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Autor: Wim Malgo

El día de la muerte es el último día aquí en la tierra, y el primero en el más allá. La Biblia, aunque poco, nos declara suficiente acerca de lo que nos espera para alegrarnos. Y más que suficiente para hoy elegir entre salvación o perdición eterna.


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PE2609 – Estudio Bíblico
Cuando comience el Primer Día en la Eternidad (3ª parte)



El primer día en la eternidad, en efecto, revelará todo. Lo más recóndito de nuestro ser, nuestros motivos más profundos, los motivos de nuestro actuar, orar y hablar, se manifestarán. Justamente por eso, deberíamos tener mucho cuidado en juzgarnos mutuamente. Pablo nos advierte al respecto en I Corintios 4:5: «Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios«. En ese primer día en la eternidad, todo saldrá a la luz. ¿Cómo nos sostendremos cuando comience el tribunal?

¿Qué nos traerá ese primer día en la gloria? Al contemplar este punto, sé que, solamente nos movemos en los márgenes, pues, al fin y al cabo, está escrito en I Corintios 2:9: «Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman«. Pero la Biblia dice también algo muy concreto, a saber, en I Juan 3:2: «…le veremos tal como él es«. Estamos ahora como en lugar oscuro, y nuestro conocimiento es solamente en parte. Es verdad que experimentamos y sentimos la presencia del Señor, experimentamos Su ayuda y gustamos que Él es bueno y bienhechor, pero nunca Le hemos visto aún tal como Él es verdaderamente. ¡Verle a Él será gloria inefable! Nunca creas que Jesús es tal como Lo has experimentado, pues Él es infinitamente más glorioso, grande, poderoso y sublime. La lucha más fuerte que tenemos en este tiempo es que podamos entrar – por la fe – en este glorioso reposo.

Por eso, la Epístola a los Hebreos nos advierte en el capítulo 4, versículo 1-4: «Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, no entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día«.

Se habla aquí de dos cosas: Primero de Israel, que no entró en Canaán, en el reposo de Dios, a causa de su incredulidad, y segundo, de que Dios reposó en el séptimo día de Sus obras. Pero no olvidemos que el séptimo día de la creación fue el primer día del hombre, pues Dios creó al hombre en el sexto día. Por consecuencia, el primer día del hombre en esta tierra fue un día de reposo. Luego vino la intranquilidad causada por el pecado, y he aquí, Dios volvió a crear un reposo, y esto por medio de Jesucristo, como lo leemos en Hebreos 4:9-11: «Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia«. ¡Es una seria advertencia! ¡El primer día en la eternidad será, por medio del Señor Jesucristo, reposo glorioso en Dios para todos aquéllos que han entrado por la obra de Jesús consumada en la cruz del Gólgota!

Hablemos ahora de los crecientes apuros de Israel y su relación con el arrebatamiento de la Iglesia. El Señor Jesús prometió en Juan 14:3: «…vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis«. Esta venida del Señor para Su Iglesia es inminente. No hay señal de aviso previo para el acontecimiento del arrebatamiento, cuando la Iglesia de Jesús sea repentinamente quitada de esta tierra pues las señales de los tiempos postreros, de los cuales tanto se habla, y todas las promesas al respecto, no se refieren a la Iglesia de Jesús, sino son para Israel. También en el discurso profético del Señor en Mateo 24, donde leemos de la abominación desoladora, de guerras y rumores de guerras, entre otras señales, el Señor Jesús menciona estos acontecimientos como señales para el pueblo de Israel. Hay solamente una gran señal por la cual la Iglesia de Jesús reconoce que el arrebatamiento está a la puerta: Israel. Por eso, el Señor Jesús nos dice, mirando a Israel, en Lucas 21:28: «Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca«. Con esto, los apuros crecientes de Israel por causa de las naciones son una señal previa para el arrebatamiento de la Iglesia de Jesús.

Al mismo tiempo, para nosotros como hijos de Dios, las crecientes tentaciones, en las cuales deberíamos llegar a ser cada vez más perseverantes, son una señal de este acontecimiento que tenemos por delante. No podemos sino constatar que, en estos días, sentimos un aumento de las tentaciones como nunca. Son tentaciones que ni siquiera podemos definir, pero si somos perseverantes y las resistimos, llegan a ser para juicio del mundo, pero a nosotros nos preparan para la repentina transformación y el arrebatamiento.

La pregunta, con este panorama a la vista es: ¿esperas verdaderamente a Jesús? ¿O qué estás esperando? ¿Tiempos mejores? No es cuestión de ser fatalista, pero ¡Seguramente no vendrán! Estará cada vez más oscuro. ¡No nos comportemos, pues, como si fuéramos a vivir eternamente en esta tierra! Seamos sinceros: Los años vuelan, y cuanto más viejo más se siente. Repentinamente tendemos que dejar este mundo. Pero si esperamos a Jesús, recibimos una y otra vez nuevas fuerzas, y la crónica fatiga ha pasado, pues: «…los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán«.

La Escritura nos exhorta en Lucas 12:36: «…sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas…» Y en I Corintios 1:7 dice: «…esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo«. Pero lo horrible en nuestros días es que vemos caer a muchos a nuestro alrededor, porque no están más en el primer amor ardiente, porque les falta este amor de novia, esta entrega a Jesucristo, porque ya no tienen ningún espíritu de oración y ya no estén dispuestos a dar sus vidas para los perdidos, sino que se han vuelto indiferentes. Por eso, están esperando muchas cosas distintas, pero no a Jesús, quien aparecerá pronto y repentinamente.

Si sabes que has perdido este primer amor de novia hacia Jesús y no Le estás esperando con ardiente anhelo, entonces escucha: ¡Haz ahora un nuevo comienzo! ¡Arrodíllate delante de Él, confiésale tu fallar, para que en Su repentina aparición no seas sorprendido y avergonzado! I Juan 2:28 nos dice: «Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados«. ¡Ven ahora a la luz y déjate purificar por la preciosa sangre de Jesús de la pérdida del primer amor, de toda la impureza, de todo pecado! Quizás sea hoy el último día para ti en la tierra y el primer día en la eternidad. Por eso, ¡aprovecha esta oportunidad hoy, ahora, y entrega tu vida entera al Señor Jesús, por primera vez o nuevamente!

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