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Autor: Esteban Beitze

Quizás tú también en esta posición. Te creías muy firme y capaz de lidiar con la tentación por tus propias fuerzas. Te fuiste apartando del Señor, dejaste de lado la lectura de la Palabra de Dios y la oración, cambiaste la Iglesia por amigos del mundo o creyentes mundanos y te fuiste enredando cada vez más en los lazos del diablo.


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PE2953 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (50ª parte)



ACOSTUMBRAMIENTO AL PECADO: (vs.22,25)

Estamos estudiando la caída en el pecado de la avaricia de parte del siervo de Eliseo y las consecuencias que tuvo. El pasaje de hoy lo encontramos en 2ª Reyes 5 a partir del versículo 20: “Entonces Giezi, criado de Eliseo el varón de Dios, dijo entre sí: He aquí mi señor estorbó a este sirio Naamán, no tomando de su mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa. Y siguió Giezi a Naamán; y cuando vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle, y dijo: ¿Va todo bien? Y él dijo: Bien. Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos. Dijo Naamán: Te ruego que tomes dos talentos. Y le insistió, y ató dos talentos de plata en dos bolsas, y dos vestidos nuevos, y lo puso todo a cuestas a dos de sus criados para que lo llevasen delante de él. Y así que llegó a un lugar secreto, él lo tomó de mano de ellos, y lo guardó en la casa; luego mandó a los hombres que se fuesen. Y él entró, y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte. El entonces le dijo: ¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a recibirte? ¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve” Giezi le había dado lugar a la avaricia, codiciando y buscando con engaño que Naamán le diera de los bienes que el profeta Eliseo no había querido tomar para sí. Vemos en esta historia, que el pecado nunca queda solo. Siempre se añade alguno más.

Giezi engañó a Naamán alegando un evento y palabras de Eliseo que no eran verdad. Luego seguramente tuvo que mentir a los dos hombres que lo acompañaron. Y a continuación mintió a Eliseo para tapar el pecado.

Un pecado trae como consecuencia a otro. Una mentira tendrá como consecuencia, otra para seguir tapando el problema. Si le damos entrada en algún lugar al virus infeccioso del pecado, será peor que el sida. En poco tiempo estaremos completamente infectados.

Al hacer una pequeña concesión, fácilmente llega la segunda, la tercera, etc. El pecado nos parecerá cada vez menos grave e inclusive lo sabremos excusar.

Luego tenemos la

ACUSACIÓN DE LA CONCIENCIA

Aunque no lo dice explícitamente, la acusación de la conciencia siempre acompaña al que peca. Pedro, después de escuchar el gallo, y al ver la triste mirada del Señor, se recordó de la advertencia del Señor. Se acordó de Sus palabras. La conciencia no lo dejó más tranquilo.

¿Cuántas veces habremos escuchado el tenue hablar de la voz del Espíritu Santo advirtiéndonos del pecado que estábamos por cometer y luego de hacerlo, escuchamos la voz de nuestra conciencia que nos juzgaba? Es de lo más desagradable, nos hace sentir infelices y fracasados.

Quizás ahora el Señor te esté recordando algo que todavía no está en orden en tu vida. Algo de lo cual sabes bien que está mal, y acerca de lo cual ya escuchaste muchas advertencias del Señor. Hazle caso al Señor, arregla tu situación delante del Señor ahora para que tengas, como dijo Pedro: una «buena conciencia» frente a los demás y especialmente «la aspiración de una buena conciencia hacia Dios» (1P.3:16,21). Cuando te acuestas a la noche, ¿te puedes dormir con la conciencia tranquila? ¿Le puedes mirar a los ojos a tus padres o líderes sin que venga algo turbio a la memoria?                                          

LAS TRISTES CONSECUENCIAS DEL PECADO (vs.26,27):

¡Qué profunda tristeza le abarcó después de fracasar tan trágicamente! ¡Había defraudado a su Maestro! Pero no sólo esto. A pesar de tener ahora cerca de 70 kg de plata y vestidos nuevos, terminó preso de la terrible enfermedad de la que Naamán había sido curado. Además, esto significaba quedar aislado de la sociedad. Ya no tendría contacto con personas sanas. Por donde pasara tenía que gritar “inmundo”, para que la gente se pudiera apartar. Aunque ahora era rico, ¿de qué le serviría? Su enfermedad era incurable. Sus vestidos hermosos ahora sólo servirían para tapar el aspecto asqueroso de la carne pudriéndose en vida. Su servicio junto al profeta de Dios concluyó abruptamente. Ya no podría ser bendición para otros. Las consecuencias de su pecado le acompañarían hasta morir en forma miserable. Para colmo, las consecuencias de su pecado, las iba trasmitir a su descendencia.

