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Autor: Wim Malgo

El alcance del sacrificio de Jesús para quitar los pecados debe ser el norte de los creyentes para poner su confianza. Ningún otro esfuerzo puede tener efecto en los pecados de hombres malos, como lo son todos. ¡Pero hay esperanza! Y el libro de Apocalipsis nos da un vistazo al final del Camino para vencer.


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PE2668- Estudio Bíblico
El camino para vencer (1ª parte)



Amigos, en Apocalipsis 12:10-11 leemos: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Todos los que han llegado a ser creyentes en el Señor Jesucristo, están en medio de una guerra total. Pero son llamados a ser vencedores. Sin embargo, aquí en Apocalipsis 12 se habla de los miembros de la Iglesia arrebatada en el cielo, que han vencido al enemigo por la sangre del Cordero. La sangre del Cordero es la vida de Jesucristo derramada en la cruz.

Para los hijos de Dios que todavía vivan en el cuerpo, tendrán vigencia las palabras de Efesios 6:12 hasta el arrebatamiento. Allí leemos: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Este pasaje los hace ver rodeados de potestades de las tinieblas. Y el diablo, que los combate cada día con más violencia, trata de mantenerlos en su garra, buscando acusar sin cesar a los creyentes ante Dios. Es decir, reclama continuamente delante de Dios su derecho sobre ti, ya que muchas veces has pecado y has caído en pecado. En el momento en que tú, siendo un hijo de Dios, pecas, el diablo tiene el derecho de acusarte delante de Dios. Por eso debes dejar cada pecado. El pecado es la garra de Satanás, con la cual puede tenerte agarrado, ya que está escrito en I de Juan 3:8: “El que practica el pecado es del diablo”. ¡Pero el Señor Jesucristo derramó en la cruz Su preciosa sangre, que nos limpia de todo pecado!

En el Antiguo Pacto, se mataban animales en sacrificio por los pecados. Sin embargo, los pecados no eran borrados, sino solamente cubiertos, como leemos en Hebreos 10:4: “Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”. Hasta Jesucristo, el pecado quedó cubierto, por medio de la sangre de las víctimas, bajo la paciencia divina. Pero el Señor Jesús no solamente cubre los pecados con Su sangre derramada, sino que los borra por completo, como si nunca hubieran existido. Por eso, Hebreos 9:28 dice de Él: “…así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos…” Por eso vences al enemigo, que continuamente te acusa, por la sangre del Cordero.

Los hijos de Dios deben, pues, estar conscientes del siguiente hecho: Desde que el Señor Jesús ha dijo, al morir en la cruz: “Consumado es”, Apocalipsis 12:10-11, pasaje que leíamos al principio, tiene plena validez. Estos dos versículos cantan y proclaman la victoria de Cristo y los efectos que tiene en Satanás y sus ángeles. El hecho de que esta victoria resuene en medio de la Gran Tribulación, muestra nuevamente la realidad de la victoria obtenida por Jesús, en contraste a lo que entonces se verá y experimentará en la tierra. Este contraste también es demostrado de manera impresionante en Apocalipsis 12:12: “Por lo cual alegraos, cielos y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo”. ¡Cómo se alegrarán entonces todos los salvos, toda la Iglesia de Jesús glorificada! Sin embargo, en la tierra, en ese momento nadie podrá alegrarse. Por eso, el canto de alabanza de los salvos termina con un “¡Ay de los que…!”. Todos los que vivirán entonces en la tierra temblarán ante los acontecimientos. Toda la humanidad tendrá que sentir en una forma terrible los efectos de que Satanás y sus ángeles hayan sido arrojados del cielo a la tierra. Y entonces Satanás sabrá que tiene poco tiempo, aquel que desde hace mucho tiempo le fue asignado por Dios. El desencadenamiento de su ira será horrible, no se puede describir. Los verdaderos creyentes ya lo sienten de manera creciente hoy en día. ¡Pero el arrebatamiento se acerca rápidamente!

Mientras los hijos de Dios todavía vivan en su carne pecaminosa en la tierra, el “dragón”, la “vieja serpiente” – o sea, Satanás con sus ángeles, trata de obtener derecho sobre ellos, para acusarlos, si pecan, día y noche delante de Dios en los lugares celestiales. Hay un significado muy profundo, cuando leemos en 1 Juan 3:8a: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio”. Por eso, es sumamente importante no ceder a la tentación, sino que proclamar firmemente la victoria de Jesús y ser un vencedor.

Existen tres claras características de una persona verdaderamente redimida, tanto en este tiempo, como después del arrebatamiento. En primer lugar, la salvación por la sangre del Cordero. Apocalipsis 12.11 dice: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero…”. Tenemos la salvación por Su sangre. Pues los hijos de Dios no luchan para alcanzar la victoria de Jesús, sino que luchan a partir de la victoria de Jesús, la victoria que Él ha obtenido. No se esfuerzan para llegar a un ideal, sino que parten desde el sumo ideal. Otra característica es La confirmación de la experiencia personal de nuestra salvación por medio de nuestro testimonio. El pasaje de Apocalipsis que venimos analizando dice: “…le han vencido por medio…de las palabras del testimonio de ellos…” Esto hace perder al enemigo no solamente su derecho, sino también el poder que tenía sobre ti. La tercera característica es la entrega de la propia vida. Siguiendo con el pasaje en cuestión leemos: “…y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. La entrega de tu vida al Señor te hace completamente uno con la victoria de Jesucristo, de manera que el enemigo ya no te puede tocar por toda la eternidad.

Si perteneces a la multitud de los salvos, entonces has sido santificado por la preciosa sangre de Jesús. Dice Hebreos 10:14: “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”. Si pensamos que Él nos perdonará porque nos arrepentimos de nuestros pecados, pisoteamos la sangre del Hijo de Dios. La única explicación del perdón de Dios y la profundidad de Su olvido, es la muerte de Jesucristo. Nuestro arrepentimiento es solamente la consecuencia de que el perdón que Él logró para nosotros, ha llegado a ser realidad también en nuestras vidas. Pues como leemos en 1 Corintios 1:30 el Señor Jesús “nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención”. Cuando reconocemos que Jesucristo fue hecho todo esto para nosotros, el gozo de Dios entra en nuestros corazones y ese gozo es nuestra fuerza.

No importa quiénes y qué somos; pues no podemos ser implantados en la comunión con el Dios vivo de otra manera sino solamente por la muerte de Jesucristo, solamente por el derramamiento de Su sangre, recordemos: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero…” Esto no porque Él nos defiende, sino porque ha muerto por nosotros. No podemos nunca por mérito propio ser restablecidos en la comunión con Dios. Si alguien trata de vivir según el principio engañoso: “Hazte buena fama y échate a dormir” se engaña enormemente sobre ir al cielo. Nadie puede ganarse la salvación; antes bien, tenemos que aceptar personalmente al Señor Jesucristo y Su obra consumada por nosotros en la cruz. El que se niega a propósito a reconocer el sacrificio único de Jesús en la cruz y trata de llegar a ser salvo por buenas obras, está golpeando en otra puerta.

Ahora sólo queda una pregunta: ¿Ya te encuentras en el camino de los vencedores?

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