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Autor: Esteban Beitze

Así como en el caso de la viuda, cuánto más recipientes estaban disponibles, más se llenaban, así también sucede con el Espíritu en las vidas de los creyentes. ¿Cuánto de nosotros ponemos a Su disposición? La Biblia nos exhorta: “Sed llenos del Espíritu”.


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PE2920 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (17ª parte)



3. UNA GRAN PROVISIÓN

Vamos a seguir estudiando la historia de la multiplicación milagrosa del aceite de una viuda, por medio de la intervención del profeta Eliseo. En 2ª Reyes 4:1-7 leemos: “Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. Él le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite. Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede”.

Me gustaría destacar un precioso aspecto que nos resalta la fe de esta mujer. Eliseo le ordena a la viuda pedir prestados recipientes a las vecinas. Esto nos señala, por un lado, la tremenda pobreza en la cual se encontraban, dado que ni siquiera tenían muchos recipientes. Por otro lado, Eliseo evidentemente sabía que las vecinas le habrían de prestar. Esto otra vez nos habla bien de esta familia. Había confianza en ella, a pesar de la difícil situación por la cual estaban pasando.

Pero otro detalle tenía que ver con la provisión. Ésta estaba asociada con la fe de la mujer. El profeta no le dice cuántas vasijas tenía que conseguir, aunque sí le dijo “no pocas”. Si la mujer hubiera dudado de la palabra de Dios o no hubiera buscado gran cantidad de vasijas, no habría tenido la provisión plena que Dios le quería dar. Realmente es muy llamativo como se resalta este aspecto del relato: “Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite” (vs.5,6). Muchas veces, al leer esta historia, me atrapé con el pensamiento: “Y si hubiera pedido más recipientes, hasta podría haberse vuelta rica”. “Y si me hubiera pasado a mí, ¿realmente hubiera juntado muchos recipientes?” Esto era cuestión de fe, y por lo que sigue en nuestro relato, obtuvo lo que necesitaba realmente. Su fe fue la correcta y fue premiada por Dios. No obtuvo de más ni tampoco de menos. Obtuvo lo que realmente necesitaba.

En su ministerio terrenal, Jesús varias veces utiliza la frase: “De acuerdo a tu fe sea hecho”. De acuerdo con lo que la gente pedía con fe, se le hacía.

Santiago nos señala el mismo principio: “…no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Stg.4:2b,3). Muchas veces no recibimos porque no pedimos o porque nuestra motivación no es la correcta. Pero el Señor nos promete que cuando vivimos en obediencia y absoluta dependencia de Él y pedimos de acuerdo con Su voluntad y con fe, recibiremos lo que tiene previsto para nosotros (Jn.15:7,16). Si lo ponemos en primer lugar en nuestras vidas, nos ha prometido de suplir nuestras necesidades básicas (Mt.6:25-34).

Creo que, muchas situaciones en nuestra vida sean, en lo secular o lo ministerial, podrían tener mayor envergadura, impacto y hasta mayor fruto, si actuáramos con más dependencia del Señor, le confiáramos más a Él y esperáramos más de Él. William Carey, conocido como el padre de las misiones modernas acuñó una frase extraordinaria: “Espera grandes cosas de Dios. Intenta grandes cosas para Dios”. Por medio de él Dios hizo cosas muy grandes en la India, muchas de las cuales perduran hasta hoy. Ahí nos tendríamos que preguntar: ¿cuáles son estas grandes cosas que Dios quisiera hacer por nuestro intermedio? ¿Estamos dispuestos al desafío?

Otro detalle para tener en cuenta es que Dios le podría haber dado el dinero suficiente para pagar sus deudas y vivir del resto. Pero en su lugar le ordenó un paso de fe asociado al trabajo. Ella tuvo que pedir prestados recipientes a sus vecinas, luego tuvo que llenarlos y a continuación ponerlos a la venta. Dios jamás va a fomentar la vagancia. Él puede y muchas veces obra de forma maravillosa, pero el trabajo seguirá siendo el camino principal para el mantenimiento material de los suyos. Y aun si ellos sirvieran al Señor a tiempo completo, no apoyará a los que desaprovechan este tiempo. Si somos fieles en lo poco, Dios nos podrá ir dando más.

Al seguir con nuestra historia, frente a esta provisión milagrosa, ella consulta al siervo de Dios lo que tiene que hacer ahora. Eliseo le contesta: “Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede”. Me llama la atención el orden de las acciones que tenía que realizar. Recibe la orden de vender, o sea de trabajar, luego de pagar sus deudas y después vivir de lo que sobrara.

