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Autor: Wim Malgo

En esta parte del estudio bíblico, “Llamado a la oración” se habla sobre los obstáculos para la oración y cómo tratarlos, mejor dicho, vencerlos. Los consejos están basados a las Sagradas Escrituras y ayudan para entender por qué tantas veces el cristiano no cumple con este llamado a la oración.


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PE2649 – Estudio Bíblico
Llamado a la oración (2ª parte)




Los obstáculos para la oración

Estimado oyente, el programa pasado hemos comenzado con la exhortación para orar, que leemos en Primera Timoteo 2:1 al 4: «Exhorto, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad«. Ahora alguien podría decir: pero es que no tengo espíritu de oración, no puedo orar con perseverancia. En este caso, hay serios obstáculos para la oración en tu vida, cosas que paralizan tus alas de oración.

Isaías 1:15 habla de esta situación: «Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos«. En este pasaje el Señor dice: «No oiré vuestras oraciones porque vuestras manos están llenas de sangre«. Lo mismo leemos en Isaías 59:1: «He aquí no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír, pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad, vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua«.

Aquí tenemos el primer obstáculo para la oración: alguien cuyas manos están llenas de sangre, es asesino. ¿Están tus manos llenas de sangre? Dices que no, pero ¡no lo digas tan precipitadamente! La Biblia dice: «Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida» (Primera Juan 3:15). Cuando hay cualquier amargura contra alguien en tu corazón, entonces tus manos están manchadas con sangre. Dios se aparta de ti cuando te pones a orar. Tú también lo sientes: el cielo parece de hierro, no puedes penetrarlo. Por tanto, te ruego encarecidamente: ¡Ve y reconcíliate con tu hermano o con tu hermana! Experimentarás que volverás a tener el deseo de orar, y te convertirás en una persona de oración.

El segundo obstáculo por el cual Dios no puede oír tus oraciones, lo encontramos en Isaías 59 versículo 3: «vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua”. ¿No será tal vez que has dicho cosas horribles acerca de un siervo del Señor en presencia de otra persona? La calumnia, piadosamente disfrazada, es una de las peores cosas. Por ejemplo: tengo excelente comunión con cierto hermano y le aprecio mucho. Luego me encuentro contigo, y me cuentas cosas malas acerca de la vida de él. En el mismo instante en que oigo estas cosas malas, se rompe el lazo de unión invisible que había entre él y mi persona. Vuelvo a encontrarlo y sigo siendo amable con él como de costumbre, pero en el interior de mi corazón se metió la espina venenosa de la calumnia. Él lo nota, pero no puede remediarlo, ya que no sabe qué hablaron sobre él.

¿Cuántas veces has causado daño a la buena reputación de alguien, por hablar cosas negativas que no puedes probar? ¡Acuérdate que esto es abominación delante de Dios! Puedes seguir orando cuanto quieras, pero el Señor mantendrá cerrado el cielo sobre ti mientras que no te humilles y repares el daño que has causado. Si sabes realmente que alguien anda en caminos equivocados, entonces habla sobre esto con el Señor, y con la persona misma, pero no lo transmitas a terceros. Está escrito en el Salmo 15: 1 al 3: «Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino«. Te ruego con insistencia: ¡arrepiéntete por los pecados de tu lengua! ¡Libérate de la manía de charlar y chismear! pues está escrito en la Biblia: «En las muchas palabras no falta pecado» (Proverbios 10:19). Estás llamado a ser una persona de oración.

El tercer obstáculo para la oración está descrito en Primera Pedro 3:6 y 7: «…como Sara obedecía a Abraham, llamándole Señor, de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza. Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo«. A los matrimonios digo: sus oraciones tienen estorbo cuando algo no está bien en la vida conyugal. Sara llamaba a Abraham «señor», pero en cuanto a la gracia de Dios, ella tenía los mismos derechos. La esposa debe someterse a su marido, pues él es la cabeza, así como Cristo es la Cabeza de la Iglesia (lee Efesios 5:22 al 25).

Pero esto no quiere decir que le sea permitido al esposo ser un dictador tiránico, sino todo lo contrario. Primera Pedro 3:7 le dice al esposo que debe honrar a su esposa, para que sus oraciones no sean impedidas. Todas las tensiones y todos los problemas de tu matrimonio proceden de que Jesucristo, no está entre ustedes. Felices son los matrimonios que tienen por centro a Jesús. Cuando hay divergencias de opinión y los dos ‘yo’ se acercan amenazadoramente el uno al otro, Jesús está en medio, y en Él siempre es posible volver a la unión. La mujer ocupa su debida posición para con el marido, porque le ama a él, y el esposo para con la esposa, porque los dos aman al Señor. Les pregunto a ustedes, casados: ¿están llevando una vida conyugal tal, que no tiene impedimentos para la oración? Si no es así, ¡arrepiéntete rápidamente, pues ya es tiempo!

El cuarto obstáculo -muy serio- para la oración es la desobediencia. Está escrito, en Proverbios 28:9: «El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable«. La ley es la Palabra de Dios. El Señor nos quiere decir, por medio de este versículo: si alguien cierra el oído interior de su corazón ante la Palabra de Dios, la oración del tal es abominación (pues el «oír» bíblico es recibir la palabra con obediencia). Juan lo dice con valentía y certidumbre: «Y cualquier cosa que pidiéremos la recibiremos de él» (Primera Juan 3:22). ¿Por qué? «…porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él«. Al enseñar en diferentes conferencias, he experimentado a menudo que, cuando les digo a los oyentes que tienen la oportunidad de orar en ese momento, algunos invierten la cosa, y oran: «Sí, Señor, dame esta obediencia, haz que te obedezca”. Esto significa en el fondo: si yo no soy obediente, entonces es culpa tuya, Señor.

No progresas ni prosperas en la vida de oración porque, aunque estés dispuesto a vivir piadosamente, no quieres obedecer en tu vida cotidiana. No pienses que a Dios le interesan tus fórmulas teológicas en la oración. No le interesan las quejas, ni aun tus lágrimas. Lo que le interesa a Dios es tu obediencia. «Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios» (Primera Samuel 15:22). Quizás contestes: «Pero es Dios quien da el querer y el hacer”. Pero esto te lo regala en el instante en que Su Palabra hace efecto en ti, causado por el Espíritu Santo.

Te pregunto delante de Dios: ¿quieres obedecer ahora? ¿Quieres hacer lo que Él te manda hacer? Si puedes responder, de todo corazón: «sí, lo quiero», entonces te convertirás en una persona de oración.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que se basa esta serie de programas.


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