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Autor: Robert B. Somerville

Robert Somerville, escribe de su experiencia con la depresión, como halló esperanza y logró convertir su situación en una mirilla para ver a Cristo, afirmar su seguridad de salvación y crecer en su relación con Dios y los demás. Fundamenta lo que aprendió con varios ejemplos de la Biblia que pasaron situaciones injustas y difíciles.


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PE2611 – Estudio Bíblico
Cuando Dios disciplina



Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti” (Salmo 39:7). Nuestras circunstancias pueden ser como una mirilla, a través de la cual conocemos más claramente a Jesús y por eso Lo amamos tanto más. ¿Cómo sucede eso? ¿Cómo Le encontramos a Él en las situaciones difíciles que atravesamos? Les compartiré mis pensamientos que son los pensamientos de un consejero que sufrió de depresiones en vida propia. Si tus depresiones son tan pesadas que nada funciona, debes ocuparte de aquello que da sentido a tu vida. Si tu vida solamente gira alrededor de ti mismo y de lo que tú puedes lograr – es decir, de tu éxito y de las comodidades de la vida, entonces prácticamente no hay esperanza. Pero si tienes un objetivo que va más allá de ti mismo, que se centra en el Evangelio y en quién es Dios, ¡entonces hay esperanza!

Lo más importante en la vida es tu relación con Cristo y que tú seas uno con Él. Eso es más importante que ser amado, respetado y admirado por otros. Más que satisfacer las necesidades que tú mismo percibes como importantes. Todo trata de Dios y del plan que Él tiene para tu vida. Solo hay esperanza al vivir para la gloria de Dios. La razón más alta para vivir que tiene el ser humano consiste en glorificar a Dios y en alegrarse eternamente en Él. Dinero, amistades fantásticas, propiedad, éxito en la profesión o buscar deleites, son todo cosas que a la larga no pueden dar satisfacción ni alegría verdadera. Encontrar verdadera esperanza, alegría y paz solo es posible si buscas primero el reino de Dios y no el tuyo. La vida no consiste en riquezas o placeres, sino en que tratemos de glorificar a nuestro gran Dios y Salvador, porque Su gran amor y Su sacrificio en favor nuestro nos mueven a la obediencia.

Durante una depresión necesitamos un sentido para la vida; y el sentido de vida que Dios tiene proyectado para nosotros se encuentra en que Le ames a Él ante todo, y luego a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:37-39). Quizás tengas fuertes luchas con eso. A mí al menos me pasó así. Reconocí que estaba demasiado centrado en mí mismo. Pero en la vida no todo gira alrededor de ti, sino de Dios y de tu prójimo. Diariamente tienes que priorizar este sentido de la vida. La meta más alta en tu sufrimiento es, glorificar a Jesús y darle el honor a Él en medio de todo lo que sufres. Cuando mi depresión llegó a su punto culminante, leí aquel pasaje bíblico que habla de que Dios disciplina e instruye a Sus hijos (Hebreos 12:6): “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”. Puede parecerte insólito descubrir en dónde este versículo halla la esperanza. La encuentra en la disciplina amorosa del Padre.

Pero para mí, vino a ser un ancla de esperanza. De hecho, fue este el texto que me ayudó a salir de la depresión. En el punto culminante de mi depresión pensé que era imposible que yo fuera salvo, porque me perseguían dudas y temores, y mis pensamientos consistían en oscura desesperación. Yo sabía que los cristianos no pueden perder su salvación; por eso pensé que yo debía haberme equivocado y que nunca habría sido salvo. Aun así, tuve la sensación de ser disciplinado. Esta depresión fue, como si mi alma fuera azotada. Fue ahí que encontré este pasaje bíblico. ¡Eso es!: ¡Yo soy un hijo de Dios!

Dios solamente disciplina a los que son Sus hijos – ¡a aquellos que Él ama! Este pasaje no habla de una disciplina por pecados, sino más bien de aquella educación o instrucción que te fortalece en la justicia, una disciplina que te capacita para ser cada vez más parecido a Cristo. Dios educa y disciplina solamente a aquel a quien Él aceptó como hijo – y lo hace con cada uno de ellos. En el caso de que esta depresión sea una disciplina emocional, es la educación amorosa del Padre; ¡y si Él me disciplina, debo ser Su hijo! ¡Gracias, Señor! ¡Esta disciplina demuestra que yo soy Tu hijo! No obstante, este pasaje contiene una verdad más que me dio seguridad. ¿Cómo podía yo olvidarlo? ¡Pero me sucedió! Por supuesto que no es ninguna alegría pasar por una depresión. “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11). La alegría vendría, pero recién después de que yo hubiera pasado por la educación del amoroso Padre celestial. Eso fue consuelo para mi alma.

