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Autor: Herman Hartwich

Herman Hartwich comenta la parábola del hijo pródigo haciendo ver a la audiencia que cualquiera de nosotros puede encontrarse en esa situación tan desfavorable. ¿Cómo cambiarla? Aquí está la respuesta


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PE1539- Estudio Bíblico
Tú puedes ser el hijo pródigo



Tú puedes ser el hijo pródigo

Herman:  Mis queridos amigos, gracias por recibirnos en este momento a través de la radio radio, es algo maravilloso que podamos tener este recurso para compartir las maravillosas noticias del evangelio de Jesucristo. El Evangelio, está lleno de historias y de enseñanzas de nuestro Señor, de realidades de nuestro Señor, lo que hace que en algunas o en muchas de ellas nosotros nos sintamos identificados, nos sentimos como parte de esa historia. Hace que muchas veces nos sintamos, como muchas personas dicen, que parece que está hablándonos a nosotros,  parece que estamos leyendo nuestra historia.

Muchas personas en nuestro mundo pueden sentirse identificadas, con la historia que se relata en Lucas capítulo 15 acerca del hijo pródigo. Cuenta de aquel hombre padre de familia que tenía 2 hijos y uno de ellos, el menor, le dijo: «Papá, estoy cansado de estar aquí en esta cueva. Dame la parte de los bienes que me corresponden, me quiero ir, me quiero ir lejos, me quiero ir a la ciudad». Esta es la historia que se ha repetido y que se va a repetir muchas veces: cuando alguno de los hijos se revelan contra la autoridad paterna, contra las buenas normas de vida, contra el orden familiar, y va y despilfarra la vida, los bienes, pero llega un momento cuando tiene que sufrir la humillación, tiene que sufrir el abandono de aquellos que parecían ser sus amigos, como solemos decir, cuando hay plata hay amigos, cuando no hay plata no hay amigos, se terminan los amigos. Y a veces Dios tiene que llevarnos hasta el fondo porque parece que si nosotros no somos llevados hasta el fondo no somos capaces de reflexionar. 

No somos capaces de volver en nosotros mismos, como dice la historia del hijo pródigo, el cual estaba allí en el fondo, cuidando cerdos, lo más repugnante para un judío y deseando inclusive comer la comida de los cerdos y no le era permitido. Este era un estado calamitoso, desesperante, un estado realmente terrible, mis amigos. Pero allí, él volvió en sí. A veces Dios tiene que permitirnos llegar hasta el fondo para que reflexionemos, pero, en definitiva, suelo decir a mis conocidos, a mis familiares, a mis amigos, a mis amigos que no conozco, radio oyentes, o televidentes, escogemos nuestro estilo de vida. Nosotros decidimos qué estilo de vida queremos. Y si estamos viviendo así es porque lo elegimos y si estamos viviendo de esta otra forma es porque lo elegimos. Amigos, nosotros vivimos como queremos. Elegimos la vida que queremos y luego cuando nos va mal acusamos a Dios. Dice el Sabio salomón en proverbios 19:3 «la insensatez del hombre tuerce su camino y luego contra Dios se irrita su corazón«.  Creo que Salomón, 700 años antes de Jesucristo, era muy inteligente, de hecho, fue el hombre más sabio de la humanidad. Qué la insensatez nuestra, nuestra necedad, nuestra ignorancia, nuestra pavada, hacemos lo que queremos en el camino de la vida. Luego nos enojamos contra Dios, nuestro corazón se irrita se enoja. Culpamos a Dios. Culpamos a nuestros padres, culpamos a nuestros amigos, culpamos a nuestra esposa, a nuestro esposo, culpamos y culpamos. Todo el mundo lleva la culpa menos yo. Eso sucede. Yo hago los errores, pero culpo a los demás, yo soy limpio. 

En Isaías capítulo 59 primeramente se presenta algo muy lindo que dice: «He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua. No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad. Incuban huevos de áspides, y tejen telas de arañas; el que comiere de sus huevos, morirá; y si los apretaren, saldrán víboras. Sus telas no servirán para vestir, ni de sus obras serán cubiertos; sus obras son obras de iniquidad, y obra de rapiña está en sus manos. Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos. No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz. Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud; esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad. Palpamos la pared como ciegos, y andamos a tientas como sin ojos; tropezamos a mediodía como de noche; estamos en lugares oscuros como muertos. Gruñimos como osos todos nosotros, y gemimos lastimeramente como palomas; esperamos justicia, y no la hay; salvación, y se alejó de nosotros. Porque nuestras rebeliones se han multiplicado delante de ti, y nuestros pecados han atestiguado contra nosotros; porque con nosotros están nuestras iniquidades, y conocemos nuestros pecados: el prevaricar y mentir contra Jehová, y el apartarse de en pos de nuestro Dios; el hablar calumnia y rebelión, concebir y proferir de corazón palabras de mentira. Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida«.

Qué maravilloso, qué descripción tremenda, que descripción tremenda del estado actual, real, de los hombres y de las mujeres, alejados de Dios. Aléjate de Dios o permanece alejado de Dios y vas a ver, te vas a ver reflejado en todo este capítulo 59 de Isaías. Tal cual. Tal cual está escrito aquí, es tu estado lejos de Dios pero, lo maravilloso de esta profecía es que en el capítulo 53, versículo 6 de esta profecía dice: «todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó  de su camino«. Esto es una realidad, pero   mira: Dios que es bueno dice: «Dios cargó en Él el pecado de todos nosotros«. Está hablando proféticamente de la venida del mesías, del escogido de Dios de Jesucristo, y en el capítulo 55 entonces él extiende una invitación maravillosa: «Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano«. 

Mis queridos amigos, cuando nosotros llegamos al punto maravilloso de estar en el fondo y reconocemos nuestro estado, entonces volvamos nuestro corazón a Dios, llamémosle, clamemos a Él. Pero necesita que dejemos nuestro camino, que le demos la espalda a lo viejo, que le demos la espalda a ese pozo en el que nos estamos hundiendo. Dice: «Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar«.  Misericordia y gracia, yo diría aquí, la misericordia de Dios hace que yo no reciba el castigo que merezco y la gracia de Dios a través del perdón de los pecados por medio de Jesucristo es que yo reciba el cielo, que reciba el perdón que no merezco.

Mis queridos amigos, esto lleva tiempo y trabajo, especialmente en el ego, en ese yo tan duro, tan fuerte que se mantiene allí y que se trata de mantenerse firme. Deja que tu ego se doblegue ante la majestad de nuestro Dios, ante la misericordia y de la gracia de nuestro Dios, que Siendo Dios se ha humillado enviando a Jesucristo para sacarte del pozo para librarte de todo tu sufrimiento de toda tu angustia, de todo tu gemir incansable, de ese agotamiento, permítele al Señor sacarte de donde estás. Clama a él ahora y dile: «Señor, no puedo más, no puedo más. Estoy en el fondo, te pido que me perdones por mis malas elecciones, te pido que me perdones todos mis errores, te pido que me saques de esta, que me libres de la condenación, quiero ser tu hijo Ahora quiero tener la esperanza viva en mi corazón. Te lo pido en el nombre de Jesús».

Si tú así lo haces yo te puedo asegurar que el Señor hará maravillas en tu vida en la medida en que tú se lo permitas. Que Dios bendiga tu vida.

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