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Autor: Wim Malgo

Existe un único Camino para vencer el pecado. Cuanto más claramente sigue alguien aferrado al hecho de que Jesús murió por él y Jesús derramó Su sangre por él, tanto más profundamente vencerá al enemigo y al pecado en todas sus formas.


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PE2669- Estudio Bíblico
El camino para vencer (2ª parte)



Estimados oyentes, en el programa pasado concluimos con la pregunta: ¿Ya te encuentras en el camino de los vencedores? El objetivo de esta serie de estudios es entender bien que identificarse con la muerte de Jesucristo significa identificarse con Él mismo, para que todo lo que no es en Él, muera en nosotros. Todos aquellos entre nosotros que hacen esto, son más que vencedores por Aquel que nos amó. Cuanto más claramente sigue alguien aferrado al hecho de que Jesús murió por él y Jesús derramó Su sangre por él, tanto más profundamente vencerá al enemigo y al pecado en todas sus formas. Día a día, en las tentaciones y ocasiones de caer.

Dios justifica salvar a hombres malos haciéndolos buenos. El Señor no dice que somos buenos, puesto que, en realidad, somos malos, tal como dice Romanos 3:23: “Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. La reconciliación es un sacrificio expiatorio, por el cual Dios hace santo a un hombre profano, por la muerte de Jesús. El que ha reconocido esto, ya está en el camino de los vencedores. Ahora usted puede pensar: “Si esto es así, ¿por qué, pues, tengo tantas luchas y tentaciones? ¿Por qué están mis experiencias en contradicción con estas afirmaciones? Sé que Jesús derramó Su sangre, quitó la culpa de mi pecado en la cruz del Gólgota, quebrantó el poder del pecado y Él es Vencedor, pero ¿dónde está la victoria de Jesús en mi vida?”

Una ilustración de tiempos de guerra puede dar la respuesta a esta pregunta: Imaginemos que una tropa defiende con sus últimas fuerzas su posición. Está encerrada por el enemigo y ya no ve ningún escape. Pero de repente recibe desde el cuartel general la noticia de que el frente del enemigo fue roto en un punto decisivo. Esto le dice a la tropa desesperada que tarde o temprano, los efectos de la victoria se sentirán también en ella y en su situación. Este saber, ¿no transforma inmediatamente todo el estado moral y la situación de los soldados encerrados? Exactamente lo mismo pasa en el área espiritual. El Señor Jesucristo ya realizó la avanzada venciendo a la muerte y quitando nuestro pecado. Nosotros, aunque muchas veces en aprietos, tenemos la esperanza puesta en lo que Él ha hecho.

¡Los hijos de Dios son más que vencedores, porque el Señor Jesús, que tanto los amó y los ama, obtuvo en la cruz del Gólgota la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo! Aunque Satanás trata de acusarlos día y noche delante de Dios, aunque ellos son tentados y afligidos, saben esta verdad que puede hacer toda la diferencia en sus vidas: Al fin y al cabo, no tenemos que tratar con Satanás y su obstinación. ¡No, no! Tenemos que tratar con el Vencedor del Gólgota, nuestro gran Sumo Sacerdote, que, como leemos en Hebreos 9:12 “por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo” y es quien intercede sin cesar por nosotros ante el Padre. Y como dice Hebreos 7:24-25: “… éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Mientras pertenezcas todavía a la Iglesia en lucha, Él intercede por ti.

Pero pronto, sí, muy pronto, ¡Él vendrá para tomar para sí a todos los hijos de Dios, y ellos entrarán con júbilo a la gloria! Si quieres tener la victoria en tus sufrimientos por causa de Cristo, entonces ¡fija tu mirada en el Cordero de Dios! Hebreos 2:10 dice de Él: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”. Y la versión Biblia de las Américas dice: “Porque convenía que aquel para quien son todas las cosas y por quien son todas las cosas, llevando muchos hijos a la gloria, hiciera perfecto por medio de los padecimientos al autor de la salvación de ellos”.

Cuando entramos en comunión con el Hijo de Dios, también participamos de los sufrimientos de Jesús. Él nos precedió pues Lucas 22:14-15 dice: “Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!” Fija por favor tu atención en el orden de sucesión: primero comunión, luego sufrimiento. Si un hijo de Dios no ha comido el cordero de Pascua, es decir, si no ha entrado en la verdadera comunión, no tiene parte en el sufrimiento y muerte con el Señor, entonces teme el sufrimiento y por eso es incapaz de soportar padecimientos. Pero en I Pedro 4:13 y 19 se dice a los creyentes que se alegren en el sufrimiento: “…gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría…De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”.

Los padecimientos de Cristo no son padecimientos en el sentido común. El sufrió según la voluntad de Dios y no como nosotros los hombres sufrimos en general, muchas veces por nuestra propia culpa o consecuencia de nuestros actos. Recién cuando estamos unidos con Jesucristo, podemos comprender la meta de Dios en Su forma de proceder con nosotros. Es parte del verdadero discipulado de Jesús, saber cuál es la meta de Dios. Apocalipsis 14:4 dice que: “…los que siguen al Cordero por dondequiera que va”. ¿Hasta dónde ha seguido usted al Señor amigo? No quiere decir que todos veamos la muerte por Su causa, pero en la historia de la Iglesia de Jesús, se siguió y se sigue hasta hoy la tendencia de evitar la identificación con el sufrimiento de Cristo; los hombres han tratado de realizar la orden de Dios por un procedimiento propio abreviado. Pero el camino de Dios es siempre el camino del sufrimiento, de largas, largas penas.

¿Tomas tú parte en los sufrimientos de Cristo como vencedor? ¿Estás dispuesto a dejar que Dios quite de ti tu ambición? ¿Estás preparado para que Dios destruya tus propias decisiones por el sufrimiento, transformándolas? Esto no quiere decir que debemos saber exactamente por qué Dios el Señor nos guía por este o aquel camino; ya que esto llevaría a la soberbia espiritual; recién cuando miramos hacia atrás, podemos reconocer la intención que tenía Dios. Cuando al estar en el crisol de aflicción, Le invocamos y clamamos a Él y nos parece como si Él no nos oyera, entonces no podemos percibir enseguida por qué camino Dios nos lleva en realidad. Pero podemos decirle: “Señor, aunque no sepa el camino, Tú lo sabes bien, y esto me llena de quietud y paz.”

De esta manera, podemos seguir confiados, aunque al principio entendamos más o menos Su camino. El Señor nos alienta por Su Palabra y Sus promesas en este camino de sufrimiento, pero El no nos dice cuándo se terminará. Entonces de repente llegamos a un lugar alumbrado, y con alegría podemos decir: Siempre el Señor estaba alrededor de mí, aunque yo no lo sabía. Estimados oyentes, esto es lo que deseamos, poder seguir confiados, aunque a veces no entendamos bien el camino por el cual nos guía el Señor. Él tiene un camino y un propósito, puede que hoy no lo veamos, pero un día veremos cómo Él estuvo caminando a nuestro lado. Y aún más, cómo nos condujo y arropó en medio de las dificultades para llegar a la Eternidad. Hoy es un buen día para pasar a estar del lado de los vencedores.

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