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Autor: Esteban Beitze

Frente al dolor, la pérdida, las imposibilidades, las carencias y las injusticias, ¿cómo reaccionamos? ¡Que Dios nos pueda llenar de esta preciosa sensibilidad y poder consolar a otros con la consolación con la que nosotros somos consolados!


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PE2921 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (18ª parte)



ELISEO Y LA MUJER SUNAMITA (2ª Reyes 4:8-37; 8:1-6)

El capítulo 4 empezaba con la historia de una mujer viuda con hijos y tremendamente necesitada. Ahora el relato sigue con la historia de otra mujer cuya realidad personal era completamente opuesta a la anterior, pero que también tenía sus necesidades. Vamos a empezar a estudiar la vida de la Sunamita, en relación con el actuar del profeta Eliseo.

1. LA SUNAMITA – UNA MUJER ESPIRITUAL

A partir del versículo 8 leemos: “Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él. Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió”.

La protagonista de nuestra historia se la conoce por sunamita por ser originaria de la ciudad de “Sunem”. Era una ciudad (probablemente la actual Solem) en el territorio de Isacar cerca de Jezreel (Jos.19:18). Sunem fue el sitio donde acamparon los filisteos antes de la batalla de Gilboa (1S.28:4) donde Saúl y sus hijos perdieron la vida. Fue también de Sunem que los siervos de David trajeron a la hermosa Abisag para consolar a su anciano rey (1R.1:3,15). Por lo visto, ya antes también había otras mujeres sensibles y dispuestas ayudar en esta ciudad.

Cuando observamos detenidamente esta historia, vemos una mujer extraordinaria con preciosas características, dignas de imitar para cada creyente. Allí vemos una mujer sensible.

A. Una mujer sensible

1) Sensibilidad a las necesidades de otros

Muchas veces sucede que vemos personas con necesidad y hasta nos impacta lo que están pasando, pero luego seguimos con indiferencia con nuestro diario vivir. Nuestro mundo, en líneas generales, se caracteriza por el egoísmo y la falta de amor al prójimo. No así esta mujer. Ella veía pasar al profeta Eliseo que venía de viaje. Como dice: “cuando él pasaba por allí”, es evidente que Eliseo solía pasar a menudo por allí. En este mismo capítulo lo vemos pasar hacia el Carmelo que estaba relativamente cerca de Sunem, pero también lo observamos en Gilgal, la localidad que estaba a la orilla del Jordán, ya bastante alejado de Sunem. Es evidente que sus recorridas lo llevaban bastante más lejos, y para los que se requería algunos días de viaje. Eliseo era un hombre que viajaba mucho con todo lo que esto significa de cansancio, hambre, sed y dificultad para conseguir alojamiento, más teniendo en cuenta el momento de apostasía que vivía el pueblo de Israel.

Pero acá aparece en escena una mujer que se dio cuenta de las necesidades de este hombre y lo invitaba a comer.

Me llamó la atención que, aunque no conocemos su nombre, se da el detalle que era una “mujer importante”. Probablemente su esposo era alguien reconocido dentro de la ciudad.

Acá vemos una de las grandes diferencias de la sunamita en comparación con la viuda de los primeros versículos del capítulo. Aquella era pobre y con grandes deudas a punto de perder sus dos hijos en manos de los acreedores. La sunamita en cambio, por lo que podemos observar en todo el relato, era una mujer pudiente.

Suele darse, que las personas de buen pasar, muchas veces no tienen una mirada de misericordia para los que menos tienen. No tienen esta empatía como la tiene aquél que sabe lo que es pasar necesidad. Pero no así esta mujer. Ella sí tenía un corazón sensible. Vio la necesidad de este hombre que cada tanto pasaba por la ciudad y buscó ayudarle invitándole a comer todas las veces que pasara.

Pareciera que, en un primer momento, él no quería ser una carga, por lo que ella lo invitaba “insistentemente”. Su amor por los necesitados no la hacía desanimar.

En lo personal me identifico mucho con esta situación, ya que por el ministerio en el que estoy, también suelo viajar a menudo por muchos lugares. Y una de las experiencias corrientes que tengo es que siempre hay hermanos que me abren el hogar para alimentarme y alojarme. Es interesante, que generalmente no son las personas pudientes o “importantes” de las iglesias, sino las personas más sencillas y de menos recursos. Pero es también en estos hogares donde he vivido momentos inolvidables.

2) Sensibilidad originada en una necesidad

En la historia de la viuda (4:1-7) encontramos una mujer que perdió a su esposo, quién la dejó con una gran deuda, pero con un gran tesoro – sus hijos. Aquí en cambio, encontramos una mujer con un buen pasar, con esposo, pero sin poder tener hijos. Como veremos más adelante, esto era un dolor profundo en el alma. Ella ya había dejado de tener esperanzas de volverse madre. Esta parte de la realización como mujer parecía que le quedaría vedada. ¡Cómo sufriría interiormente al escuchar las risas de los niños de los vecinos! Ella jamás tendría esta dicha. Obviamente, mucho menos podría soñar con nietos.

Muchas mujeres en situaciones similares o que pasan por calamidades como enfermedades, pérdidas materiales o de trabajo, injusticias, abusos, carencias, etc, fácilmente pueden volverse paralizadas o hasta amargadas. Pero también existen muchas mujeres piadosas, que transforman la necesidad en una virtud. Ella sabía perfectamente lo que era no tener algo importante o muy necesario. Su necesidad le abrió los ojos para la de otros. Por eso veía la necesidad que tenía el profeta de Dios. En Sunem, nadie más que ella tenía esta mirada de misericordia.

Muchas veces las calamidades, pérdidas y luchas de la vida hacen de las personas espirituales, personas más sensibles a las necesidades de otros.

Por ejemplo, ¡qué bendición son hermanas solteras para la obra del Señor en tantos lugares como hospitales, hogares de niños, hogares de ancianos, etc.! Muchas viudas, se han tomado la tarea de visitar a los que están solos o en necesidad. Siguen el ejemplo de la anciana Ana: “sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones” (Lc.2:37). Tengo el privilegio de contar con varios matrimonios mayores, con grandes falencias físicas, que continuamente están orando por el ministerio que desarrollamos con mi esposa y que también oran por nuestros hijos.

Los que han pasado o pasan por gran necesidad o pérdidas, tienen dos opciones:

Una es volverse amargados, llenarse de autocompasión girando todo el día sobre sí mismos y lo que no tienen, perdieron o no pueden lograr. La otra opción es que el dolor y la necesidad propia, los vuelva sensibles a la necesidad de otros y empiecen a actuar al respecto. Nuestra sunamita fue de las que reaccionó de esta última manera. Abrió su casa para el predicador nómade. No sólo le dio comida, sino que luego hasta le hizo un lugar para descansar.

Frente al dolor, la pérdida, las imposibilidades, las carencias y las injusticias, ¿cómo reaccionamos? ¡Que Dios nos pueda llenar de esta preciosa sensibilidad y poder consolar a otros con la consolación con la que nosotros somos consolados! (2Co.1:4).

Por otro lado, el mirar y ayudar en la necesidad de otros, hará más liviana nuestra carga. Nos va a ayudar a redireccionar nuestros pensamientos a algo sano y útil. En otras palabras, seremos de gran bendición. Que Dios nos ayude en esto.

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