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Autor: Wim Malgo

Hay seis armas terribles de las cuales se vale el diablo para paralizar las alas de la oración de los creyentes que son detallados en el correr de este programa: El cansancio, la distracción, la inquietud interior, el apuro, el desánimo y la pereza.


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PE2648 – Estudio Bíblico
Llamado a la oración (1ª parte)


 


Los enemigos de la oración

Estimado oyente, para comenzar el estudio bíblico de hoy leamos Primera Timoteo 2:1-4. Pongan atención: «Exhorto, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2:1 al 4). Hay seis armas terribles de las cuales se vale el diablo para paralizar las alas de la oración de los creyentes.

La primera es el cansancio. Este es un cansancio paralizador que te deja incapaz de seguir orando. Pero, justamente en oración es que puedes vencer este cansancio inexplicable, pues la Biblia dice: «Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas… los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán, y no se cansarán, caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40:29 y 31). Entonces, arrójate al río de la oración, pues ahí encontrarás el descanso verdadero y auténtico.

La segunda arma terrible que el diablo usa para paralizar las alas de la oración de los creyentes es la distracción. Simplemente, no puedes concentrarte. Otros pensamientos te sobrevienen. Mientras que oras, te das cuenta que tus pensamientos están ocupados con cualquier otra cosa. Pero a esta arma del enemigo uno puede hacerla ineficaz orando en voz alta. David dice, en el Salmo 55, versículos 16 y 17: «En cuanto a mí, a Dios clamaré; y él oirá mi voz. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz«. Ora en voz alta, hijo de Dios, pues es allí cuando los poderes de la distracción ya no tienen influencia sobre ti.

En tercer lugar, quiero mencionar la inquietud interior. Una inquietud inexplicable se apodera de ti al ponerte a orar. Pero de ella puedes librarte justamente, por medio de la oración. Para cualquiera que sea la causa: pecados, nerviosismo o incredulidad, la Biblia dice: «Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará, no dejará para siempre caído al justo» (Salmos 55 versículo 22). Además, está escrito: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío» (Salmos 42 versículo11). Escucha bien: solamente en oración puedes recibir ayuda en cuanto a la inquietud interior.

La cuarta arma terrible que el diablo usa para paralizar las alas de la oración de los creyentes es el apuro. El arma aplicada con más éxito por Satanás contra quienes se disponen a orar, probablemente es el apuro. ¿Qué dice la Escritura en Eclesiastés 8:3? «No te apresures a irte de su presencia«. ¿Cuál es la causa de tu apuro? ¿Mucho trabajo? ¿No ves, quizás, cómo terminarlo? Pero es por medio de la oración que adquirimos condiciones para una mejor y más rápida realización del trabajo. Cuanto más tiempo pasas en oración, tanto más trabajas. Bien sé que esto está en contra de nuestra manera de pensar, pero hay miles de casos que comprueban esta experiencia, y la Biblia dice acerca de ella, en Isaías 55 versículo 2: «¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura«. Por tu oración perseverante, tu medida diaria de trabajo está siendo alimentada desde fuentes divinas de poder. Con asombro, descubrirás que el tiempo que pasaste en insistente oración fue la mejor manera de aprovechar el tiempo. ¡Y así se hizo ineficaz la terrible arma del apuro!

En quinto lugar, quiero mencionar el desánimo. El desánimo es un arma que paraliza a muchas personas de oración. Tener desánimo significa que no hemos mirado lo suficientemente lejos. La Biblia nos llama a poner los ojos en Jesús. Fijar los ojos en Jesús significa: apartar la mirada de lo visible y mirar a Jesús, mirarle en oración. Quizás estés desanimado por causa de tu flaqueza, por causa de tus fracasos, por la dureza de la gente y por circunstancias tristes. Pablo exclama, en segunda Corintios 4 versículo 8: «…que estamos atribulados en todo, mas no angustiados, en apuros, más no desesperados…«. ¿Por qué? Porque era un hombre de oración. Isaías exclama: «Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis, he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago, Dios mismo vendrá, y os salvará» (Isaías 35 versículos 3 y 4).

Hay solamente una manera de apartarse del desánimo: la oración. Mientras estoy diciendo esto, siento como si poderes invisibles trataran de impedirme que lo diga. Sé que Satanás hace todo lo posible para lograr que te vuelvas tan desanimado, que ya no puedas creer que la oración te abre las fuentes eternas del poder de Dios. Pero en el nombre de Jesús, también estos poderes son vencidos. Te digo a ti, que tienes el corazón desanimado: ¡Ora! ¡Haz hoy un nuevo comienzo! Di en alta voz: elijo la voluntad de Dios y rehúso la voluntad de Satanás, en el nombre de Jesús. La voluntad de Dios es que ores; la de Satanás, que no ores.

La sexta arma terrible que el diablo usa para paralizar las alas de la oración de los creyentes es la pereza. Esta arma sutil será dirigida por Satanás contra todos aquellos que quieren ser personas de oración. Es el arma de la pereza, de la carne, de la impotencia. Te arrodillas y deseas orar, pero casi no te sale ninguna palabra. ¡Todo es tan difícil! La carne no puede orar. ¿Cómo puedes librarte de esta pereza horrible y de la impotencia? Aquí tienes la respuesta: ora con la Biblia. Lee en voz alta las promesas que se refieren a la oración. Jesús dijo: «Pedid, y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá» (Mateo 7:7). Dile sencillamente al Señor en oración: «Señor, me siento incapaz de pedirte algo, pero tú dices en tu Palabra que debo hacerlo, y hacerlo con perseverancia«. Derrama delante de Él toda tu miseria. ¡No calles! y mientras estás hablándole a Él de todo lo que te sucede y leyendo Su Palabra, de repente te darás cuenta que una chispa de oración te enciende, y de cómo la pereza va desapareciendo, y puedes llegar hacia al trono de la gracia.

Dile al Señor: Querido Dios, ayúdame a vencer cuando todo se desvanece, cuando veo solamente mi propia ruina, cuando carezco de poder para orar y cuando estoy como un animal asustado. Entonces, Señor, atiende a mis gemidos.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que se basa esta serie de programas.


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