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Autor: Esteban Beitze

Velemos por nuestra integridad. Y aún si han sucedido cosas desagradables en nuestra vida, sabemos a dónde acudir con nuestro dolor y recibir la cura para nuestras heridas. Con la renovación, el perdón y la fuerza de Dios, podremos ser preciosas luminarias en el lugar donde el Señor nos ha puesto.


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PE2949 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (46ª parte)



UN SIERVO DE PROFETA EMBUSTERO

En nuestro estudio de la vida y obra del profeta Eliseo hemos llegado a la historia de la cura de Naamán, el general sirio.

En esta historia estamos observando 5 personajes que no aparentan lo que son. Tenemos a un famoso general, pero enfermo de lepra. Encontramos a una joven esclava, pero que impacta por su fiel testimonio. Observamos un rey incapaz, pero también un sencillo profeta, pero eficaz. La última figura es la de un siervo de profeta embustero. Dice en 2ª Reyes 5:20 en adelante: “Entonces Giezi, criado de Eliseo el varón de Dios, dijo entre sí: He aquí mi señor estorbó a este sirio Naamán, no tomando de su mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa. Y siguió Giezi a Naamán; y cuando vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle, y dijo: ¿Va todo bien? Y él dijo: Bien. Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos. Dijo Naamán: Te ruego que tomes dos talentos. Y le insistió, y ató dos talentos de plata en dos bolsas, y dos vestidos nuevos, y lo puso todo a cuestas a dos de sus criados para que lo llevasen delante de él. Y así que llegó a un lugar secreto, él lo tomó de mano de ellos, y lo guardó en la casa; luego mandó a los hombres que se fuesen. Y él entró, y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte. El entonces le dijo: ¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a recibirte? ¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve”.

 Giezi, era el siervo de Eliseo. O sea, estaba con él en cada momento. Escuchaba sus enseñanzas y consejos. Veía el obrar poderoso de Dios al punto de que una mujer estéril tuviera un hijo, y luego incluso estuvo presente en la resurrección de este chico cuando éste murió (2R.4). Fue testigo del poder de Dios contra los enemigos que buscaban el mal de Eliseo. Sabía acerca de la provisión de Dios para con los que confían en Él. Incluso era de contar acerca del obrar de Dios a otros (1R.8). Pero a pesar de todo lo que había visto y aprendido, la codicia por las riquezas le nubló el entendimiento. Engañó a Naamán, le mintió, luego volvió a mentir a su maestro, pero a pesar de tener ahora 70 kg de plata y vestidos nuevos, terminó preso de la terrible enfermedad. Para colmo, las consecuencias de su pecado, las iba trasmitir a su descendencia.

Conozco a un pastor de una iglesia, que por haberse metido en un negocio que prometía mucho dinero sin que tuviera que hacer algo a no ser dar la firma y prestar su oficina, terminó siendo estafado. A pesar de no recibir ni un centavo, tuvo que ir 6 años a la cárcel. Él mismo me decía que había pecado por avaro. Pablo advierte en 1Ti.6:10 “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. A pesar de estar continuamente al lado de un gran hombre de Dios, a pesar de escuchar continuamente sus enseñanzas y consejos, Giezi no permitió que esta sana influencia lo cambiara. Me hace recordar a un colaborador del apóstol Pablo, un tal Demas.  Hubo un momento, cuando a pesar de todo lo visto, escuchado y experimentado, prefirió seguir la atracción de este mundo.

¿Con qué pecado oculto estás luchando? Tarde o temprano te va a atrapar y todo saldrá a la luz. Lo triste no es solo la vergüenza, sino que todo pecado también trae sus consecuencias. A veces estas te marcan de por vida e incluso puede afectar a tu descendencia. Madres solteras, padres ausentes, sida, consecuencias de las drogas, hogares destruidos por la inmoralidad o las adicciones y tantas consecuencias más, muestran a las claras, que el pecado siempre paga mal.

¿Con qué personaje te identificas? ¿A cuál te quieres parecer?

– Si crees ser algo, como Naamán o el rey de Israel, pero no tienes una relación personal con Cristo, estás en un grave problema, estás perdido. No sigas escondiendo el problema. No sigas acusando a otros. No busques la solución en tu sabiduría, bienes, capacidades ni religión. Arrepiéntete de tus pecados y acepta a Cristo. Así como Naamán, serás limpio de la lepra del pecado, y encontrarás en la comunión con Dios la plenitud de tu vida.

– Si siendo creyente estás ocultando algo como Giezi, jugando con el pecado, no siendo íntegro, arrepiéntete y confiesa tu pecado a Dios y “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1Jn.1:9).

– Si somos creyentes y queremos agradar a Dios, hagámoslo con todas nuestras fuerzas imitando el ejemplo de la joven esclava y el humilde profeta de Dios. Velemos por nuestra integridad. Y aún si han sucedido cosas desagradables en nuestra vida, sabemos a dónde acudir con nuestro dolor y recibir la cura para nuestras heridas. Con la renovación, el perdón y la fuerza de Dios, podremos ser preciosas luminarias en el lugar donde el Señor nos ha puesto. Esto mundo necesita de jóvenes anónimos, como la chica de la historia, que se dejan usar por Dios. ¿Eres uno de ellos? Ojalá así sea. Tomemos las decisiones apropiadas para ello. Dios te bendiga en gran manera. Amén.

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