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Autor: Esteban Beitze

Por lo tanto, el Señor nos dice hoy: “Da a la gente para que coma”. Entonces, oremos para que el Señor nos dé oportunidades para predicar su Palabra a alguien. Y luego, ¡demos a la gente que coma! El Señor nos va a ayudar en ello. El mensaje, la Palabra ya está. El pan está listo, solo hay que entregarlo.


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PE2941 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (38ª parte)



Una intervención

Estamos estudiando un pasaje en 2ª Reyes 4:42-44: “Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para que coma. Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará. Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová”.

En la audición pasada estuvimos viendo que como el profeta Eliseo recibe una donación de panes. Estos los quiere compartir con los hijos de los profetas, este grupo de 100 hombres con una gran necesidad de comida. Así se lo ordena a su siervo. Obviamente, estos panes no alcanzarían para satisfacer el hambre de ellos. Frente a la imposibilidad humana, el siervo de Eliseo tiene que aprender a confiar en la promesa de Dios. Esta era: “Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará”. (vs.43b).

Ahora el siervo tenía dos opciones, confiar y obedecer o desconfiar y desobedecer. Al elegir el camino de la fe y la obediencia fue parte de una multiplicación milagrosa. Los pocos pancitos alcanzaron para estos 100 hombres. La Biblia nos resume en forma escueta: “Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová” (v.44). Aunque el siervo se convirtió en el medio de exteriorización del milagro divino, quedó muy claro a quién le debían esta acción sobrenatural. Fue simplemente la promesa de Dios hecha realidad.

También nosotros tenemos tantas promesas divinas. Aferrémonos a ellas. Aunque no veamos la provisión, aunque todavía no anticipemos cómo el Señor va a obrar, tengamos confianza, porque sus promesas nunca fallaron y no van a empezar a fallar con nosotros. Ellas son “preciosas y grandísimas” (2P.1:4) y también: “en él sí, y en él amén” (2Co.1:20).

Pero esta provisión no sólo fue milagrosa en el hecho de alcanzar para los 100, sino que, así como Eliseo había anticipado, hasta sobró.

¡Cuántas veces he experimentado esta sobreabundante provisión de Dios! Clamemos más a nuestro buen Dios y experimentaremos la verdad de las Palabras dichas por Pablo: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Ef.3:20,21).

Como dice F. B. Meyer: “¿Puede haber alguna duda de que a la fe y a la oración se le abren recursos que están cerrados a todo lo demás? Si la naturaleza contuviera todo lo que necesitamos, listo para nuestra mano, ¿de qué serviría la oración? Los mismos mandamientos de la oración y el éxito de los que han orado, demuestran que Dios tiene fuerzas disponibles, que pueden operar en favor de los que le aman y son los llamados según su propósito”.

Las dos alimentaciones milagrosas que hizo el Señor para quienes le escuchaban fueron milagros mucho mayores que el de Eliseo. Pero la lección que podemos aprender de ambos es que, quienes esperan en Dios en la senda del deber, pueden esperar que la providencia divina les provea. Se sigue cumpliendo el principio de Mateo 6:33 donde promete la provisión material necesaria a los que ponen al Señor en su prioridad: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

Una proyección

Ya nombramos las similitudes de este milagro con los hechos por el Señor en dos ocasiones: Había una necesidad humana, una imposibilidad humana, un aporte humano que no alcanzaba, una expresión de incredulidad humana, una intervención divina, obediencia del canal humano, y una experiencia milagrosa al punto que sobrara después de alimentar a todos.

Es como si Eliseo fuera una figura o un anticipo de lo que haría el Señor. MacArthur escribe que “La multiplicación de los panes en conformidad con la palabra del Señor por medio de su profeta fue una anticipación del ministerio mesiánico del mismo Jesús (cp. Mt.14:16-20; Mt.15:36-37; Jn.6:11-13)”.

Y también podemos sumar los dichos por F. B. Meyer: “Este milagro, se ha comentado con razón, es un débil presagio de la maravillosa alimentación de miles de personas por parte de nuestro Señor con materiales aún más escasos. Así como Elías fue un tipo de Juan el Bautista, Eliseo fue, en muchos aspectos, un tipo de nuestro Señor. En su vida pacífica y humana, su carácter suave y gentil, sus constantes viajes, sus muchos milagros de misericordia, se asemeja, más que cualquier otro profeta, al Mesías.

Tenemos también, en este milagro, la gran providencia del Evangelio para contrarrestar la antigua maldición de un Paraíso perdido y satisfacer el hambre del alma. La gracia de Dios convertirá un mal en una bendición y multiplicará un poco para alimentar a una multitud. (Véase Mr.16:18; Sl.132:15)”.

Una comisión

Dos veces aparece la orden del profeta a su siervo: “Da a la gente para que coma” (vs.42,43). Jesús les ordenó a sus discípulos algo similar: “Dadle vosotros de comer” (Mt.14:16). En ambos casos se trataba de pan material, pero el paralelismo usado por el Señor a sí mismo mostrándose como “el pan de vida” en reiteradas oportunidades, también nos señala la urgente tarea de todo hijo de Dios, de llevar este Pan al mundo hambriento. Sólo Cristo sacia de verdad (Jn.6:35), sólo en Él se halla la vida plena (Jn.10:10).

Las últimas palabras de Jesús aquí en la tierra tenían que ver con lo que solemos llamar la “gran comisión” (Mt.28:19,20; Mr.16:15; Hch.1:8). Ahora bien, si es una comisión, es una orden, una tarea que hay que cumplir. ¡Ojalá “la gran comisión” no se convierta en nuestra “gran omisión”! Por lo tanto, el Señor nos dice hoy: “Da a la gente para que coma”. Entonces, oremos para que en esta semana el Señor nos dé oportunidades para predicar su Palabra a alguien. Y luego, ¡demos a la gente que coma! El Señor nos va a ayudar en ello. El mensaje, la Palabra ya está. El pan está listo, solo hay que entregarlo. Que el Señor nos pueda encontrar sirviéndole fielmente, llevando el evangelio al mundo, que tanto lo necesita. Están hambrientos, sedientos, y necesitan a Jesucristo, el único que puede satisfacer esa necesidad. Que seamos canales dóciles, útiles, santos para llevar a cabo esta orden. Que el Señor nos ayude en ello. Amén.

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