El Plan de Cristo para la Iglesia – VI (3ª parte)

El Plan de Cristo para la Iglesia – VI (2ª parte)
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Autor: William MacDonald

Privilegios y responsabilidades en la Iglesia, éste será el tema que nos va a ocupar en los próximos programas. Hebreos 10:24-25 serán los „versículos de oro“ en el transcurso del tratamiento del mismo.


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PE2313 – Estudio Bíblico
El Plan de Cristo para la Iglesia – VI (3ª parte)



¿Qué tal amigos? Vamos a retomar algo de lo que veníamos hablando en el programa anterior, y seguimos adelante con el tema de las responsabilidades en la Iglesia.

Dijimos que: Tenemos la obligación de asistir a las reuniones con fidelidad.

¿Cuál es una razón válida, por ejemplo, para no asistir a la Cena del Señor?

Recuerde, el Rey está allí. Recuerde, Aquel que murió por usted en el Calvario está allí. ¿Cuál sería una buena razón para no asistir? ¿El cumpleaños de la tía Julieta? ¿Una reunión familiar en el día de la madre? Si creemos que el Señor Jesús está allí, es difícil encontrar alguna buena razón para no estar allí nosotros.

Él lo pidió. Leemos en 1 Corintios 11:24 que Él dijo: “Tomad, comed. Este es mi cuerpo que por vosotros es partido”. Él está allí cuando nos reunimos.

Nos apropiamos de este hecho por la fe. No obramos en caso de que fuera cierto. Lo hacemos porque es cierto. Algunos pueden objetar diciendo: “Él está en todas partes”. Sé que Él está en todas partes, pero hay un sentido especial en el cual Él está presente cuando Su pueblo se reúne para adorarlo.

La iglesia primitiva fue fiel a su compromiso con la asamblea local. Hechos 2:42 dice: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. No dice que continuaban en esas cosas. Dice que “perseveraban” en esas cosas. El apóstol Pablo sabía que cuando dejó Filipos para ir a Troas, encontraría a los creyentes partiendo el pan en el Día del Señor. ¿Podría él tener la misma expectativa si nos visitara?

MacDonald sigue diciendo: Me recuerdo a mí mismo que cuando no estoy presente, el Salvador me extraña. Lo extraña a usted también cuando no está presente. Recuerde cuando el Señor Jesús fue a la casa de Simón el fariseo. Recibió una fría bienvenida. El Señor Jesús le dijo lo que leemos en Lucas 7:45 y 46: “No me diste beso… No ungiste mi cabeza con aceite”. ¿Alguna vez se ha puesto a pensar que cuando usted no está y Él sí, Él extraña su beso? Soy un simple creyente, pero ciertamente creo esto con todo mi corazón. Si extrañó el beso de un fariseo no regenerado, ¿cuánto más extrañará el beso de aquel a quien redimió con Su preciosa sangre?

La asistencia a la asamblea es un índice de nuestro amor por Jesús. Él dijo en Juan 14:21: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”. Y el que encontramos en 1 Corintios 11:24 es uno de Sus mandamientos: “Haced esto en memoria de mí”. Esto es un índice de nuestras prioridades.

¿Qué es más importante? ¿Una reunión de oración, o mirar una final de fútbol?

Depende de cómo lo estemos contemplando. Si lo miramos desde el punto de vista natural, una final de fútbol es más importante. Pero, si se lo contempla a través de los ojos de la fe, no es así. Eso marca una gran diferencia, porque en la reunión de oración usted tiene comunión con el Dios de toda la creación. En la final de fútbol usted se emociona sobre resultados que de aquí a cien años no marcarán ninguna diferencia. Depende de con qué lentes se mire; qué lentes se estén usando. ¿Qué es más importante, hacer algunas reparaciones rutinarias en la casa o estar en la reunión de oración? Tenemos que pensar en nuestras prioridades y ponerlas en el orden correcto.

Cuando salimos de vacaciones, ¿tomamos la precaución de ir a algún lugar donde podamos reunirnos con el Señor y con Su pueblo? Cuando somos transferidos, ¿tiene peso en nuestra decisión el hecho de que exista una congregación escritural en el lugar adonde vamos?

A pesar todas estas responsabilidades, siempre debemos recordar que si resolvemos llevar una vida comprometida, es más para nuestro propio bien que para el Suyo. ¿En qué podría afectarle al Gran Soberano del universo en realidad? Pero sí nos afectaría muchísimo a nosotros. Nosotros somos los que acabamos siendo carentes cuando no nos comprometemos.

Él les dijo a sus discípulos: “Ustedes son quienes me han acompañado en mi tentación, y yo les entrego un reino”. Él toma en cuenta nuestro compromiso hacia Él, y Él nos ha entregado un reino.

