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Autor: Eduardo Cartea Millos

Al recibir el llamado de Dios, Moisés presentó varias excusas: No soy nadie, cómo les explico quién eres, no me creerán, me cuesta hablar, envía a otro. Moisés en vez de mirarse a sí mismo tuvo que aprender a mirar a Dios, Él puede.


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PE2863- Estudio Bíblico
Cuando Dios llama dos veces (18ª parte)



Objeciones

Hola. Moisés es uno de los grandes hombres de la historia. Un niño salvado de morir milagrosamente; adoptado por la hija del Faraón; educado en la corte para ser un estadista; huyendo al desierto para no ser sentenciado por asesino; pastor de ovejas en el desierto durante cuarenta años. Llamado por Dios para liderar una epopeya trascendente: la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto. Por un lado, Moisés había aprendido en la escuela del desierto a dejar de lado el orgullo y la arrogancia. Y Dios le contesta: “Ve, porque yo estaré contigo”. Era cierto. ¿Quién era Moisés, aun con todo su currículum? Ni él era algo, ni tampoco podía sacar de Egipto al pueblo. Pero contaba nada menos que con la presencia de Dios, del Dios todopoderoso. Sí, Moisés necesitaba al Señor. Yo estaré contigo, fue la contestación de Dios a su siervo. La empresa iba a tener un resultado exitoso, porque no dependía de la debilidad de Moisés, sino de la fortaleza de Dios. 

Por otro lado, podemos pensar cómo Dios lo trató, al oír su objeción sobre su insuficiencia. Incluyo lo dicho por A. Motyer en su comentario sobre el Éxodo:

“Podemos observar aquí la benevolencia del Señor en no intentar negar la insuficiencia de Moisés. ¡Qué diferentes seríamos nosotros en la misma situación! Si alguien nos dijera: “No soy capaz de hacerlo”, nosotros responderíamos inmediatamente y sin pensarlo: “¡Claro que eres capaz!”. Pero no fue así como Dios trató a Moisés, ni como nos trata a nosotros. Él no rechaza las dificultades en las que nos encontramos. Moisés dijo: “Señor, no soy capaz”, y el Señor le contestó: “No, ¡pero yo sí!”. Aceptó la visión que Moisés tenía de sí mismo y con su gracia le prometió que su presencia era suficiente para el hombre insuficiente. No le dijo: “Claro que eres capaz”, negando así los sentimientos de Moisés, ni tampoco dijo: “No importa”, sino que aceptó el sentido de insuficiencia como uno de los factores de la situación, pero lo contrarrestó con la suficiencia de su propia presencia”. 

Y concluye su eximia exposición diciendo:

“El Señor no nos llama por nuestras capacidades, ni su presencia dependerá de si nosotros acabamos siendo capaces, sino que es prometida a todos los que son incapaces. Cuando decimos: “pero no soy la persona más adecuada”, el Señor nos responde: “No hacía falta que me lo dijeras, pero Yo estaré contigo”.

Cuando la propuesta divina llegó a sus oídos, supondríamos que se vería halagado por la encomendación de tamaña tarea. Pero, no fue así. Presentó 5 objeciones a Dios. Ya hemos visto la primera en nuestro último encuentro. Le dijo a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel? 

Veamos las siguientes objeciones, tal como lo leemos en el libro del Exodo, capítulo 3:         

Segunda objeción: “Llego a los hijos de Israel y les digo: el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les responderé? Dios le responde. Diles: “YO SOY EL QUE SOY. Yo soy me envió a vosotros”.  

Para los hebreos el nombre era muy significativo. Representaba lo que era la persona misma. Así que cuando mencionara el nombre de Aquel que le enviaba, ellos iban a saber quién era y qué hechos suyos avalaban su promesa de liberación. Y el nombre Jehová o Yahweh, usado aquí por primera vez en la historia bíblica, significaba: “Yo soy el que soy”, o mejor: “Yo seré el que seré”.

Dios era el que iba a estar con ellos y por ellos cualquiera fueran las circunstancias que atravesaran. El eternamente presente, el Dios de los hebreos, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El Dios de los pactos. El Dios de las promesas. Jehová, el Señor de la gloria.

Tercera objeción: “Ellos no me creerán, ni oirán mi voz, porque dirán: No te ha aparecido Jehová”. Moisés está abrumado por la misión. Las dos primeras objeciones fueron resueltas por el Señor. Seguramente le ha quitado el sueño. Está hondamente preocupado, y presenta su tercera objeción, suponiendo lo que no sabe que pudiera ocurrir.

