Jesús tiene la última palabra (6ª parte)
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6 septiembre, 2022Autor: Ernesto Kraft
Dios vigila que Su Palabra se cumpla ¿cumples tú en tu vida lo que EL te dice por Su Palabra?
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PE2834- Estudio Bíblico
Jesús tiene la última palabra (7ª parte)
Amigos continuando con la serie ¨Jesús tiene la última palabra”, todo lo que hemos escuchado anteriormente fue para que se cumpliesen las Escrituras de los profetas.
Es muy edificante verificar cómo Jesús vivió, cómo evaluó las situaciones y cómo enfrentó dificultades. En Mateo 26:54, 56 leemos: “Pero, ¿cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? (…) Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron”. Jesús podía revertir esa situación y librarse de sufrimientos, pues Él mismo lo dice en el versículo 53: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?”. No lo hizo porque quería permanecer en el plan de Dios y obedecer a la Palabra de Su Padre. No contribuyó con el enemigo, que dominó en muchas situaciones, sino que sabía que Dios lo permitía, y que tenía un propósito con ello. Leemos en Hechos 2:23: “…a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole”. Y en Hechos 13:27: “Porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle”.
¿Ya puede nuestra fe aceptar también cosas negativas porque creemos en la verdad de Romanos 8:28: de que todas las cosas contribuyen para nuestro bien? O todavía vivimos siguiendo nuestros planes: ¿bendición es solamente mucho dinero, cuando todo anda bien es bendición, pero si viene un suave viento en contra nuestros pensamientos es cosa del diablo? ¿Y luchamos contra todo, y no aprendimos todavía a descansar en las manos de Dios?
En Hechos 4:26-28, leemos de esa lección: “Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo. Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera”.
En Hechos 2:22 dice: “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis”. Vemos que las autoridades no podían hacer lo que querían. Dios tiene todo bajo Su control. Así también leemos en Hechos 13:28-31: “Y sin hallar en él causa digna de muerte, pidieron a Pilato que se le matase. Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro. Mas Dios le levantó de los muertos.Y él se apareció durante muchos días a los que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo”.
Dios cumplió Su maravilloso plan a través de circunstancias ajenas. No se asuste con las dificultades y manías del enemigo, sino crea en la Palabra y en la verdad de que Dios está dirigiendo su vida y sabe lo que está haciendo.
Leemos en Hechos 1:16: “Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús”. Convenía que se cumpliese la Escritura y a través de la ignorancia Dios está cumpliendo Su Palabra, como está escrito en Hechos 3:17-18: “Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer”.
Lo que leemos en Apocalipsis 17:17 vale también para el día de hoy y para lo que va a pasar en el futuro: “…porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios«. Esas verdades nos llevan a una pregunta: ¿qué valor recibe la Palabra de Dios en nuestra vida? El apóstol Pablo reaccionó de una manera grosera delante de un sumo sacerdote y, cuando supo que se trataba de una autoridad, leemos que dijo en Hechos 23:5: “No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo” .
¡Cómo sería diferente si nosotros viviéramos sumisos a la Palabra de Dios! Niños que respetan, según Efesios 6:1: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo«. Esposas que actúan de la manera como está escrito en Efesios 5:22-23: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador«.
Maridos que guardan la Palabra que está escrita en Efesios 5:25: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella«. También el versículo 28: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama”. O 1 Pedro 3:7: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”.
La convivencia en la iglesia sería totalmente diferente si tuviéramos la palabra de 1 Tesalonicenses 5:12-13 como nuestra meta: “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan;y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros«.
El tratamiento mutuo sería una revolución si volviéramos a lo que está escrito, por ejemplo, en Filipenses 2:3-4: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros«. Cómo sería diferente si los jóvenes vivieran conforme 1 Pedro 5:5: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes«.
En el ambiente de trabajo, lo que está escrito en Colosenses 3:22, 25 y 4:1 sería como un bálsamo en las relaciones de unos con otros: “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios (…) Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas (…) Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos”.
El apóstol Pablo cambió su manera de tratar a los demás cuando aplicó la enseñanza de la Palabra. El gran desafío es vivir la Palabra de Dios. Tendríamos paz en nuestras vidas y en nuestras relaciones. Dios sería glorificado, como lo fue a través de la actitud de Pablo, que todavía nos sirve a nosotros como ejemplo para ser imitado.
También en nuestra vida personal deberíamos cambiar ciertas actitudes como, por ejemplo, aceptar que está escrito que debemos pasar por tribulaciones. Hoy en día, todos buscan solamente librarse de sufrimientos y situaciones extrañas, solo queriendo de Jesús una vida fácil y libre de todo lo que está en las Escrituras. Hechos 14:22: “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: es necesario que a través de muchas tribulaciones, entremos en el reino de Dios”. 1 Pedro 2:21 da una palabra que parece que los creyentes de hoy ya sacaron de sus Biblias: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”. Así también 1 Pedro 4:1,19: “Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado (…) De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”.