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Autor: Wim Malgo

Es la segunda entrega de este estudio de Wim Malgo, en cual que nos lleva a la historia de Moisés. En cierta oportunidad fue escondido por Dios en una hendidura de una peña, y pudo ver algo de la gloria de Dios. Esa hendidura habla de Cristo nuestro lugar seguro, en quién tenemos liberación de miedo, salvación eterna y una vida que glorifica a Dios.


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PE2613 – Estudio Bíblico
Estar a salvo en Jesucristo (2ª parte)



Estamos demasiado ocupados en nuestras propias ideas y nuestros propios proyectos. Pero Dios quiere que estemos escondidos con Cristo en Él. Sin embargo, la condición previa para esto es que nosotros – tú y yo – hayamos muerto a la vieja naturaleza pervertida y mentirosa, y esto juntamente con Cristo en la cruz. Por eso, observemos exactamente el orden de sucesión en Colosenses 3:3:

1. «Porque habéis muerto…«

2. «…y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios«.

Nuestra vida no puede estar escondida con Cristo en Dios, si no hemos muerto primero a nuestro viejo hombre. En otras palabras: No puedes esquivar la cruz y a pesar de esto estar escondido con Cristo en Dios. Primero tienes que pasar por el Gólgota, esto significa concretamente la entrega completa de tu vida que has llevado hasta hoy, con todos tus proyectos, intenciones y opiniones.

Dios no se ocupa de nuestros proyectos. No dice: «¿Quieres pasar por esta soledad? ¿Quieres sufrir esta agitación?» El permite las cosas para Su propia meta. Las aflicciones por las cuales tenemos que pasar, o nos hacen más mansos, mejores y más nobles, si nos escondemos más profundamente con Cristo en Dios, o nos hacen más malos y venenosos y nos llevan a obstinarnos cada vez más en nuestro camino, cuando no estamos escondidos en Él. Las cosas que enfrentamos, o nos hacen enemigos o nos hacen santos; esto depende completamente de nuestra relación con Dios, de nuestro estar escondido con Cristo en Él. Cuando encaras a cosas agobiadoras y dices: «Sí, Padre, no se cumpla mi voluntad, sino la tuya,» entonces recibes el consuelo de Juan 17, el consuelo de saber que tu Padre actúa según Su propia sabiduría y lleva todo a un glorioso fin.

Si una vez hemos comprendido lo que Dios pretende en realidad, nunca más pensaremos de manera estrecha y baja. Pues el Señor Jesús, al orar por nosotros, no pidió menos que nuestra unidad con El, así como Él es uno con el Padre. Algunos entre nosotros todavía están muy lejos de esto, y a pesar de esto, Dios no los dejará hasta que hayan llegado a ser uno con El, porque Jesús oró para que lleguemos a ser uno. «Pues habéis muerto» – esta es la frase que se pasa por alto. Pero es el único acceso, pasando por el Gólgota, que lleva al estar escondido con Cristo en Dios. Pues este «con Cristo en Dios», justamente expresa que yo estoy crucificado con Él. La expresión «con Él» contiene todo. Uno no puede estar con Él y vivir con Él sin haber muerto. Pues como leemos en 2 Timoteo 2:11 «Palabra fiel es esta: Si somos muertos con Él, también viviremos con Él; si sufrimos, también reinaremos con Él«. Así abrimos el camino hacia la nueva vida escondida con Él en Dios, donde el enemigo no puede encontrarnos. Solamente así somos: Inalcanzables para el enemigo

David testifica esto en el Salmo 27:5: «Porque en el día de la angustia me esconderá en su tabernáculo; en lo secreto de su tienda me ocultaré; sobre una roca me pondrá en alto«. «En lo secreto de su tienda,» en lo más íntimo, en el Lugar Santísimo, allí es donde Él esconde a Sus hijos. La traducción literal de la primera parte del Salmo 27:5 dice: «Pues Él me esconde -en Él como – en un refugio en el día de la desgracia«. Este versículo indica una razón fundada por el deseo del salmista de tener comunión con Dios; por ella, él se sabe seguro en la hora del peligro. Pues en el tiempo de la aflicción, cuando otros me abandonan, El me concederá un refugio seguro, aun en el peligro más agudo.

