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Autor: William MacDonald

Existen personas con una tradición de fe y una vida intachable en cuanto a comportamiento social y familiar. Personas que no le hacen mal a nadie y se esfuerzan y dedican por hacer el bien. Sin dudas son comportamientos admirables, pero no pueden sumar ni ayudar a la obra completa de Cristo salvador.


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PE2505- Estudio Bíblico
Esto sí es Sublime Gracia (8ª parte)


 


En el programa anterior hablamos sobre las actividades y obras que las personas realizan como búsqueda o complemento de la salvación. Encontramos que muchas de éstas eran evidencias o resultados de que una persona es salva por Gracia, pero en si misma ninguna tiene poder salvador. También entre ellas vimos que algunas de ellas eran basadas más en la tradición que en un fundamento bíblico e incluso no son mencionadas en las Sagradas Escrituras.

Para continuar, veremos cómo a veces la observancia de la Ley y el autocontrol pueden ser utilizados de la misma forma. El propósito de estas leyes es revelar el pecado, no limpiarlo.

La regla de oro. Es una política ideal hacer con los demás como le gustaría que hicieran con uno. Pero obedecerla perfectamente está fuera del alcance humano. El Nuevo Testamento es enfático en enseñar que una persona no puede hacer nada para salvarse a sí mismo, por lo que cualquier otro conjunto de reglas tampoco es eficaz.

Si hablamos del autocontrol, existe la creencia de que un buen carácter o llevar una buena vida nos acerca a la salvación o comunión con Dios. Pero no importa lo buena que sea nuestra vida, no alcanzará los estándares de Dios, a Jesucristo, Su Hijo. Basta solo un pecado para ser pecador y la paga del pecado es muerte.

Tampoco nos salva el ser mejor que otros. Casi cualquiera puede decir que es mejor que alguien más. Siempre hay alguien un nivel más abajo en el tótem. Lo siento, pero esa jactancia no sirve de nada. Si fuera suficiente, entonces todos serían salvos menos el peor de los pecadores de todos los tiempos.

Repasemos algunas buenas y ejemplares obras, que sin embargo no tienen ningún efecto salvador. La compasión requiere que compartamos con otros en necesidad. Hablar contra los donativos a la caridad sería como hablar mal de la maternidad. Pero el punto que queremos resaltar es que tampoco puede expiar pecados.

¿Es usted una persona esforzada y dedicada? Esto es admirable y todos deberían dar lo mejor, pero igualmente las buenas obras no son el salvador. Jesús lo es.

Muchas veces relacionamos nuestro futuro eterno con una herencia familiar o un legado. Pero la salvación no es un tema hereditario. No corre en la sangre. Ser hijo de padres piadosos no garantiza nada. Se requiere de una respuesta personal e individual de parte de cada uno hacia el evangelio. También se asocia el tener a un pastor, sacerdote o rabino en la familia con la justificación. Nadie se vuelve creyente por medio de la vocación de alguien más. No somos salvos mediante nuestras asociaciones humanas.

Otro título que solemos anteponer en nuestra defensa puede ser haber sido un buen padre o una buena madre o haber formado una buena familia. Esto es realmente loable, pero no es suficiente. No somos salvos por nada bueno que podamos hacer.

Ni una sola de estas ni siquiera alguna combinación entre ellas puede salvar a una persona. Si pudieran, entonces Cristo no hubiese necesitado morir. La razón por la que murió, fue sepultado, y resucitó otra vez, fue porque no hay otra vía de salvación fuera de la fe en Él.

Si usted observa la lista, verá que ninguno de los ítems está al alcance de todo el mundo. De hecho, no se puede pensar en ninguna llamada buena obra que pueda ser ejecutada por cualquier persona sin excepciones. Cuando piensa en personas que no tienen ni brazos ni piernas, o los que son ciegos o pobres o están a un minuto de la muerte, tiene que darse cuenta que la salvación por obras implica un evangelio pobre. No hay buenas nuevas en él.

Por siglos, las personas han intentado ganarse el cielo mediante tantas estrategias como la mente humana pudiera crear: meditación, auto negación, austeridad, tortura física (como subir escaleras de rodillas), peregrinajes, monacato o paga de dinero. Es un ejercicio inútil. Solo la sangre de Cristo puede lavar las manchas del pecado.

Existe una falacia que podemos identificar como de “Jesús más…” Se trata de que hay muchos que admiten que la fe en Cristo es necesaria, pero rápidamente añaden algún otro requerimiento. En los primeros años de la Iglesia, algunos enseñaban que la circuncisión también era necesaria. Hoy las personas añaden el bautismo, el hablar en lenguas, guardar el Sábado, guardar la ley y obras similares. Es absolutamente falso. El Señor Jesucristo es el único y suficiente Salvador. Él no compartirá los honores de ser el único medio de la salvación con nadie ni nada más. La salvación es por gracia por medio de la fe y nada más. La gracia es Su parte; la fe es la nuestra.

El falso evangelio tiene errores fatales. La Biblia repite consistentemente que nadie jamás puede salvarse por guardar la ley o por buenas obras. Estas cosas no pueden expiar los pecados. Por otro lado, hay muchos versículos en la Biblia que dicen que la salvación es por fe en Cristo, totalmente aparte de las obras.

Una persona que busca la salvación a través de sus obras no puede saber nunca si realmente es salva. Nunca sabrá si ha hecho suficientes buenas obras o las del tipo correcto. Pero cuando uno es salvo por gracia por medio de la fe, uno puede tener esa certeza de la salvación basado en la autoridad de la Palabra de Dios. Usted sabe cuando ha recibido un regalo. Eso es a lo que la Biblia se refiere cuando dice en Romanos 4:16: «…es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme…«.

Una persona bajo la ley jamás puede tener seguridad eterna porque no sabe qué puede pasarle en el futuro. Una flaqueza fatal en el evangelio de las obras es que todo depende del yo. El evangelio de la gracia garantiza que ninguna oveja de Cristo perecerá jamás. El himno de Juan Kent refleja esta confianza:

¿Qué podrá separar al alma de Cristo,
Ligada con lazos eternos?
Una vez en Él, por siempre será igual,
Así lo declara el eterno pacto:
Nadie te quitará
De las poderosas manos del Salvador.

Las personas que tratan de trabajar para alcanzar o ganar su salvación son esclavos, que se esfuerzan infinitamente pero nunca logran nada. Jesús les prometió a los creyentes que cuando Él los libertara, serían verdaderamente libres.

La palabra clave del falso evangelio es Hacer. La palabra clave de la gracia es Hecho. Cristo ya ha terminado la obra de la redención. Así que no tiene que hacer nada.

Por naturaleza, a la gente le desagrada la gracia. No la quieren para sí mismos ni quieren que Dios se la muestre a otros. En este sentido, son algo así como el perro del hortelano. No se come el heno y aleja a los demás animales del mismo. Los líderes religiosos en los tiempos de Jesús cerraron el reino de Dios para la gente. Ellos no entraban, y además, intentaban evitar que los demás lo hicieran. También los expertos de la ley. Retenían la Palabra de Dios para sí, ellos no participaban y limitaban a aquellos que sí querían entrar.

La ley persigue a la gracia. En tiempos del Antiguo Testamento, cuando Ismael escarnecía a Isaac, Pablo nota una ilustración de este hecho que encontramos en Gálatas 4:28 al 31: “Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre”. Y esto se ve todavía más marcadamente en la crucifixión de Cristo. Fueron los legalistas quienes maquinaron la muerte del que había traído la gracia y la verdad.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que está basada esta serie de programas.


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