Águilas, un desafío a las alturas espirituales (3ª parte)

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Autor: Herman Hartwich

El águila es mencionada varias veces en la Biblia para hacer referencia al cuidado y la majestad de Dios. Sin embargo, también se puede tomar a este animal como ejemplo para una vida cristiana que siempre tenga la mira en “las alturas”.


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PE2395 – Estudio Bíblico
Águilas, un desafío a las alturas espirituales (3ª parte)



Amigo, quisiera comenzar este programa basándome en un versículo que leemos en el Salmo 103:5: «El que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila». La palabra “rejuvenecer” se puede asociar perfectamente con la palabra “renovación”. Si pensamos en las lecciones que estamos extrayendo de las águilas para nuestra vida cristiana, podemos afirmar que el creyente renueva su relación con Dios.

El águila experimenta un proceso de cambio cuando tiene lugar el “replume”, es decir, pierde sus viejas plumas y da lugar a las nuevas que nacen. David ilustra con ese cambio lo que hace Dios con el creyente: hemos experimentado como creyentes en Jesucristo una liberación espiritual. Vivíamos en el mundo atados al pecado, pero cuando confesamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador se rompieron las cadenas y quedamos libres. Y, además de ser liberados, comenzamos a disfrutar de un nuevo poder mediante el Espíritu Santo que recibimos, que es nuestro maestro, guía, y ayudador. La renovación habla de una vida victoriosa y llena de bendiciones. Fíjese que el apóstol Pablo dijo a los Corintios en su segunda carta, capítulo 2, verso 14: «Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús».

Cuando nuestras viejas plumas se contaminan de pecado, saquémoslas de nosotros por medio de la confesión, como dice el apóstol Juan en su primera carta 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad». ¡Y qué podemos decir del gozo que viene por la renovación! Amigo, anímese a ser renovado. Pablo dice a su discípulo Timoteo: «Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio». Por eso, ¡adelante pues en su renovación!

Otra enseñanza que extraemos del águila es la renovación de nuestros pensamientos. En el libro de los Proverbios 23:7 dice: «Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él». ¡Cuidado como alimentamos nuestra mente! En la mente se ganan o se pierden las batallas. Allí puede reinar Dios o gobernar la carne. La mente es muy importante para Dios. El pide el control de tu mente y la mía. El Señor Jesucristo, hablando en el Evangelio de Marcos 12:30 dijo: «Y amarás el Señor tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento». Además, en Romanos 1:28 Pablo dice: «Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada para hacer cosas que no convienen». Y otro versículo más, Romanos 8:6 podríamos parafrasearlo como sigue: «porque el tener una mente carnal es muerte, pero el tener una mente espiritual es vida y paz.» Muchos cristianos viven como águilas con plumas viejas, porque su forma de pensar se ve condicionada por su familia, su cultura o sus amigos, en vez de ser lo que Dios quiere que sean. ¡Pero Dios nos creó para el éxito, no para el fracaso, para la victoria no para la derrota!

En ese renovarse incluimos también el servicio a Dios. Servimos a Dios en agradecimiento por la obra de Jesucristo a favor nuestro. Nuestro servicio, como Jesús nos lo enseñara, son las acciones buenas para con nuestros hermanos y nuestro prójimo en general. Una buena meta en la renovación es proponerse cada día hacer algo mejor que el día anterior. Amigo, no se desanime, no piense que es incapaz o que no sirve para nada. Siempre hay más para hacer, siempre algo en lo que puede avanzar por más pequeño que sea.

Pregúntese ahora: ¿en qué área de su vida tiene que renovarse?
¿Está el Espíritu Santo controlando su mente? ¿Qué es lo que le mueve a hacer lo que hace para Dios? ¿Necesita tal vez una renovación completa pues su vida nunca ha sido limpia de pecado?

Ahora bien, para poder hacer lo mejor para el Señor necesitamos una buena visión del plan de Dios. Y esta es otra de las enseñanzas del águila: su visión. Los ojos del águila son grandes, y ocupan una tercera parte de su cabeza. Ella cuida muy bien sus ojos, pues de su visión depende su subsistencia. El águila ve lo que otras aves no ven. Podríamos decir que su visión es telescópica: a kilómetro y medio puede localizar un conejo u otro animalito pequeño. Cuando lo ve, se lanza a gran velocidad y lo toma por sorpresa. El hecho de que el águila ve a gran distancia algo pequeño, me hace pensar en que el creyente águila puede ver lo que otros no pueden ver. El creyente águila no mira los obstáculos, los problemas; solamente ve las soluciones. Muchas veces fracasamos ante la oposición o la crítica. Pero el águila no cede, no se rinde, cree en darse otra oportunidad. No quitemos los ojos de los claros objetivos y la meta final del Reino de Dios; no perdamos la visión con lo que no es importante o determinante en la vida. El águila no pierde de vista su objetivo, y así también el creyente debe ser observador, calculador, debe estar dispuesto a todo para llegar a su meta final. Nunca debe perder las oportunidades cuando se le presentan, ni perder de vista el objetivo, teniendo una clara dirección para alcanzar la meta.

El apóstol Pablo escribiendo en 1 Corintios 2:14 dice: «Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente». Podemos afirmar con certeza que Josué y Caleb, servidores de Moisés, eran dos creyentes con visión de águila. Ellos vieron lo que los otros no veían: diez de los enviados trajeron malas noticias, alentando la retirada, alejando al pueblo de Dios de la meta, que era la conquista de la tierra prometida. Su informe revela una baja estima de sí mismos, se veían como langostas y no como pueblo de Dios. Amigo, como nosotros nos veamos determinará cómo otros nos vean. Si nos vemos como gallinas, seremos como gallinas, si nos vemos como águilas comenzaremos a actuar como ellas. Josué y Caleb se juntaron con gallinas, estuvieron con las gallinas, las escucharon cacarear, pero se negaron a transformarse en gallinas; su naturaleza era la de águilas de Dios. Nunca permita que la mayoría le amedrente con su pesimismo. ¡Usted tiene en Jesucristo una visión positiva; elévese por encima de las otras aves cobardes! El águila dice: ¡Sí Podemos! ¡Más podemos nosotros que ellos!

Y por último, amigo, el águila ve lo que tiene vida. No se alimenta de carroña o animales muertos, como los buitres que gustan de lo putrefacto, lo maloliente. El águila cuida su dieta, porque como vimos anteriormente, sabe qué debe y qué no debe comer, para estar saludable. El creyente águila se alimenta bien, no con desperdicios, ni gusanos. En Hebreos 4:12 dice: «Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz», y Juan 6:63 dice: «el espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha, las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida». Cuide su alimento espiritual, que sea vivo, la palabra de verdad. Deseche todo alimento adulterado ofrecido por falsos maestros y falsas filosofías. La visión del águila no es para ver gusanos asquerosos, sino conejos, cervatillos, ardillas o peces.

Suba a lo alto, amigo. Afine sus ojos y vea lo que Dios tiene para su vida y ministerio. Dígale al Señor en este mismo momento: Quiero ser lo que tú quieres que sea, renuncio a mi propio pensamiento y deseo vano de ser tan poco, que no trae gloria ni honra a tu Santo Nombre. Quiero ser a partir de hoy lo que tú te has propuesto que yo sea en tu perfecto plan. Amén.

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