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Autor: William MacDonald

Privilegios y responsabilidades en la Iglesia, éste será el tema que nos va a ocupar en los próximos programas. Hebreos 10:24-25 serán los “versículos de oro” en el transcurso del tratamiento del mismo.


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PE2314 – Estudio Bíblico
El Plan de Cristo para la Iglesia – VI (4ª parte)



¿Cómo están amigos? Decíamos en el programa anterior que: Tenemos la responsabilidad de procurar la santidad personal. Esto es muy importante. Antes de venir a la Cena del Señor, debemos examinarnos a nosotros mismos delante del Señor, confesar y dejar a un lado cualquier pecado conocido. Cuando el cuerpo tiene una úlcera, la misma afecta todo el organismo. No es un asunto privado; una úlcera no es algo privado. Eso es cierto también cuando existen pecados no confesados en la asamblea local.

En una asamblea cercana, la obra entre los jóvenes no iba bien. Los ancianos se preguntaban qué estaba sucediendo. No podían entender cuál era el problema. Finalmente salió a luz; el hermano encargado de la obra con los jóvenes estaba teniendo una conducta inmoral con una mujer de la asamblea. Ésa era la úlcera. Cuando se atendió eso, la obra entre los jóvenes se tornó vigorosa y saludable.

Deberíamos practicar la ayuda mutua, la exhortación y la edificación, edificándonos unos a otros, no criticándonos unos a otros, sino edificándonos unos a otros. Deberíamos amarnos unos a otros fervientemente. Y deberíamos orar unos por otros.

Y una de las grandes cosas que podemos hacer en el ministerio es practicar la hospitalidad. Más y más me doy cuenta de lo importante que es la hospitalidad en relación con la asamblea local.

Y, volviendo a mencionar la visita que Jim y yo tuvimos en el norte de Minnesota, recuerdo que al final de una de las reuniones, una hermana vino a mí y me dijo: “Quiero contarle una historia”.
Le respondí: “Dígame”.
Ella me contó: “Bueno, habíamos estado en una iglesia, y habíamos sido heridos profundamente. Estábamos muy heridos y ofendidos. Entonces decidimos que nunca más nos permitiríamos estar en esa posición nuevamente. Queríamos mantener nuestra distancia de las personas. Mantendríamos nuestra distancia de la asamblea local”. Pero, una vez, mi esposo, nuestros hijos y yo decidimos ir a una asamblea bíblica”.

(Yo, dice MacDonald, había estado ya en esa asamblea, y no hay nada allí que sea atrayente para la carne. Pero Dios está allí. El Señor está allí). Cuando entraron, uno de los hermanos la saludó y le dijo: “Cuando salí de casa, el Señor puso en mi corazón que debía traer este libro y dárselo a alguien”. Y añadió: “Usted debe ser ese alguien, y tan sólo quiero darle este libro”.

Ella entonces me dijo: “‘El Señor puso en mi corazón…’ Nunca había escuchado a alguien hablar así”.

Cuando se sentaron en la reunión, miraron a su alrededor y vieron a todas las mujeres usando mantillas, ya saben, como se estila en algunas asambleas.

En el camino de regreso a su hogar, los niños preguntaron: “Mamá, ¿qué era eso? ¿Porqué todas esas mujeres se cubrían la cabeza?”
Ella respondió: “Ni siquiera piensen en eso. Nunca volveremos allí”.

Así que se fueron a su casa y allí terminó la historia. Iban a mantener a la gente a una cierta distancia. No se iban a involucrar profundamente con nada de eso.

Al domingo siguiente, su esposo le preguntó si estaba lista. Ella preguntó: “¿Lista para qué?” Él contestó: “Lista para ir”.
“¿Lista para ir adónde?” Él replicó: “Lista para ir a la capilla”.
“Ella interrogó: “¿Lista para ir a la capilla?” Él dijo: “Sí”.
Entonces ella preguntó: “¿Y se supone que debo usar una de esas cosas en mi cabeza?” A lo cual él respondió: “Sí, me parece que sí”.

Entonces volvieron aquel domingo, y los invitaron a cenar. Veintidós veces en los meses siguientes fueron invitados a cenar.

Ella dijo: “Habíamos asistido a la iglesia por años. Nunca se nos había invitado a cenar. Les había dicho a los niños: ‘No se preocupen, nunca volveremos allí’ ”. Y, entonces, ella me aseguró: “En realidad, lo que sucedió fue que nunca nos fuimos”.

Ésa es la importancia de mostrar hospitalidad.

