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Autor: Wim Malgo

Terminamos este recorrido sobre los mensajes de Wim Malgo titulados “Estar a salvo en Jesucristo” que nos han llevado desde Moisés escondido por Dios en una hendidura de una peña para resguardarlo de su gloria, hasta Cristo como nuestro escondedero y motivo de total rendición.


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PE2615 – Estudio Bíblico
Estar a salvo en Jesucristo (4ª parte)



La búsqueda de seguridad domina al hombre, desde que ha llegado a ser errante y sin patria. El Señor mismo lo expulsó de su patria, el Paraíso. Génesis 3:23-24 dice: «Y el SEÑOR Dios lo echó del Edén, para que labrara la tierra de la cual fue tomado. Expulsó, pues, al hombre; y al oriente del huerto del Edén puso querubines, y una espada encendida que giraba en todas direcciones, para guardar el camino del árbol de vida«. Esta fue la estremecedora consecuencia del pecado original. Pero el Señor mismo tiene preparada una nueva y maravillosa patria y seguridad para todos los que quieren regresar a Él. Él les habla de esta maravillosa seguridad en la patria eterna, diciendo en Juan 14:1-3: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis«.

Pero existe una meta aún más alta del resguardo en Cristo. En Colosenses 3:3 leemos: «Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios«. Es una declaración de enorme contenido. Sin embargo, estamos demasiado ocupados en nuestras propias ideas y nuestros propios proyectos. Pero Dios quiere que estemos escondidos con Cristo en El. Sin embargo, la condición previa para esto es que nosotros – tú y yo – hayamos muerto a la vieja naturaleza pervertida y mentirosa, y esto juntamente con Cristo en la cruz

Nuestra vida no puede estar escondida con Cristo en Dios, si no hemos muerto primero a nuestro viejo hombre. En otras palabras: No puedes esquivar la cruz y a pesar de esto estar escondido con Cristo en Dios. Las aflicciones por las cuales tenemos que pasar, o nos hacen más mansos, mejores y más nobles, si nos escondemos más profundamente con Cristo en Dios, o nos hacen más malos y venenosos y nos llevan a obstinarnos cada vez más en nuestro camino, cuando no estamos escondidos en Él. Las cosas que enfrentamos, o nos hacen enemigos o nos hacen santos; esto depende completamente de nuestra relación con Dios, de nuestro estar escondido con Cristo en Él.

¡El estar escondido con Jesucristo en Dios, no es nada pasivo, sino algo sumamente activo y dinámico! Así comprendemos que el ser uno con Cristo en Dios, no solamente es un abrigo seguro, sino suprema actividad de fe por la oración. Lo importante que es nuestra oración a los ojos de Dios, nos es manifestado por las muchas y encarecidas invitaciones a la oración que encontramos en la Palabra de Dios. Dios no solamente nos invita a orar, Él nos impulsa directamente. Él nos implora, por así decirlo, que hagamos uso de este privilegio. Un traductor interpretó libremente Mateo 7:7, diciendo: «Pedid, os pido que pidáis; buscad, os ruego que busquéis; llamad, os insto que llaméis«.

No solamente nos invita y nos exhorta a orar, sino que también nos manda en Mateo 9:38: «Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies«. El mismo es el Señor de la mies. Es Su mies. Los obreros Le pertenecen a Él. ¿Por qué tendría, pues, que invitar a los hombres a orar por obreros para Su mies? ¡Qué milagro incomprensible es que Dios se hace dependiente de las oraciones de los Suyos! Lo mayor que nosotros – tú y yo – podemos hacer para Dios y para un hombre, es orar. Es verdad que puedes hacer aún más que orar después de haber orado; pero no puedes hacer más que orar hasta haber orado. Dios forma al mundo a través de las oraciones de Sus hijos. Cuanto más se ora, tanto más receptivo para la verdad llega a ser el mundo y tanto más se hace eficaz el poder de victoria de Jesucristo sobre el mal.

La oración de los hijos de Dios es el mayor capital del cielo. Si todo esto es verdad, la oración tendría que ser diariamente nuestra tarea principal. O como lo dice Pablo en I Timoteo 2:1: «Exhorto, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres«. ¿Quieres estar diariamente y sin interrupción escondido con Cristo en Dios? Entonces comienza a practicar el ponerte a salvo en El por una vida de oración completamente nueva, en lo cual tú personalmente experimentarás una y otra vez un maravilloso flujo de fuerza, como lo leemos en el Salmo 138:3: «El día que clamé me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma«.

Por el hecho de que Dios dio a la Iglesia la autoridad de realizar Sus decisiones y de llevar a efecto Su voluntad en la tierra, nosotros como hijos de Dios nos encontramos en el aprendizaje, preparándonos para reinar con Cristo en la eternidad. Para que aprenda la técnica de la victoria, Dios ha dado la oración a la Iglesia. Para que se pueda ejercitar en ella, Él le dio el poder de llevar a efecto Su voluntad aquí en la tierra. Para formar el carácter y la habilidad que la Iglesia necesitará, Dios le confirió autoridad espiritual y responsabilidad para ejecutar Su voluntad y para velar sobre la realización de Sus decisiones en cuanto a los asuntos terrenales. Los siguientes versículos muestran lo frecuentemente que se nombra la tierra como nuestro campo de acción: en Mateo 18:19 encontramos «si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra…» tendrían respuesta. Con esta autoridad se nos otorga la mayor distinción, sí, como hijos de Dios somos puestos encima de todos los seres creados. Ningún ángel y ningún arcángel alcanzará alguna vez este rango; pues no los ángeles, sino única y solamente los hombres salvos, por haber sido creados de manera sin par conforme a la imagen de Dios, son puestos en la condición de llegar a ser la Esposa y de sentarse con el Esposo en Su trono. ¡Nuestro Señor viene muy muy pronto! Él nos exhorta en Lucas 19:13: “Negociad entre tanto que vengo

¡Ponte, pues, ahora a salvo por la fe en El y llega a ser una persona de oración victoriosa! ¿Cómo ha sido tu vida hasta hoy? ¿Estás entregado sin amparo a la furia de los poderes de las tinieblas? ¿Eres una persona arrastrada de un lado a otro? ¿También tienes que lamentar junto con David en el salmo 62:4: «¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre, tratando todos vosotros de aplastarle como pared desplomada y como cerca derribada?» Pero si todo y todos se han conjurado contra ti, ¡el Señor Jesús está de tu lado! Puedes decir ahora por la fe: «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?«

Tal vez tienes que decir que nadie cuida de tu alma. Pero te digo: El Señor Jesús cuida ahora de tu alma, y lo hace lleno de misericordia. ¡Derramó Su preciosa sangre para ti en la cruz del Gólgota! O, dices, no hay respuesta a mis oraciones. Esto es porque todavía no estás escondido con Cristo en Dios, porque todavía no quisiste entregar tu vieja vida. ¿Quieres hacerlo ahora? Mira, el Señor Jesús te espera y dice: «…al que a mí viene, no le echo fuera«. Ora, pues, ahora, entregándole completamente tu corazón y tu vida: «¡Ponme a salvo en ti, Salvador fuerte!»

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