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Autor: Wim Malgo (1922-1992)

La quietud es una actitud del corazón que nos permite mantener la fortaleza interior, incluso en tiempos de tormenta. Frecuentemente se escucha decir que vivimos en un tiempo de mucho estrés. Sin embargo, la quietud en el Señor es accesible en todo momento y para todo creyente.


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PE2350 – Estudio Bíblico
El Poder de la Quietud



Amigos, ¡qué gusto estar nuevamente con ustedes! La quietud es una actitud del corazón que nos permite mantener la fortaleza interior, incluso en tiempos de tormenta. En Isaías 30:15 encontramos un versículo clave, que fue elegido en aquel entonces por Martín Lutero para que fuera su lema durante el agitado tiempo de la Reforma. Allí leemos: “En quietud y en confianza será vuestra fortaleza”. El reposo en el Señor es una de las menos usadas fuentes de fortaleza que el Señor nos ha dado.

Frecuentemente se escucha decir que vivimos en un tiempo de mucho estrés. Sin embargo, la quietud en el Señor es accesible en todo momento y para todo creyente. La gran quietud que estaba en el Señor Jesucristo, se manifestó plenamente cuando Él tuvo que sufrir de una manera inimaginable, cuando fue insultado, burlado, golpeado, escupido y provocado. En aquellos momentos, nuestro Señor permaneció completamente quieto. Isaías lo predijo cuando escribió, en el capítulo 53, versículo 7, de su libro: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”.

Precisamente en este silencio de Jesús, se manifestó Su maravilloso poder de victoria. Los aullidos de los poderes satánicos de muerte alrededor de Él no le pudieron hacer nada, al contrario. Reiteradas veces leemos en los Evangelios: “Mas Jesús callaba”. Por ejemplo, Jesús calló cuando dos falsos testigos tergiversaron las palabras de Juan 2:19, que Él había dicho: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Jesús se refería al templo de Su cuerpo, no al templo terrenal en Jerusalén. Y aunque nadie Lo defendió, tampoco Sus discípulos más cercanos, Él permaneció en silencio. ¿No quería defenderse contra estas malinterpretaciones y esta falsedad? No. Jesús permaneció callado. También cuando estuvo ante Pilato, el gobernador romano, nuestro Señor no respondió ni una palabra (como podemos ver en Mateo 27:13 y 14).

Si amamos al Señor de todo corazón y Le servimos, seremos guiados por la misma senda que Él. Sus acusadores esperaban ansiosamente que Él se defendiera y se justificara a sí mismo. Pedro lo describe con palabras muy acertadas y al mismo tiempo nos exhorta, en su primera carta, capítulo 2, versos 21 al 24: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca, quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.

Esta descripción de la quietud de Jesús, ilustra nuestra vocación: el estar quietos en la fuerza de Jesús. Solamente puedes experimentar esto si descansas en tu Señor, quien conquistó Su mayor victoria justamente cuando nadie Lo sostenía y aún Sus mejores amigos se habían escabullido.

También Pablo tuvo esta misma experiencia. Desde Roma escribió a Timoteo: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon…” Pues aún el médico Lucas y sus mejores amigos lo habían abandonado. Y Pablo sigue: “No les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas”.

Toda la zona de quietud del Dios vivo está abierta para todo hijo de Dios. Pues nuestro Señor Jesús quitó en la cruz del Gólgota la causa de la inquietud: el pecado. “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios”, dice Hebreos 4:9. También el profeta Isaías profetizó al respecto con palabras hermosas, diciendo: “Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre”.