Las reuniones de la asamblea tienen una influencia santificadora sobre nuestras vidas. Por ejemplo, cada vez que venimos y recordamos al Señor en Su muerte, recordamos lo que le costaron nuestros pecados. Esto aumenta nuestro repudio hacia el pecado, y nuestro deseo de hacer lo que es agradable ante Su mirada.

Al ir a la reunión de oración, aprendemos a orar. La mejor manera de aprender cómo orar es estando con los creyentes cuando oran. Cuando escuchamos las oraciones de la gente, a menudo pensamos: “¡Eso es maravilloso! ¡Nunca lo había pensado!” Uno toma notas con la mente, y eso lo ayuda a seguir en el camino.

Aprendemos a adorar, aprendemos a dar, aprendemos a desarrollar un sentido de estar compenetrados con nuestros hermanos en la fe.

El texto de oro, de Hebreos 10.25, dice: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.

Mis amigos, John y Mary Lou Phelan, son de Nashville, Tennessee. Cuando John, durante la Segunda Guerra Mundial, estaba en el Sur de Carolina, conoció a un hombre llamado Harold Kessler. Harold Kessler le condujo al Señor, e hizo una formidable tarea discipulándolo, incluyendo la verdad de la iglesia neotestamentaria. Después de la guerra, Johnny y Mary Lou volvieron a Nashville, Tennessee. La Iglesia Metodista local le pidió que fuera el asistente del pastor. Habría sido una posición prestigiosa en su comunidad. Pero, John estaba comprometido con los principios del cristianismo y la Iglesia del Nuevo Testamento. Así que, él y su esposa recordaron al Señor por un año en la sala de estar de su hogar, ellos solos. Eso es compromiso. Al final de ese primer año, algunos hermanos fueron y colocaron una carpa en el cruce de la 65 y Louisiana, comenzaron a predicar el evangelio y se ganaron algunas almas. Hoy día existe una gran asamblea en Nashville. Tienen un anexo en una ciudad adyacente. Tienen un lugar de campamento propio. Son el resultado de aquella pareja que fue fiel al Señor, que tenía un compromiso con Él, y se reunió por todo un año estando los dos solos para recordar al Señor. Eso es compromiso, y Dios lo honra. “Yo honraré a los que me honran” (nos dice 1 Samuel 2:30).

Jim McCarthy y yo estábamos en una conferencia en el norte de Minnesota, donde conocimos a la pareja Jack y Charlotte Moster. Ellos habían estado en comunión por muchos años en la asamblea de la calle Laflin, en Chicago. En aquel entonces, se produjo una emigración masiva hacia las afueras de la ciudad, a los sectores de más dinero. Muchas personas se mudaron, y por esa razón, el área de la calle Laflin se convirtió en una especie de ghetto. El perfil de la asamblea, la gente de la asamblea, todo cambió. Jack y Charlotte permanecieron allí a lo largo de los años. Recientemente, Charlotte y otra hermana estaban caminando fuera de la iglesia. Repentinamente hubo una pelea de bandas en el vecindario, y una bala perdida alcanzó a la otra hermana en la pierna. Pero, Jack y Charlotte todavía están allí, permanecen por amor a Jesús. Ese incidente no los alejó para nada. Eso es compromiso, y Dios lo valora, muchísimo.

Otras responsabilidades implican compartir con la asamblea local los gastos de la misma, y enviar recursos a los misioneros. Lo que una asamblea local es, determina en gran manera lo que los misioneros podrán hacer en el campo. Ellos son una expresión de la asamblea local.

Tenemos la responsabilidad de procurar la santidad personal. Esto es muy importante. Antes de venir a la Cena del Señor, debemos examinarnos a nosotros mismos delante del Señor, confesar y dejar a un lado cualquier pecado conocido. Cuando el cuerpo tiene una úlcera, la misma afecta todo el organismo. No es un asunto privado; una úlcera no es algo privado. Eso es cierto también cuando existen pecados no confesados en la asamblea local.

En una asamblea cercana, la obra entre los jóvenes no iba bien. Los ancianos se preguntaban qué estaba sucediendo. No podían entender cuál era el problema. Finalmente salió a luz; el hermano encargado de la obra con los jóvenes estaba teniendo una conducta inmoral con una mujer de la asamblea. Ésa era la úlcera. Cuando se atendió eso, la obra entre los jóvenes se tornó vigorosa y saludable.

Deberíamos practicar la ayuda mutua, la exhortación y la edificación, edificándonos unos a otros, no criticándonos unos a otros, sino edificándonos unos a otros. Deberíamos amarnos unos a otros fervientemente. Y deberíamos orar unos por otros.

Una de las grandes cosas que podemos hacer en el ministerio es practicar la hospitalidad. Más y más me doy cuenta de lo importante que es la hospitalidad en relación con la asamblea local.

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