Año nuevo ¿sabes a dónde vas?

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Para cada uno de nosotros, un nuevo año encierra en sí la pregunta: ¿Qué se viene para nosotros? ¿A dónde me lleva? ¿Cómo será?

A través de la historia de la vida de Abraham, Dios nos da muestras de que podemos confiar en Él.

En el así llamado capítulo de los “héroes de la fe” leemos: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (He. 11:8). El ser humano de la actualidad trata, más que nunca, de tener seguridades, un plan bien organizado; quiere saber cómo va a ser todo, en qué se puede basar. En breve: Quiere tener en cuenta todas las eventualidades y poder calcular todo exactamente de antemano. Sin saber algo más claro, sin ciertos requisitos y garantías ya casi no se está dispuesto a emprender algo, a andar por un cierto camino.

La historia de la vida de Abraham también alude a nuestra vida. En el comienzo había inseguridad, pero al final él llegó a ser un ejemplo; es más, llegó a ser padre de todos los que creen (Ro. 4:11). La razón para eso fue su fe inquebrantable en el Dios vivo y en Sus promesas. La seguridad más grande en medio de todas las inseguridades de este mundo es la fe bíblica.

Abraham no podía hacer nada más que creer en lo que Dios le había dicho. Pero tener esa fe es lo más grande que el ser humano puede hacer. Ser obediente por la fe y por la fe acceder al llamamiento divino, fue lo que marcó la vida de Abraham. La fe de Abraham se convirtió en acción. Fe y acción van juntas como el arco y el violín, o como la llave y el candado. Al faltar uno de los dos, todo es inútil, porque ni se puede producir una hermosa melodía, ni es posible abrir y cerrar.

Abraham tenía “solamente” la Palabra de Dios. El Señor lo llamó a abandonar su tierra, romper con sus relaciones y dejar atrás todo lo que había alcanzado hasta entonces – sin saber a dónde lo llevaría el viaje. Pero, con base en el resto de la historia de su vida, vemos la meta maravillosa que Dios alcanzó con Abraham.

Nosotros estamos por entrar en un nuevo año sin saber a dónde nos lleva ese año. Quizás el Señor Jesús le haya puesto una carga específica en el corazón a usted; es posible que tenga que animarse a dar un cierto paso. También podría ser que usted haya sido llamado para una tarea divina sin saber cómo va a seguir todo, cómo puede usted llevarlo a la práctica y a dónde lo llevará todo eso. Abraham simplemente partió, empujado por el poder de la Palabra de Dios.

¡Qué importante es que al comienzo de este nuevo año nos recordemos a nosotros mismos que: Debemos partir, levantarnos una y otra vez y orientarnos hacia delante, porque la obra de Dios es nuestra meta. Es muy posible que al hacerlo nos ataque el miedo de todas las cosas que nos podrán suceder: aflicción, tribulación, preocupaciones y otras penurias. Puede ser que estando en el camino a veces renunciemos. Pero eso no nos deberá detener de seguir marchando hacia lo desconocido para nosotros, hacia el futuro – confiando en las firmes promesas de Dios. Es justamente ahí cuando nuestra fe en el Señor necesita un nuevo comienzo.

A continuación de la lista de “héroes de la fe” (He. 11), la Biblia nos dice cómo podemos alcanzar la meta de Dios: “…puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (He. 12:2-3).

El poeta lírico alemán Paul Gerhard vivió en medio de los horrores de la Guerra de los Treinta Años. El país estaba devastado. El rechazo,  el sufrimiento personal, el temor de perder el trabajo, y además, la lucha por la subsistencia diaria, estaban siempre presentes. En aquel tiempo nada era tan inseguro como el próximo día. Fue entonces cuando Paul Gerhard escribió una canción de año nuevo:

“Vayamos con cánticos y con oración delante del Señor

Quien hasta aquí ha dado a nuestra vida la fuerza.

Andamos y caminamos de un año a otro,

Vivimos y prosperamos del viejo hasta el nuevo

A través de mucho temor y plagas,

A través de  temblor y vacilación,

A través de guerra y gran terror,

Que están en el mundo entero.

Porque así como los niñitos aquí en la tierra

Son protegidos por madres fieles en medio de fuertes tormentas,

Así, y no menos, Dios deja que nosotros Sus hijos

Nos sentemos en Su regazo cuando relampaguean la aflicción y la tribulación.”

Después de que Abraham llegara a la tierra de la promesa, tuvo que pasar muchas pruebas de su fe. En medio de eso fue tentado a confiar más en su propia carne, que en el Señor quien le había dado la promesa. En algunas de las situaciones de prueba, Abraham mismo tomó cartas en el asunto, y sufrió más de una derrota. El Señor a quien le había ofrendado su fe, sin embargo, no lo dejó caer. Finalmente, triunfaron la fe de Abraham en su Dios y la fidelidad de Dios a Su amigo. El autor de la Carta a los    Hebreos expresa la fe de Abraham en las siguientes palabras: Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa” (He. 11:9).

También nosotros en este nuevo año podemos atenernos por la fe a las promesas de Dios, aun cuando otros no nos comprendan y nos miren como a “extranjeros”. La fe en Jesucristo, en Quien todas las promesas son el sí y el amén de Dios (2 Co. 1:20), finalmente nos va a llevar a través de todo lo perecedero de esta tierra hasta Su meta sublime. Desde la tienda pasajera de la vida terrenal, en medio de un mundo pasajero, el camino va hasta el Dios eterno.

La meta de la vida de Abraham es lo más alto que un ser humano jamás pueda tener. Él no solamente soñaba con una ciudad mejor, sino que la esperaba en esperanza viva y llena de confianza: “…porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:10).

Aun cuando Abraham tuvo que morir y no llegó a ese lugar durante su vida terrenal, constantemente esperaba la ciudad eterna de Dios.

No sabemos cuándo será que Jesús venga otra vez, y sería tonto hacer algún tipo de cálculos en cuanto a eso. Pero una cosa es segura: También en este año podemos esperar la segunda venida de Jesús y la Jerusalén celestial. Si el Señor regresa en el año 2007 o no, si podremos experimentar el arrebatamiento o si tendremos que morir antes de que ocurra – la meta y la esperanza son la vida eterna con el Señor, quien nos ha comprado con Su valiosa sangre y quien regresará por Su iglesia. Algún día sucederá: Los muertos en Cristo y los que aún estén vivos serán arrebatados hacia Él (1.Ts. 4:15-17) y tendrán su morada en la Jerusalén celestial (Ap. 21:9-10).

Abraham creía en esa ciudad. Y cuando tenía que sacrificar a Isaac, su único hijo, con quien estaban relacionadas muchas de las promesas que Dios le había dado, él contó firmemente con que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos…” (He. 11:19).

¡Seamos nosotros cristianos que esperan en su Señor, y seámoslo aun más que antes en este nuevo año! Porque entonces también será para nosotros esta promesa maravillosa: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Ap. 3:10).

En este sentir, deseamos a todos nuestros lectores un año lleno de ricas bendiciones. ¡Maranata!

Norbert Lieth

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