¿Quién es justo y puede entrar a este reposo? Romanos 3:10 nos da la respuesta: “No hay justo, ni aun uno”. Todos somos pecadores. Sin embargo, Jesucristo satisfizo completamente, en la cruz del Gólgota, la justicia exigida por el Dios justo. Al quitar nuestros pecados, nos abrió la puerta a la justicia, y con ella al reposo en Él, si realmente hemos sido justificados por la fe en Jesucristo. – Tú solo no puedes producir esta quietud, sino que tienes que creer en Jesucristo, quien murió por ti. A través del nuevo nacimiento, recibimos la justicia que es de Dios – y con ella también el reposo eterno. “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”, dice 1 Juan 1:7.
Diariamente puedes experimentar la quietud que proviene del Cordero, si solamente estás dispuesto a seguir al Señor y a entrar en Su reposo. Pues, ¿qué hizo el Señor Jesús cuando estuvo en la cruz del Gólgota, sufriendo horrendos dolores? ¿Reprendió a los sádicos que estaban alrededor de la cruz? No. Él oró: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (así leemos en Lucas 23:34).

Vivimos en un tiempo en el cual tenemos que dar prueba de esta quietud frente al enemigo, así como lo tuvo que hacer Israel, cuando se le dijo en Éxodo 14:14: “Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”. Imaginémonos la situación de Israel en aquel entonces: Cuando salió de Egipto, no solamente estaba siendo perseguido por el enemigo, sino que no podía huir. Todo el pueblo había quedado encerrado. En ese momento se debía manifestar si el Señor estaba o no con él. Y porque el Todopoderoso sí estaba con él, Israel pudo finalmente aquietarse.

El Señor exigió de él que hiciera lo que dice el Salmo 46:10: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Cuántas veces estamos encerrados por dificultades y poderes oscuros, y no sabemos cómo actuar para salir de esa situación. ¿Qué debemos hacer entonces? El Señor dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”.

En Lucas 8 leemos acerca de un acontecimiento de Jesús con Sus discípulos sobre el lago de Genesaret. Se había desencadenado una tormenta, y en lugar de estar quietos y de confiar en el Señor, los discípulos se pusieron nerviosos y Le dijeron: “¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron y se hizo bonanza”. Sin embargo, la calma de los discípulos llegó tarde, pues tendrían que haber estado quietos cuando rugía la tormenta. Por eso, Jesús les preguntó: “¿Dónde está vuestra fe?”. Es como si quisiera decir con esto: „¿No es suficiente que Yo esté con ustedes? ¿Por qué están inquietos?”

Ahora, la quietud en Jesús no significa de ninguna manera que uno se retire a lamentarse de sí mismo. Porque, justamente, la quietud en el Señor es un poder sumamente activo, no un retirarse en sí mismo. No significa de ninguna manera que uno entristezca o desanime a los que lo rodean, con su silencio. A través de la verdadera quietud interior recibes la capacidad de luchar victoriosamente la buena batalla de la fe. ¿Qué batalla es? ¡Nuestra batalla más grande es el poder llegar a no luchar más nosotros mismos! Pero esto exige de nosotros un esfuerzo: “Que procuréis tener tranquilidad”, dice Pablo en 1 Tesalonicenses 4:11.

¿No es una contradicción, el “procurar” y el “estar quietos”? No. Debemos procurar creer que Jesús ya lo ha hecho todo. Ya no luchamos para obtener la victoria, sino que luchamos a partir de la base de la victoria obtenida por Jesús. Ésta es nuestra lucha.

¡Nuestro Señor viene pronto! Si en algún momento ha sido necesario evitar el estrés, entonces es ahora. Pues solamente con quietud interior, podrás tener un encuentro con el Señor, si no, no lograrás escuchar Su voz. En el Antiguo Testamento leemos, entre otras cosas, en Habacuc 2:20: “Mas Jehová está en su santo templo, calle delante de él toda la tierra”. Y Zacarías 2:13 dice: “Calle toda carne delante de Jehová; porque él se ha levantado de su santa morada”. El Señor está en camino y quiere renovar ahora tus fuerzas, y como dice Isaías 30:15: “En quietud y en confianza será vuestra fortaleza”.

1 Comment

  1. juan miguel miguel dice:

    excelente material, Dios les Bendiga.

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