En el pasado, la tienda real estaba en medio del ejército, y alrededor de ella, los armados estaban de guardia a toda hora. Así, el hijo de Dios está escondido en paz en el poder real de Dios, que nunca será sacudido; y no es porque se ha introducido furtivamente a sí mismo, sino que está escondido por el mismo Rey. Tenemos acceso a lo más íntimo de Su tienda, de Su Santuario, por medio de la preciosa sangre de Su Hijo, a través del velo abierto, Su carne. «En lo secreto de su tienda me ocultará.» En el Antiguo Pacto, estaba prohibido bajo pena mortal que alguien penetrara hasta el Lugar Santísimo. Pero ahora que el Señor ha escondido allí a los suyos, ¿qué‚ enemigo se atreverá a molestarlos allí?

«Sobre una roca me pondrá en alto«. Inmutabilidad, eternidad e inconmensurable poder se añaden al poder real y a la inviolabilidad del Santuario. ¡Qué bienaventurada es la posición del hombre a quien Dios mismo enaltece sobre sus enemigos, poniéndole sobre una roca inaccesible, que nunca podrá ser expugnada! La versión de Reina Valera traduce el Salmo 27:5 de la siguiente manera: «Porque Él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto«. Puedo imaginarme que te encuentras personalmente en un «día del mal». Varias aflicciones te agobian y te amenazan. Pero confía, pues, aunque Dios el Padre no siempre libra a Sus hijos de la aflicción, sí los libra de lo que hace de la aflicción un mal, es decir, de la desesperación en la aflicción, siendo que Él sostiene su espíritu. Es lo que también Jabes, como encontramos en 1 Crónicas 4:10, oró, diciendo: “¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió«. Muchas veces, Dios no quita la aflicción, sino que santifica la aflicción para el saneamiento del alma y libra de la mayor aflicción por una menos grande, transformándola en gloria. Estos son los maravillosos y singulares caminos de Dios.

Tú, que actualmente estás amenazado por múltiples peligros, ¿por qué no huyes a Dios, poniéndote a salvo con Cristo en El? David expresó esto muy claramente, cuando oró en Salmos 57:2: «Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos«. Para mí, este «Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí» es la única fuente para todas mis esperanzas, de la cual me provienen todas las promesas, pues como dice el Evangelio de Juan capítulo 1 verso 16: «de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia«. El Salmo 57:2 luego dice: «…en ti ha confiado mi alma…» No pasemos por alto la fuerza de esta expresión; pues abarca el hecho de que la confianza en Dios que demostró David venía de lo profundo del alma, que no era, pues, superficial, sino que estaba honda y fuertemente arraigada.

Testifica lo mismo de manera figurada, cuando expresa, a continuación, la convicción de que Dios lo cubrirá bajo la sombra de Sus alas, «hasta que pasen los quebrantos«. El compara su aflicción y la desgracia que causan sus enemigos con una tormenta que viene y va. Así como no siempre tenemos sol en esta vida, así tampoco tenemos siempre tormenta y lluvia. El hombre nace para el sufrimiento y la pena, y especialmente el justo. Dice Salmos 34:19: «Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el SEÑOR«. Si ponemos nuestra confianza en Él y echamos toda nuestra ansiedad sobre Él, Él hará pasar todas nuestras aflicciones en el momento oportuno. O las quitará de nosotros, o nos sacará de ellas, y esto a través del arrebatamiento que podemos esperar cada día. En Lucas 12:40, Él dice:

«Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no pensáis, el Hijo del Hombre vendrá«. Todos los que creen en Jesucristo y confían en Él, de repente serán transformados y arrebatados a Su encuentro. Entonces quedaremos completamente libres de todo agobio y de toda ansiedad, de todas las angustias y de los sentimientos de falta de seguridad. Entonces tendremos un cuerpo semejante al cuerpo de la gloria suya, y seguidamente a esto seremos arrebatados al encuentro del Señor juntamente con todos los resucitados.

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