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“En cierta ocasión, el Señor les dijo a sus discípulos: ‘Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer’” (Mr.6:31). – Un llamado en tiempos en los que muchos están acosados por el estrés.

¿Estás inquieto, estresado? ¡Ven a descansar comprometiéndote de nuevo con tu Señor! “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” (Sal. 42:5). “Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis” (Is. 30:15).

Esperar en Dios significa contar con Él, dejarle el asunto a Él y tener presente que Él es nuestra ayuda y nuestro Señor.

A menudo he tenido que hacerme revisiones oculares y han hecho imágenes de la retina, comprobando mi agudeza visual. Para ello, tenía que apoyar el mentón en un soporte y mirar a través de un aparato. En el aparato se encendía una cruz roja y yo tenía que mirarla. La asistente del oftalmólogo me solía decir: “Por favor, mire la cruz”. A veces estaba en el centro, a veces a la izquierda o a la derecha.

Aplicándolo a nuestra vida espiritual, podemos decir: Su cruz es mi ayuda. Allí descanso, allí soy ayudado, allí puedo volver a dar gracias —¡Miremos la cruz en cada situación!

¿Estás inquieto y preocupado porque aún no has encontrado descanso en Jesús y no has recibido el perdón? Cuando Jesús dice: “Venid a mí… y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt. 11:28-29), está apelando a nuestra voluntad. Él nos invita, pero nosotros debemos ir. Él viene hacia ti, pero tú también debes ir hacia él.

¿Qué puedo hacer como cristiano para no sucumbir al estrés? —El profesor de Biblia Bayless Conley nos lo cuenta en un devocional diario:

“Como pastor joven tuve la oportunidad de reunirme con un pastor mayor que impactó su generación con el mensaje de Jesús. Pensé: ‘Esta es la oportunidad. Voy a hacerle algunas preguntas’. Así que le pregunté: ‘Todavía soy joven y llevo poco tiempo en el ministerio. Usted tiene décadas más de experiencia que yo. Usted ha influido en el mundo. ¿Qué consejo puede darme como pastor joven?’ Y él respondió: ‘Bayless, ya eres un golfista bastante bueno. Mi consejo es que tomes un curso de golf. Y cueste lo que te cueste, hazte socio de un club de golf y juega regularmente’. Entonces me miró y me dijo: ‘El golf es lo único que me ha hecho seguir adelante’. Fue uno de los mejores consejos que jamás he recibido”.

A continuación, Conley escribe como consejo y conclusión: “Asegúrate de llevar una vida equilibrada. Tómate tiempo para descansar y recuperarte. Recarga las baterias, porque tienes un largo camino por delante”.

La Biblia lo expresa así: “Si el hacha se desafila y no se la vuelve a afilar, habrá que golpear con más fuerza. Vale más hacer las cosas bien y con sabiduría” (Ec. 10:10, DHH).

El hacha se afila cuando haces pausas, cuando tienes tiempos de oración y períodos de descanso.

Leí acerca de un abogado muy exitoso y ocupado en los Estados Unidos, que se propuso pasar un día a la semana solo con su familia. Para ese día siempre pensaba en algo nuevo: natación, juegos, visitas turísticas, excursiones a la naturaleza…

Ansgar Simon dijo acertadamente: “El mejor remedio contra el estrés tiene dos letras: No”.

La siguiente pequeña historia también encaja con esto (fuente desconocida):

“Una psicóloga se pasea por la sala, mientras cuenta a su audiencia algo sobre la gestión del estrés. Cuando muestra un vaso con agua, todos esperan que pregunte si está medio lleno o medio vacío. Pero de lo contrario a lo esperado, pregunta sonriente: ‘¿Qué peso tiene este vaso con agua?’ Las respuestas varían entre 225 y 579 gramos, a lo que ella responde: ‘El peso absoluto no es relevante. Depende del tiempo que lo tenga en la mano. Si lo sostengo un minuto, no hay ningún problema. Si lo tengo una hora, ya me empieza a doler el brazo. Si lo sostengo durante un día, el brazo se adormece y se paraliza. En los tres casos, el peso del vaso es el mismo, pero cuanto más tiempo lo sostengo, más me pesa y más me duele’. Y continúa: ‘Los problemas y preocupaciones de nuestra vida son comparables a este vaso con agua. Si pensamos en ellos durante un rato, no pasa nada. Si pensamos en ellos un rato más, ya se pone más incómodo. Si no pensamos en otra cosa día tras día, nos sentimos paralizados y somos incapaces de hacer nada al respecto. Así que acuérdense siempre de depositar y soltar el vaso”.

O como dice la Biblia: “Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra” (Hab. 2:20).

Solo en el silencio experimentamos lo que Dios quiere de nosotros. Si nos dejamos llevar por la inquietud y el ajetreo, y nos gastamos física y mentalmente, es probable que hayamos hecho algo mal.

Una historia basada en los “Apotegmas de los padres del desierto” lo deja claro: “Un cristiano que se había agotado sirviendo a los demás, visitó a un monje en el desierto. ‘Me he agotado. Mis energías están gastadas. Y, sin embargo, estaba convencido de haberlo hecho todo por Dios. ¿Qué he hecho mal?’ El monje miró a su invitado larga y detenidamente, luego vertió agua en un recipiente llano pero ancho y pidió al invitado que mirara dentro del agua. Inquieta, el agua se movía de un lado a otro, y el cristiano, exhausto, miraba dentro del recipiente también moviendo la cabeza constantemente. El monje del desierto esperó unos minutos y luego le dijo a su invitado que volviera a mirar dentro. Él miró dentro y descubrió su rostro como en un espejo, y el monje le dijo: ‘Así es el hombre que solo hace su servicio a Dios en la inquietud del mundo. No puede reconocerse a sí mismo, ni sus faltas y pecados. Pero quien se adentra una y otra vez en el silencio y la quietud, reconocerá exactamente su rostro y sus faltas’. En el silencio, cuando damos gloria a nuestro Señor, nos reconocemos a nosotros mismos. Salen a la luz nuestra debilidad, nuestra falsa ambición, nuestro afán de reconocimiento y otros objetivos cuestionables”.

En pocas palabras: “Que te dejen en paz es bueno —serenarse mediante la paz es mejor”.

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