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Autor: Esteban Beitze

Podemos observar esta realidad una y otra vez a lo largo de la Biblia y también la podemos aplicar en nuestras vidas. Cuando el Señor nos ordena hacer algo, también nos dará la provisión adecuada. Que tengamos esto presente en nuestro diario vivir y aprendamos a depender más del Señor.


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PE2940 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (37ª parte)



El texto de nuestra meditación la encontramos en 2ª Reyes 4:2-44: “Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para que coma. Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará. Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová”.

En sintonía con la sanidad del potaje envenenado, Dios sigue utilizando a su siervo para hacer otro milagro relacionado con la comida.

A. Una donación

Podemos obviar todo lo que ya dijimos acerca de la carencia que estaba pasando el pueblo entero, pero, sobre todo, estos alumnos de profeta. La comida era una necesidad cotidiana y eran épocas complicadas para conseguirla.

En medio de esta necesidad tan grande de comida, vino “un hombre de Baal-salisa” que se supone que era una localidad cercana a Gilgal en la región de Efraím. Este traía “veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga”.

En medio de una gran hambruna, un hombre con un corazón dadivoso decide ponerse en camino y llevarle algo al siervo de Dios.

Seguramente tampoco tenía abundancia. También él estaba expuesto a las mismas circunstancias que los demás. Además, por lo que trajo, se puede observar que tampoco era un hombre pudiente.

Pero, lo que traía, eran las primicias. Esta era la ofrenda que cada israelita traía a Dios en las diferentes fiestas establecidas en la Ley (Éx23:19; Lv.23:17). De cada cosecha, se separaba lo primero, para dedicarlo a Dios, lo cual servía de alimento para los sacerdotes y levitas. En principio, esta ofrenda se llevaba al templo, pero como desde la separación de los reinos bajo Jeroboam, éste había instituido dos lugares de adoración idólatra en Bet-el y Dan para que los del reino del norte no fuera a Jerusalén, esta ofrenda prácticamente cayó en desuso. Jeroboam hizo que el pueblo cayera en una gran idolatría y, llegado el tiempo del rey Acab, y con esto del ministerio de Elías y Eliseo, solo quedaran 7000 que no habían doblado sus rodillas frente a los ídolos. En circunstancias espirituales así, obviamente, lo primero que se pierde es la disposición a ofrendar. Por esto, resalta todavía más la actitud de este israelita. Era de los pocos que se había mantenido fiel y buscaba guardar los mandamientos. Aunque no fuera al templo en Jerusalén, vio la posibilidad de servir a Dios, ayudando a Su siervo. Se tomó el trabajo de llevar personalmente su donativo a los necesitados. Su amor a Dios se demostró en forma práctica en amor al siervo del Señor.

De este hombre anónimo podemos aprender una lección de fidelidad a Dios que busca los medios que fueran necesarios para vivir de acuerdo con los principios cristianos a pesar del contexto espiritual antagónico.

Aprendemos también una actitud de sensibilidad y misericordia frente a las necesidades del prójimo, sobre todo si se trata de la “familia de la fe” (Gá.6:10). Varias veces somos exhortados a ver por aquellos que se encuentran en necesidad, sobre todo entre los creyentes. Pablo escribía, por ejemplo: “Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien” (2Ts.3:13). Tendríamos que orar por un corazón sensible y tener una mirada de amor para darnos cuenta dónde hay necesidad y ayudar en forma apropiada.

En este caso fue una ayuda a un hombre que estaban dedicado a una labor espiritual. Si esto lo hacía un hombre en una situación espiritual completamente calamitosa, ¡cuánto más deberíamos fijarnos en ayudar a hermanos o ministerios que tienen como tarea la difusión del conocimiento de Dios! Si Dios te pone sobre el corazón el nombre de alguna persona, no dejes la oportunidad de ayudar. Dios está queriendo bendecir esta persona por medio tuyo. Quizás sea poco lo que puedas hacer, ¡pero no te imaginas los milagros que Dios puede hacer con ello y luego tu acción será la razón de muchas oraciones de gratitud que subirán al cielo de parte de aquellos que has ayudado!