Dios actúa con su siervo con inmensa paciencia y ternura. Sin reproches ni enojos. Le da una prueba de cómo llegará a convencer a aquel pueblo tan oprimido, tan descreído, tan necesitado: “¿Qué tienes en tu mano?”. Y Moisés tenía la vara de un pastor. “Echala en tierra”. La echó y se convirtió en una serpiente. Y huía de ella. La tomó por la cola y se volvió a convertir en su cayado de pastor. La serpiente, posiblemente una cobra, era un símbolo de Egipto. Es notable que Egipto es llamado Rahab en el Salmo 89.10, que significa serpiente. Dios quiso decirle: Yo soy más poderoso que el mismo imperio con Faraón a la cabeza.

Tal vez, Moisés aun no creía del todo. Dios le hizo meter su mano en su interior y salió leprosa. La volvió a meter y quedó sana nuevamente. La lepra era una enfermedad común en aquel tiempo, altamente contagiosa, incurable y de consecuencias físicas y morales tristísimas para el que la padecía. Dios le decía a Moisés: Puedo vencer aún a las más terribles enfermedades.

Es como si le dijera: ¿Es suficiente? ¿Te alcanza esta muestra de mi poder? Y si eso no fuera suficiente, una maravilla más podría ser mostrada: una porción de agua del río, echada en tierra, se convertiría en sangre. El Nilo era considerado un dios, fuente de vida y productividad para los egipcios. Dios, el único Dios vivo y verdadero estaba por sobre los dioses.

“Por esto creerán”, le dijo Dios.

Aún hubo una

Cuarta objeción: “Ay, Señor, nunca he sido hombre de fácil palabra… soy tardo en el habla y torpe de lengua”. Ahora Moisés claramente le dice al Señor: Soy incapaz de hacerlo. No puedes contar conmigo porque no soy elocuente, ni tengo habilidad de oratoria. Extraño, porque la Biblia dice que era “poderoso en palabras”. Tal vez, los cuarenta años de desierto oyendo solo el balido de las ovejas habían hecho de Moisés un hombre taciturno, reservado, solo reservando alguna conversación para su esposa y sus hijos.

¡Pero, lo cierto es que a esta altura del diálogo confieso que yo me hubiera cansado y le hubiera dicho: ¡Muy bien, voy a buscar a otro que me crea y quiera ser usado por mí! Pero Dios no es como yo, gracias a Él.

Así que, entonces Dios, pacientemente, le dijo: “¿Quién hizo la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, el Señor?”. En otras palabras: eres así, porque yo te hice así. Débil, para ser fuerte. Débil para que te apoyes en mi fuerza.

Así que, al fin, serena, pero firmemente le dice Dios: “ahora, pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar”.

Es notable que en el anuncio de las primeras tres plagas fue Aarón el que habló. Pero a partir de ahí, es Moisés el que habla con Faraón y lo hace con una elocuencia y un vigor excepcionales. Así que Dios cumplió lo prometido.

Bueno, a estas instancias uno llegaría a pensar que Dios convenció a Moisés que era “el hombre” llamado para la misión. ¡Pero no! Aún faltaba la

Quinta objeción, y esta, para Moisés era definitiva. Le dice a Dios: “¡Ay, Señor! Envía, te ruego, por medio del que debes enviar”. Fue como decirle, y así lo traducen otras versiones: “Ay, Señor, por favor, envía a alguna otra persona”. Te equivocaste de candidato. Es otro, no yo. No soy la persona adecuada. No te sirvo. Por favor, búscate a otro para que lo haga.

Parecería que Moisés quiso decir:

«Te he dicho mi incompetencia. Y ahora lo haré si tú quieres, pero si este negocio no tiene éxito, acuérdate de que yo sabía mejor que tú acerca de él, y por eso protesté.»

Entonces, la Biblia dice que “El Señor se enojó”. ¿Por qué se enojó Dios? Porque es cierto que Moisés fue humilde y “no tuvo más alto concepto que el que debía tener”, pero también, casi al borde de la desobediencia, se negó persistentemente a ser usado por Dios.

Dios es soberano y trazó sus planes eternos que los cumplirá a su tiempo como El quiere y con quiénes El quiere.

La Biblia dice en forma clara que: “él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?”. Y aquello que Dios se propone lo hace. Pero también debemos considerar que Dios es muy respetuoso con nosotros y no forzará nuestra decisión, si esta es no querer obedecerle, no querer cumplir su voluntad.

“Yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y abre la puerta, yo cenaré con él y él conmigo”. ¿Estará llamando a la puerta de su corazón hoy, para desear una más íntima comunión con usted, para cumplir sus proyectos para su vida? ¿Le oirá, y abrirá la puerta, o por objeciones como Moisés, se negará a hacerlo?

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