Por supuesto, también está la responsabilidad de compartir la obra en la asamblea local, limpiar, reparar y sujetarse al liderazgo de los ancianos.

Ahora quisiera mencionar algunas: Consideraciones finales sobre la Iglesia. Algunos pensamientos finales, en relación con la vida en la asamblea.

Trate de mirar a los demás creyentes como Jesús lo hace. No es fácil. Pero es la forma en la que debemos hacerlo. Vea a los demás creyentes en la forma en que Jesús lo hace.

Evite tener un espíritu crítico. No hay nada que vaya más en detrimento de la vida espiritual de una asamblea que un espíritu quejoso. Parecería ser que algunos tenemos un don para la crítica. Ése es un talento que al Señor no le importará si lo enterramos.

Es algo bueno reconocer la diferencia entre los asuntos que son fundamentales, que son importantes, y aquéllos que son periféricos. Hay algunas cosas que son fundamentales, las verdades básicas de la fe cristiana, que no debemos negociar. Hay otras cosas que son importantes porque la Biblia las enseña, pero existe diferencia de opiniones entre los creyentes en la interpretación de las mismas. La asamblea debería adoptar una posición en cuanto a esos temas, y entonces, cuando uno está en comunión con esa asamblea, puede que crea en forma diferente, pero no debe promover su manera de pensar, ni en público ni en privado. Eso mantiene la paz en la asamblea.

Además, hay otros asuntos que son periféricos. Hay algunos asuntos que a Dios no le preocupan. A Dios no le preocupa si usted es vegetariano. Él no está demasiado interesado en si usted come pan con o sin levadura, o si toma jugo de uva o vino en la Cena del Señor. Él deja muchas de estas cosas para que la asamblea local las decida.

Nuevamente digo lo que sugerí antes, tenga sus propias convicciones. Que sus padres lo creyeran no debería ser suficiente para usted. Tenga sus propias convicciones de la Palabra de Dios. Si lo ve escrito, cuando obtenga esas convicciones, manténgase fiel a ellas. Un hombre anciano, Alfred Mace, me dijo: “Bill, cuando obtengas convicciones escriturales, apégate a ellas”. Y he procurado hacerlo.

No hay don que tenga una persona, que sea demasiado grande para los principios de Dios. Alguien puede estar en una asamblea pequeña y pensar: “Bueno, mi don en realidad es demasiado grande para este tipo de cosas. Debería buscar una esfera más amplia de influencia”, y entonces dejar los principios, y mudarse para alcanzar una audiencia mayor. Apéguese a los principios y permita que el Señor lo guíe.

Es interesante que a menudo, cuando otras personas han abandonado algo, nosotros lo descubrimos. Y cuando la gente descubre algo maravilloso que tenemos, lo abandonamos. Eso siempre pasa. Agradezco a Dios por las grandes verdades de la asamblea del Nuevo Testamento. Es extraño ver a las personas abandonar estas verdades por algo menor. A la vez, otros vienen para contemplarlas. En un capítulo previo compartí varias citas de clérigos que dicen que ésta es la manera del Nuevo Testamento, en la cual los dones son dados para el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.

Nuevamente, recuerde que seguir el patrón no es suficiente. Queremos tener el patrón correcto basado en la Palabra de Dios; pero, además, queremos tener el poder espiritual que debe ir con el mismo.

El Espíritu de Dios se mueve en una forma especial en nuestros días. Está en conexión con todo el tema de la plantación de asambleas. Dios rara vez reforma un movimiento. El comienza algo nuevo. Yo quiero estar involucrado en la obra de Dios de comenzar algo nuevo en mi país. ¡Los mismos principios! Pero una presentación nueva de dichos principios. Creo que Dios está haciendo eso. Lo está haciendo en mi ciudad. En otras ciudades también. Y espero que lo esté haciendo en su área también. Está en la atmósfera, amigos. Seamos parte de esto.

Vamos a orar: Padre, te agradecemos por estos tiempos en los que podemos estar juntos, cuando podemos sentarnos a los pies de Jesús y escuchar la voz del tierno Pastor a través de la Palabra de Dios. Recordamos lo preciosa que es la Iglesia para Ti, y queremos que sea preciosa para nosotros también. Ayúdanos a ser más fieles, te lo pedimos de corazón. Ayúdanos a estar más comprometidos. Ayúdanos a ser los hombres y mujeres de Dios que Tú quieres que seamos. Haz que estas verdades sean reales en nuestras vidas, y que por medio de nuestras vidas sean reales para otros también. Oramos en el digno y precioso nombre del Salvador. Amén.

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