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Autor: Wim Malgo

No se escucha mucho acerca de la oración propiciatoria de arrepentimiento. Aquí se tratan las tres características de la oración propiciatoria de arrepentimiento de Daniel y en continuación el tema: El poder de la oración. Dios se revela a la persona que ora. Con algunas preguntas fáciles nos acercamos al foco de este secreto divino.


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PE2662 – Estudio Bíblico
Llamado a la oración (15ª parte)


 


La oración propiciatoria de arrepentimiento: El poder de la oración

Estimado oyente, en el programa pasado hemos hablado acerca de la oración propiciatoria de arrepentimiento, con el ejemplo de Daniel. El primer punto fue:

1. Reconocer y confesar la culpa colectiva. Daniel reconoció y confesó en su oración la culpa colectiva del pueblo de Dios. Lo leemos en Daniel 9, a partir del versículo 3. Resumimos este primer punto de la siguiente manera: Muchos creyentes se olvidan del hecho que la vida cristiana es como la conquista de la tierra de Canaán. Hay que ir paso a paso, por la fe, diciéndole al enemigo: ¡Eres derrotado en el nombre de Jesús! Nos hemos vuelto cristianos cómodos, perezosos. Gemimos por causa de nuestras trabas, y decimos: “no se puede hacer nada contra esto, es la herencia que tenemos”. Pero, les digo: la victoria de Jesucristo es ilimitada, con tal que quieras tomar posesión de la tierra de la redención con arrepentimiento genuino de tus pecados.

2. Disposición de entender. En Daniel l0:12 percibo que hubo una disposición del corazón a entender, debido a cómo le respondió Dios. Recién cuando el Señor nota que no solamente estamos orando con la boca, ni solo con el raciocinio, la respuesta comienza a producirse inmediatamente, aunque todavía no la veamos. El Señor dice, en Daniel 10:12: “Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido”. Aquí tenemos un gran secreto. Sabes orar perfectamente, sabes hablar el lenguaje cristiano, pero te digo: el Señor anhela hacer de la respuesta a tu oración un hecho real. Pero lo puede hacer solamente si deseas la respuesta de todo corazón y a cualquier precio, como Daniel. Otra vez les recuerdo la palabra: “Y me buscaréis y me hallaréis porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13). Oh Dios, ¡dame gracia para que te busque con todo mi corazón y mi ser!

3. Nadar contra la corriente. La tercera característica de la oración de Daniel era la de nadar contra la corriente, continuamente, no tomando en cuenta siquiera el peligro de muerte. Cuando el rey Darío, por causa de sus enemigos, prohibió bajo pena de muerte adorar a cualquier dios fuera de él mismo durante 30 días, Daniel reaccionó, como lo vemos descrito en el versículo 10 del capítulo 6 de Daniel: “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes”. Daniel no permitía que el enemigo le apartara de la oración. Daniel arriesgaba su propia vida para poder orar. La consecuencia fue que durante toda una noche tuvo que enfrentar a los leones. Sí, cuando empleen su propia vida a toda costa para seguir orando, cuando ya no permitan que el enemigo les intimide con sus amenazas, entonces tendrán que enfrentarse también con aquel león que ruge y va andando alrededor, buscando a quien devorar. Pero entonces experimentarás lo mismo que experimentó Daniel: el inicuo no te podrá tocar. ¡Arriésgalo, deja a Satanás rugir, deja que el infierno se enfurezca! Solamente sigue orando; el Señor está cerca de ti. ¡Sigue orando! Él te ayuda. Ora, ora, y verás milagros. En vez de triunfar el enemigo, el nombre del Señor fue glorificado, tanto que hasta el rey Darío comenzó a alabar al Dios de Daniel (Daniel 6:26-28).