El tema de las deudas es enfocado en la Biblia con toda claridad. Siempre habrá que pagar lo que se debe. Entre varios pasajes al respecto podemos destacar: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros” (Ro.13:8). Esto no es una prohibición al préstamo de dinero que de hecho es permitido y regulado por las Escrituras del AT (cp.Éx.22:25; Lv.25:35-37; Dt.15:7-9; Neh.5:7; Sl.15:5; 37:21; 37:26; Ez.22:12; Mt.5:42; Lc.6:34). El punto de Pablo es que todas nuestras obligaciones financieras deben pagarse en los términos acordados. Pero lo que señala el pasaje es que sería mejor no hacer deudas de ninguna forma. ¡Cuánta angustia, dolor, pérdidas, problemas matrimoniales, descrédito del testimonio y tantas tristes consecuencias más nos ahorraríamos si nos atuviéramos a estas palabras! Pero como ya vimos antes, existen circunstancias, a veces incluso ajenas a nuestra voluntad, que podrían originar deudas. Pero allí nuestra primera preocupación debería ser ponernos a cuenta con el acreedor, tener una vida responsable de trabajo y utilización responsable de los bienes dados por el Señor.

En el caso de viuda, la cantidad de aceite alcanzaría para pagar sus deudas y vivir de lo demás hasta que entre ella y sus hijos pudieran tener una entrada que supliera sus necesidades.

4. UNA GRAN SALVACIÓN

Acá se destaca un milagro de misericordia a una persona necesitada. Pero en esta historia encontramos también un precioso paralelismo hacia la obra de nuestro Salvador. Por medio de Cristo sucedió el milagro de misericordia más grande que existe. MacDonald, en su comentario, escribe al respecto: “Este acontecimiento ilustra cómo Dios otorga gracia suficiente al deudor para hacer frente a las necesidades presentes y proveer sustento para el futuro. La gracia libra a los pecadores necesitados de deudas y esclavitud espirituales, y provee todo lo necesario para una nueva vida”.

Si pensamos en la mayor deuda que existe, la que contrajo cada ser humano, tenemos que reconocer que es la que se tiene con Dios. Nuestro pecado nos puso en la posición de deudores sin poder solucionar el tema por nuestros propios medios. Allí estaba el enemigo que nos tenía esclavizados. El pecado no sólo afectó nuestra vida, sino que también afecta a otros. Nuestro destino final sería la separación eterna de Dios en el infierno. Pero hubo alguien que pagó nuestra culpa y canceló nuestra deuda y libró de la esclavitud del pecado y del diablo. Hubo la intervención del “varón de Dios” por excelencia. Cuando en la cruz del Calvario se escuchó la palabra más trascendente de la historia: “Consumado es” (Jn.19:30), cayeron las cadenas, se saldaron las deudas y se consumó nuestra eterna salvación.

Pero, así como en nuestra historia hubo necesidad de un acercamiento al “varón de Dios” y creer en sus palabras, así también sucede con la salvación en Cristo. Toda persona que se acerca y cree en el Señor Jesucristo es perdonada de todas sus faltas.

Tenemos otro paralelismo espiritual con el aceite que aparece en esta historia. En la Biblia, el aceite es símbolo del Espíritu Santo. Por la gracia de Dios, lo tenemos disponible sin medida. En el momento que creímos fuimos sellados e introducidos en el cuerpo de la iglesia por medio del Espíritu Santo (Ef.1:13,14). Éste se convierte en una fuente de aguas de vida eterna (Jn.7:38,39).

Así como en el caso de la viuda, cuánto más recipientes estaban disponibles, más se llenaban, así también sucede con el Espíritu en las vidas de los creyentes. No es que tengamos más del Espíritu, porque la fuente es la misma y Él es uno. Pero lo que sí es posible e incluso necesario, es que Él tenga más de nosotros, que llene todas las áreas de nuestro ser con su presencia. ¿Cuánto de nosotros ponemos a Su disposición? La Biblia nos exhorta: “Sed llenos del Espíritu” (Ef.5:18a). Cuánto más le demos lugar en nuestras vidas, más se quitarán los efectos del pecado en ella y tanto más viviremos una vida en plenitud. Todo aquél que confía completamente en el Señor experimentará que “…de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Jn.1:16). En su presencia siempre seguirá fluyendo los ríos de agua viva que lo llenan todo. Que esta sea la realidad también en nuestras vidas. Amén.

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