Si pensamos en Pedro, después de negar al Señor, recordamos que salió y lloró desconsoladamente. ¡Qué tragedia!

Así es la tentación. El diablo es muy astuto. Nunca te muestra el final de la película. Sólo te muestra el comienzo con las cosas placenteras. Por ejemplo, te muestra el sexo como algo que debes y puedes disfrutar ahora. Puedes disfrutarlo, pero no te muestra dónde termina. Exalta el goce de un par de minutos, pero no te muestra el sentimiento de culpa posterior. No te muestra embarazos no deseados, madres solteras con las vidas hechas añicos y niños generalmente sin padres, sin hogar. No te muestra las consecuencias morales y los traumas sicológicos de los abortos. No te muestra las enfermedades venéreas, quizás el Sida. Y así sucede con cualquier pecado, con cualquier tentación a la que cedemos. Satanás te hace ver el objeto del pecado como lo más apetecible, genial, y hasta necesario, pero no muestra cómo sigue y termina esta película: una vida marcada por el pecado, amarga, desdichada, sin sentido, malgastada, sin futuro promisorio y sobre todo con la angustiosa carga de saber que fuiste en contra de la voluntad del Señor y Su Palabra. Muchos hoy lamentan y quisieran rebobinar esta película y borrar la parte dónde se equivocaron, pero ya no pueden.

Pero hay otro tipo de amargura. La otra es la que lleva al arrepentimiento. En el caso de David, tenemos sus oraciones de arrepentimiento (Sl.32 y 51) y lo conocemos como el hombre de acuerdo con el corazón de Dios. Gracias a Dios, también Pedro tuvo este arrepentimiento profundamente de su pecado y su orgulloso corazón fue quebrantado. Esto lo que Dios busca. Y el Señor comenzó de nuevo con Pedro.  Y este pecador arrepentido, se convirtió en el líder de la nueva Iglesia y en un instrumento de lo más útil en las manos del Señor.  En cambio, Giezi, perdió todo lo que tenía y, sobre todo, lo que Dios podría haber hecho en y por medio de él.

Quizás tú también te encuentres calentándote las manos, sintiéndote bien en un grupito del cual sabes que no te conviene. Te creías muy firme y capaz de lidiar con la tentación por tus propias fuerzas. Te fuiste apartando del Señor, dejaste de lado la lectura de la Palabra de Dios y la oración, cambiaste la Iglesia por amigos del mundo o creyentes mundanos y te fuiste enredando cada vez más en los lazos del diablo.

Giezi se dio cuenta de su error, lamentablemente recién cuando ya había engañado al recién convertido y mentido a su señor. Quizás haya un paralelo a tu experiencia personal. Tu vida se convirtió en una farsa, en una pantalla, tu conciencia te acusa, tu vida está llena de amargura.

La solución es: vuelve al Señor. Reconoce tus pecados y faltas y El hará nuevas todas las cosas. Salomón conocía este principio. El escribió: «El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia» (Pr.28:13). Tu vida puede tener brillo otra vez. En vez de amargura, Dios te quiere dar paz y gozo. Vuelve al Señor y Él lo hará.

Si hemos caído ¿cuál es el camino para la restauración?

Un buen ejemplo es David. Después de adulterar, intentar engañar y ocultar su pecado y matar a Urías, llega el momento en que el pecado sale a la luz. Lo bueno es que no se excusa, no contraataca, sino que lo reconoce. Sal.51:1-13. Por lo tanto, si fuera tu realidad:

Reconoce y arrepiéntete de tu pecado.

Acepta el perdón de Dios.

Muestra frutos de arrepentimiento.

No dejes que Satanás te siga acusando por un pecado ya perdonado.

No dejes que Satanás te engañe de vuelta.

Vive con el propósito de Dn.1:8: “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse…”. ¿Hay algo de lo cual arrepentirte? ¿Apartarte? ¿O vives con el propósito de no contaminarte? Ese debe ser nuestro objetivo. Dios te ayude en ello.

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