En este texto también encontramos otra persona que ofrenda. Es Eliseo mismo. La ofrenda que traía este hombre en realidad estaba destinada para Eliseo pues dice: “Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga…” (v.42). Pero ¿qué hace Eliseo con ello? “Y él dijo: Da a la gente para que coma”. La ofrenda estaba destinada a Eliseo, y hubiera alcanzado para alimentarlo un par de días. Eliseo estaba en todo su derecho en guardarla y usarla para sí, sin compartir con los demás. Humanamente podría haber pensado, que como total no iba a alcanzar para todos, mejor se lo quedaba. Pero no actuó así. Podemos observar el carácter de un verdadero siervo de Dios. Él no podía estar comiendo, mientras otros de sus consiervos estuvieran pasando hambre. Por eso decidió compartirlo.

Y Dios premió esta disposición a la entrega convirtiéndose en un canal de bendición sobreabundante para todo el grupo.

¡Oh, si entendiéramos la matemática divina! La Palabra dice: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lc.6:38).

¡Cuántas veces pude experimentar el cumplimiento de esta promesa! A pesar de no tener mucho, daba de lo poco que tenía a hermanos que tenían aún menos, y muchas veces observé como el Señor me daba de otro lado, lo mismo o aún más de lo que había ofrendado. Pero, aunque no recibamos lo mismo en lo material, con seguridad lo recibiremos en bendiciones espirituales y recompensas eternas. Por lo tanto, el Señor nos exhorta: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2Co.9:7).

B. Una complicación

Volviendo a nuestra historia, resulta que el donativo de este hombre parece mucho a primera vista. Eran “veinte panes”. Pero por cómo sigue la historia, es evidente que no fue tal. No conocemos el tamaño de estos panes, pero por la reacción del siervo, es evidente que eran pequeños. Además, las primicias de la cosecha de grano, generalmente era una gavilla, o sea, un manojo de espigas que se podía rodear con un brazo. Es obvio que no se podía hacer demasiado con ello. A esto le tenemos que sumar lo dicho anteriormente, que era una ofrenda destinada sólo a Eliseo.

Cuando leemos esta historia, invariablemente nos acordamos de la alimentación milagrosa hecha por el Señor (Mt.14:13-21). Allí apareció un jovencito con cinco panes y dos peces. Esta habría de ser su comida para este día y seguramente no había pensado compartirla. Si trazamos un paralelo, a nuestra historia, y si los panes tenían un tamaño similar a los del muchacho, entonces alcanzaría apenas para 4 o 5 hombres o para Eliseo para un par de días. Entonces comprendemos y resultaría absolutamente lógica la respuesta racional del siervo de Eliseo frente a la orden de darle de comer estos panes a los demás cuando dijo: “¿Cómo pondré esto delante de cien hombres?”.

Enseguida nos hace recordar las palabras casi calcadas de Felipe y de Andrés en la alimentación milagrosa conocida como la de los 5000 hombres. Cuando el Señor les ordena a los discípulos que les dieran de comer a una multitud que probablemente superaba las 10000 personas, Felipe hace un cálculo rápido y contesta: “Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco” (Jn.6:7). Y Andrés luego de encontrar al muchacho con sus panes y traerlo al Señor, comenta incrédulo: “¿qué es esto para tantos?” (Jn.6:9).

O sea, más que complicación, era realmente un imposible desde el punto de vista humano. Pero, cuando el factor humano, por más buena voluntad que tenga, no alcanza, sólo queda el factor divino. Las palabras de estos hombres son palabras realistas desde el punto de vista humano, pero de incredulidad cuando están asociadas a la Palabra o la persona misma del Señor. Allí había una clara orden de dar de comer. Sea en la alimentación de los 5 mil, sea acá con Eliseo, vemos la realidad. Si el hombre de Dios dice “dales de comer” esto habría de alcanzar. Esta realidad la podemos observar una y otra vez a lo largo de la Biblia y también la podemos aplicar en nuestras vidas. Cuando el Señor nos ordena hacer algo, también nos dará la provisión adecuada. Que tengamos esto presente en nuestro diario vivir y dependamos más del Señor.

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