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Autor: Norbert Lieth

Es fascinante lo que la Biblia nos revela acerca del reposo de Dios, accesible para nosotros en todo momento. El mensaje nos hace un resumen de este reposo, en las diferentes etapas de la historia de la salvación.


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PE2351 – Estudio Bíblico
El Reposo de Dios



¡Hola amigos! ¿Qué tal? Es fascinante lo que la Biblia nos revela acerca del reposo de Dios, accesible para nosotros en todo momento. Haremos un resumen de este reposo, en las diferentes etapas de la historia de la salvación.

La primera Persona que descansó, como vemos en Génesis 2:2, fue Dios mismo: “Y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo”.

Dios creó, por el poder de Su Palabra, todo lo visible e invisible de la nada, y lo hizo en sólo seis días. Él, quien es la fuente de toda fuerza, no necesita el descanso: “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance”, nos dice Isaías 40:28. Por lo tanto, el séptimo día como día de reposo, tiene un significado especial en la historia de la salvación. Muestra cuál fue la intención de Dios desde el principio.

El día en que Dios descansó, según Génesis 1:26 al 31, fue el primer día después de la creación del hombre en el sexto día. Esto significa que el hombre estaba destinado a participar del reposo de Dios. Dios quería tener al hombre para Él mismo. El hombre tenía que sojuzgar la tierra, ser fructífero y gobernar, pero todo esto a partir del reposo de Dios. Sin embargo, el pecado se entrometió y destruyó este descanso. En su lugar, vino la ansiedad.

A partir de ese momento, como nos dice Génesis 3:16, la mujer tendría penas y fatigas en su embarazo, daría a luz con dolores y su deseo sería para su marido. Y, en los versículos siguientes, leemos que el hombre trabajaría la tierra con dolor, comería plantas del campo y ganaría su pan con el sudor de su rostro. Sufriría la muerte y volvería a la tierra de la cual fue tomado. Y, además, los dos primeros seres humanos tuvieron que abandonar la quietud del huerto de Edén.

A continuación, la Biblia nos muestra cómo la ansiedad humana fue aumentando continuamente a consecuencia del pecado. Después que Caín, el primogénito de Adán y Eva, hubo asesinado a Abel, por ejemplo, el Señor le dijo: “Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra”.

Desde el pecado original, la humanidad ha vivido con ansiedad, dolor y desolación. Cuando el mundo se corrompió de tal manera por el pecado, que el Todopoderoso tuvo que hundirlo en el diluvio, quedó con vida un solo hombre con su familia. Su nombre fue Noé. Lamec, el padre de Noé, le había dado este nombre, con una explicación llamativa: “Y le puso por nombre Noé, diciendo: Éste nos dará descanso de nuestra labor y del trabajo de nuestras manos, por causa de la tierra que el SEÑOR ha maldecido” (así leemos en Génesis 5:29. Noé significa “descanso” o “consuelo”. Ya en aquel entonces, Lamec ligaba la esperanza mesiánica con este nombre, pues un día vendría el Mesías, el Salvador, y devolvería al mundo el reposo de Dios. Por eso, Noé es una imagen profética del verdadero Mesías, el Señor Jesucristo. Lamec cumplió 777 años. Parece como un triple recordatorio del día séptimo, el día del reposo de Dios.

Más tarde, según se narra en Génesis 49:10 y 11, Dios eligió a Abraham, a Isaac y a Jacob. A Jacob lo llamó Israel, y sus hijos fueron los padres de las doce tribus de Israel. Dios se había propuesto la meta de hacer volver a la humanidad a Su reposo. Ésta, a nuestro parecer, es la razón por la cual Dios mandó, a Su pueblo elegido, Israel, observar el séptimo día, el shabbat, como día de reposo (como está escrito en Éxodo 20:9 al 11). Pues Israel tenía que entrar al reposo de Dios, al “shabbat del Señor”, como en aquel entonces Adán y Eva, antes de caer en pecado. Sin embargo, el pueblo fracasaba continuamente. No era capaz de cumplir los mandamientos de Dios y por eso no encontró reposo. Ni Moisés ni Josué, que tuvo que guiar al pueblo a la tierra prometida, lograron que el pueblo encontrara su reposo.
Luego llegó el momento en que Dios mandó a Su propio Hijo al mundo. Jesucristo, es la “personificación” del reposo de Dios. Por Él vemos, una vez más, que Dios quiere hacer entrar a los seres humanos a Su reposo, del cual el shabbat era una imagen. Por eso, leemos en Mateo 12:8, que Jesús dijo de sí mismo: “Porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo”. Jesús es Señor del shabbat, porque Él es el reposo de Dios en Persona. Por eso, puede decir: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Ya 700 años antes, el profeta judío Isaías había hablado de esto, cuando profetizó: “A los cuales él (Dios) dijo: Éste es el reposo; dad reposo al cansado; y éste es el refrigerio; mas no quisieron oír” (Isaías 28:12). Y así también les fue. Israel rechazó al Hijo de Dios y no quiso creer en Él. Por lo tanto, no entró en el reposo. Sin embargo, el reposo prometido al pueblo entero de Israel como nación, no ha sido anulado, sino postergado, lo que expresa Hebreos 4:9 con las palabras: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios”.
Este “reposo que queda” será el Reino mesiánico en la tierra, cuando Jesucristo venga con poder y gran gloria. En ese “día de reposo” del Reino mesiánico, Israel dejará de mirar sus propios esfuerzos y sus obras y, por fin, mirará a Aquél que es el Consumador de la Ley y nos ha traído la gracia perfecta. Cuando Jesús regrese, traerá el reposo con Él, como dice 2 Tesalonicenses 1:7: “… reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder”.
La Carta a los Hebreos hace dos importantes afirmaciones en cuanto a la salvación:
Primero: La fe es necesaria para llegar completamente al reposo.
Y segundo: Este reposo es un reposo en Dios mismo. La Carta a los Hebreos muestra claramente que el reposo de Dios en el séptimo día después de la creación ha sido, desde el principio, una imagen del reposo que permanece y se encuentra solamente en Dios mismo.
El que está en Cristo, reposa de sus propias obras – como Dios al séptimo día – en el sentido de que ya no intenta llegar a ser justo por medio de obras, leyes y mandamientos. “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (nos dice Romanos 10:4). Lo que Moisés y Josué no lograron, nos lo trajo Jesucristo. Por eso, es cierto lo que dijo Agustín de Hipona: “Nuestro corazón andará siempre inquieto, mientras no descanse en ti, oh Señor”.

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