Otra consecuencia de la oración de Daniel fue que no solamente estaba siendo enfrentado al poder de las tinieblas, sino que también los mensajeros de la luz, los ángeles de Dios vinieron en ayuda de él, cercándole, fortaleciéndole y abriéndole la mirada para que comprendiera profundamente el plan de Dios para con este mundo. El secreto del poder y de la perseverancia, de la sabiduría y valentía de Daniel, era su vida de oración. Por esto, ruego al Dios del cielo que tú también te conviertas en una persona de oración, tal como era Daniel.

Y con este deseo llegamos a otro tema acerca del Llamado a la oración: El poder de la oración. “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33: 3). ¡Qué extraordinario es el poder ilimitado de la oración! ¡Y temo hablar sobre esto, pues me considero incapaz de describir en palabras humanas la omnipotencia ilimitada de Dios, que se revela a la persona que ora! Trataremos de acercarnos al foco de este secreto divino, por medio de algunas simples preguntas:

I. ¿Por qué queremos orar? Porque Dios el Padre nos llama a hacerlo: “E invócame en el día de la angustia, te libraré, y tú me honrarás”. Además de que el Señor atiende a nuestro clamor a causa de aflicciones externas, la persona que comienza a leer Su Palabra con el corazón abierto, necesariamente entrará en aflicciones interiores. Ya ahí vemos que el Padre apela a nosotros: “Clama a mí en la tribulación”. Porque el Hijo nos urge a hacerlo. “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar” (Lucas 18:1). “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). Él, el Hijo de Dios, nos urge a intensificar nuestras oraciones. Pues “pedir” es un preguntar pasivo, “buscar” ya es una insistencia seria, y “llamar” es penetrar en la presencia de Dios, penetrar hasta que Él nos abra la puerta del Santuario interior.

Porque el Espíritu Santo mismo quiere orar a través de nosotros. “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26). Incluida en esta tarea que nos da el trino Dios, la de la oración, tenemos también la promesa de Su parte de que Él lo hará. El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. ¿Cómo puedes seguir viviendo en pereza y descuido en cuanto a tu vida de oración? Pues el propio trino Dios te urge a orar, y Él, además de llamarte a orar, también te promete que lo hará a través de ti. “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1 Tesalonicenses 5:24). Siendo así, que el trino Dios nos llama a orar, hay tres cosas que son necesarias: ¡primero: oración, segundo: oración, tercero: oración!

II. ¿Por qué la oración es un poder? Porque tres personas están incluidas inmediatamente cuando te pones a orar: Dios, Satanás, y tú.El eterno Dios está activo. Él ha prometido solemnemente que contestará la oración de los Suyos.
a) Él escucha: “Jehová oirá cuando yo a él clamare». (Salmos 4:3 b).
b) Él atiende la oración: “…y ellos clamaren a mí. ciertamente oiré yo su clamor” (Éxodo 22:23).
c) Él refresca: “Bendito sea Jehová, que oyó la voz de mis ruegos. Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado” (Salmos 28:6-7).
d) Él da vigor: “El día que clamé, me respondiste: me fortaleciste con vigor en mi alma” (Salmos 138:3).
e) Él actúa: “Cumplirá el deseo de los que le temen” (Salmos 145:19).
f) Él contesta: “Y antes que clamen, responderé yo…” (Isaías 65:24).
g) Él enseña: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3).

Por esto, es mucho más importante hallarle a Él en oración, que decirle muchos asuntos antes de haberle hallado. (Compara Eclesiastés 5:1). Pues cuando le hallas a Él, habrás hallado también la contestación a tus asuntos de oración: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón y seré hallado por vosotros, dice Jehová” (Jeremías 23:13-14). Quizá tengas una lista con asuntos de oración para que puedas llevar fielmente tus peticiones a la presencia del Señor, y para que no te olvides de mencionar ninguna de ellas, y esto está bien. Pero, toma en consideración que Él, cuyos ojos son como llama de fuego, en primer lugar, examina tu corazón, para ver si Le buscas de verdad. Y cuando Le has hallado, sabes esto: “Ahora el cielo sobre mí está abierto”, y tienes una plenitud tan grande de asuntos de oración que casi no consigues expresarlos en palabras lo suficientemente rápido.


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