La disciplina de parte del Padre significa que yo soy Su hijo; y por supuesto que en el momento de sufrirla no da alegría. Pero yo tenía la promesa de que luego vendría el fruto apacible de la justicia. Yo había encontrado esperanza en un lugar sumamente insólito. Y todo eso sucede solo como consecuencia de Su gracia. Jerry Bridges lo explica así: “Pablo incluso dice que la gracia – justamente aquel mismo favor inmerecido por el cual Dios nos salvó – es la que nos disciplina. Eso significa, que cada una de nuestras reacciones al actuar de Dios con nosotros, y todo lo que aprendemos de la disciplina espiritual, debe fundarse en el conocimiento de que Dios actúa en nosotros conforme Su gracia. Eso además significa, que todos nuestros esfuerzos de enseñar a otros una vida temerosa de Dios y de madurez espiritual, debe basarse en la gracia. Si no enseñamos que esta educación sucede por gracia, la gente supondrá (como me sucedía a mí) que es por obras.”

Quiero darte unos consejos prácticos para poder ver a Cristo en medio de tu depresión. Espero que aplicándolos tus circunstancias puedan convertirse en una mirilla, a través de la cual veas más claramente a Jesús.

– En primero lugar: lee diariamente un pasaje del evangelio de Marcos o de otro de los evangelios y al hacerlo plantéate las siguientes preguntas: ¿Quién es Jesús? ¿Qué dice y qué hace? ¿Y cómo puede Él ayudarme? ¿Qué puede hacer o ser Él por mí en mi sufrimiento? Pídele que el Espíritu Santo te dé “ojos” para ver a Jesucristo en las Escrituras.

– En segundo lugar: Anota lo que encuentras en los versículos leídos. Anota especialmente las características esenciales de Jesús –Su paciencia, bondad y misericordia– y cómo Él interactúa con otras personas, cómo los trata, qué hace por ellos, quién dice ser. Después de que hayas anotado lo que encontraste, formula en tus propias palabras cómo esta breve visión de Jesús te ayuda o te fortalece en tu situación. ¿Qué puede Jesús hacer por ti en tu lucha? ¿Cuáles son las cosas que ya ha hecho por ti, de las cuales te puedas apropiar hoy?

– Y en tercer lugar: respóndele en oración, dale las gracias por revelarse. Confiésale a Él en qué sentido te olvidaste de Él. Agradécele por el hecho de poder confiar en Él en tu situación, que en medio de ella Él es quién promete ser. El Espíritu Santo usará estas verdades preciosas para aliviar la “neblina” de tus propios pensamientos. Fortalecerá tu fe, porque ella estará arraigada en tu conocimiento personal de Cristo, quien es tu única esperanza.

Quiero enfatizar una vez más: Cuando como creyentes pasamos por sufrimiento, es porque entonces Dios nos trata como un padre que educa cuidadosamente a Sus hijos muy amados (Hebreos 12:7). Con eso Él nos quiere hacer el bien. Y esto solamente se puede comprender a través de la fe. Si José sólo hubiera tenido en mente el mal que otros le habían hecho, en lugar de confiar en Dios en medio de todo ese mal, la historia habría terminado muy diferente. No se habría dado ninguna reconciliación con sus hermanos. ¡Qué fe en Dios expresó cuando pudo decir: “Vosotros pensasteis hacerme mal, ¡pero Dios lo encaminó a bien!” (Genesis 50:20) Sin esta confianza incesante, él no hubiera sido un ejemplo antiguotestamentario de Cristo, no hubiera podido salvar a Israel de la hambruna, y guardar así la línea de descendencia de Cristo.

Si Job no hubiera reconocido que todo aquel dolor que le sobrevino había sido permitido por justamente aquel Dios, en quien él confiaba, solamente habría quedado totalmente amargado. Y entonces nosotros nunca hubiéramos tenido ese ejemplo de perseverancia en el sufrimiento. En lugar de eso, él puso su confianza en la providencia de Dios y dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová!” (Job 1:21).

Vemos que Dios nos atrae a Sí mismo a través de nuestras pruebas. Solo Él llega a ser toda nuestra esperanza. Tú todavía no lo ves, pero tómalo por la fe. Puedes confiar en Él, porque Él siempre hace mucho más de lo puedas pedir o comprender – según el poder que obra en ti (Ef 3:20). William Cauper, quien por mucho tiempo sufrió de depresiones terribles, escribió:
“¡Ustedes, los santos desalentados, anímense! Las nubes que ahora los oprimen tanto están llenas de misericordia y derramarán bendición sobre vuestras cabezas.”

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