanza veremos cómo ésta última es una puerta que lleva a la presencia de Dios. Pedro no protestó más, después del encuentro con el Señor resucitado, sino que le reconoció. En Juan 21:17 leemos que dice: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo«. ¡Y cómo se abrió, justamente por eso, el camino de la salvación para él! Pues Pedro no solamente experimentó Pentecostés junto con los otros y recibió el Espíritu Santo, sino que de todos los discípulos él fue el más usado por el Señor. Llegó a ser el vocero de los discípulos, y después de su predicación se convirtieron como tres mil personas. Y eso solamente porque aceptó luego el camino difícil que el Señor le mostró.

La Biblia nos dice en Efesios 6:12 que «no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes«. La suprema expresión de la fe consiste, pues, en que aprendamos a agradecer a Dios siempre y por todo en presencia de estos ejércitos enemigos. Si lo hacemos, el Señor mismo intervendrá siempre enseguida y poderosamente en nuestro favor. Pensemos solamente en 2 Crónicas 20. Allí le dieron aviso al rey Josafat, diciendo: «Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadi. Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová«.

Entonces Josafat se puso a orar y le dijo al Señor, entre otras cosas: «¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgar s tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos«. A consecuencia vino el Espíritu del Señor sobre un profeta, en medio de la reunión, y dijo: «Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros«.

La respuesta de fe de Josafat fue que «se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová. Y se levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar a Jehová el Dios de Israel con fuerte y alta voz«. Luego dice: «Y cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados. Y habido consejo con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre. Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismo que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros«.

Amigo, notemos bien que dice aquí que comenzaron a entonar «cantos de alabanza». Pues agradecer al Señor en presencia de los poderes enemigos es, como ya dije, la suprema expresión de la fe. La alabanza Lo glorifica, pues lleva a la adoración de Su sublime Persona. Alabanza y adoración son el comienzo de la oración eficaz, la cual nos enseñó el Señor. En Mateo 6:9 Jesús enseñó: «Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre«. Al principio decíamos que la alabanza es la puerta que lleva a la presencia de Dios. En Isaías 60:18 leemos que: «…llamarás… a tus puertas Alabanza«. Y en el Salmo 118:19 dice: «Abridme las puertas de la justicia; entraré por ellas, alabaré a JAH«. La alabanza promueve el consentimiento del Rey, por el cual podemos entrar a los atrios de Dios. El Salmo 100:4 dice: «Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre» y el salmo 50:23 «El que sacrifica alabanza me honrará«. Sí, ¡qué precioso es para nosotros como salvos, que por el agradecimiento y la alabanza tenemos acceso hasta el Lugar Santísimo, donde estamos directamente en presencia de la Suprema Majestad! ¿Por qué agradecer y alabar? Agradecemos por el Don inefable de Dios, Jesucristo, y Lo alabamos y ensalzamos por Su preciosa sangre que derramó por nosotros.

El agradecer, alabar y ensalzar promueve al Señor a cumplir una plenitud de maravillosas promesas en la vida de la persona que ora. Leamos el Salmo 103:1-5 a la luz de esta verdad: «Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila«.

Pero el agradecer y alabar produce milagros también.

…cuando interiormente estás encerrado como en una cárcel, de manera que todo te parece completamente obstruido y cerrado;
…cuando la Biblia ya no te habla;
…cuando ya no puedes apenas pronunciar el nombre de Jesús.

Pablo y Silas ofrecieron alabanzas cuando estaban en la cárcel, las espaldas ensangrentadas por los golpes y con los pies asegurados en el cepo. Cuando oraron, cantaron y alabaron, Dios abrió las puertas de la cárcel y soltó todas las cadenas.

Leemos en Hechos 16:25-26: «Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron«. Empieza tú también a agradecer y alabar, sea cual sea la cárcel en que te encuentres. Pues mientras cantamos al Señor y Lo alabamos, Él abre las puertas de nuestras circunstancias y dificultades. Entonces, aunque no resuelva tu problema, Él te libra de estar lejos de él. Si demora la respuesta a tu oración, ¡alaba al Señor! Si pasamos por pruebas y tentaciones, el ensalzar al Señor fortalecerá nuestra fe. Si tenemos alabanzas en nuestros labios, entonces habrá fe en nuestros corazones.

¿Por qué no Le permites al Señor Jesús que abra las puertas de cárcel de tu estrechez de corazón? En Isaías 61:1-3 fue el Espíritu de Jesucristo el que dijo por boca del profeta, unos 800 años antes que naciera el Señor: «El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado…«. Si reconoces esto, entrarás a través de la alabanza y del agradecimiento en el secreto del continuo abastecimiento con fuerza.

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